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Una experiencia de vida que le abre camino a la inclusión laboral

Lorena es la primera mujer trans contratada por una entidad pública en Bogotá. Su historia dignifica el trabajo y desafía la exclusión.

Por: Julián Esteban Sanchez

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En el Día Internacional del Trabajo, mientras miles de voces se alzan para reivindicar derechos laborales en todo el país, la historia de Lorena se convierte en una metáfora del cambio posible. Mujer trans, servidora pública, artista y activista, Lorena encarna una lucha que trasciende su historia individual: la búsqueda de una ciudad inclusiva, donde el derecho al trabajo signifique dignidad, representación y justicia.

Cada mañana, Lorena atraviesa las puertas de una entidad distrital en el centro de Bogotá con paso firme. Su voz serena contrasta con la intensidad del camino que ha recorrido: desde los márgenes de la discriminación hasta convertirse en símbolo de resistencia institucional. En su escritorio no solo hay papeles y agendas, habita allí un acto político cotidiano que transforma el espacio público desde adentro.

“Bogotá es una ciudad diversa porque aquí confluyen todo tipo de personas”, afirma con convicción. No lo dice desde la teoría, sino desde una vivencia marcada por los límites que el sistema impone a quienes no encajan en la norma. Lorena ha caminado esa ciudad con la piel en alerta, lidiando con la exclusión en calles y en entornos que, paradójicamente, se anunciaban como inclusivos.

Hace 15 años, las opciones laborales que veía eran escasas y estigmatizadas: peluquería o trabajo sexual. “Lo era, de hecho”, recuerda sin rodeos. La exclusión no venía únicamente del entorno familiar o del espacio público. También se encontraba en lugares que afirmaban defender la diversidad. “En algunos bares gay me negaban la entrada. Las mujeres trans solo podíamos estar allí si hacíamos parte del show, o si trabajábamos en ciertas zonas, nada más”, relata.

Ese cúmulo de discriminaciones la llevó a hacer algo impensado para muchas mujeres trans en su situación: presentar una queja formal en un centro comunitario. Allí conoció al Grupo de Apoyo a Transgeneristas (GAAT), colectivo que años más tarde coordinaría y que se convirtió en un pilar de su proceso personal y político.

Tiempo después, decidió postularse a una convocatoria laboral para ser asistente administrativa. Fue seleccionada, convirtiéndose en la primera mujer trans contratada formalmente por una entidad pública del Distrito. A partir de ahí, su trayectoria fue en ascenso: cambió su nombre legalmente, realizó su tránsito de género, finalizó su carrera universitaria y cursó una maestría en Teatro y Artes Vivas. “Podría decirse que soy uno de los casos exitosos de la Política Pública LGBTI. Pero también sé que mi historia no es la de todas. Y eso me impulsa a seguir hablando”, afirma.

Hoy, su voz también resuena desde el campo artístico. Como jurado experta de la beca Expresarte de Idartes, evaluó proyectos que exploran la diversidad sexual desde múltiples lenguajes creativos. Para Lorena, estos escenarios son fundamentales para visibilizar las luchas LGBTI, para transformar las representaciones y evitar caer en clichés o narrativas estigmatizantes. “Es importante que quienes crean esos contenidos sean parte de la comunidad, conozcan el activismo, vivan la diferencia desde dentro”, sostiene.

Su mirada crítica se extiende al análisis de las condiciones laborales que enfrentan las personas trans en Colombia. Según cifras oficiales, apenas el 16% tiene un contrato laboral escrito y un 84% no está afiliado al sistema de pensiones. “Muchas deben postergar su tránsito para no perder oportunidades. Es una violencia silenciosa. Por eso necesitamos entornos amorosos, seguros y diversos, donde lo importante sean las capacidades, no la identidad”, denuncia.

Lorena le dedica su historia a Sara Millerey, mujer trans que no sobrevivió a la violencia estructural de este país. Su mención es un gesto simbólico y un acto de memoria y resistencia. “Nos costó mucho salir del clóset como para que quieran devolvernos. Las vidas trans importan. Y el trabajo digno también es un derecho por el que seguiremos luchando”.

El relato de Lorena es una interpelación a las políticas públicas, a su alcance, pero también a sus límites. Aunque ha habido avances en el reconocimiento formal de derechos para las personas LGBTI, estos no siempre se traducen en transformaciones materiales. La inclusión sigue siendo un terreno en disputa, y el mundo laboral uno de sus frentes más urgentes.

En un contexto donde la exclusión laboral empuja a muchas mujeres trans al trabajo informal, la prostitución o la migración forzada, la historia de Lorena ofrece otra narrativa posible, una desde el acceso a la educación, la estabilidad laboral, el reconocimiento de la identidad y la participación activa en la construcción de políticas públicas.

Su testimonio recuerda que la inclusión no es un eslogan de campaña, ni una foto para redes. Es una práctica cotidiana que empieza por abrir puertas y termina por cambiar vidas. La de Lorena, y la de tantas otras que vendrán detrás.

En una ciudad que se piensa diversa, pero que aún tiene profundas deudas con quienes han sido históricamente marginados, Lorena trabaja y siembra dignidad. Con cada documento revisado, cada actividad coordinada y cada palabra compartida, su presencia es una afirmación: el derecho al trabajo también es el derecho a ser.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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