Por Kevin Stick Wilches Castañeda
Desde el primer minuto, Until Dawn: Noche de Terror consigue una atmósfera inquietante. La fotografía, con su uso de sombras y espacios claustrofóbicos, logra un ambiente opresivo que encaja bien con el tono del juego original. A nivel visual y sonoro, la película cumple su función: los momentos de tensión están bien ejecutados, los sustos bien puestos, y la presencia del asesino y de los Wendigos es suficientemente inquietante para mantener la sensación de peligro constante.

Sin embargo, la película tropieza en su estructura narrativa. La premisa del bucle temporal, que en el videojuego funcionaba gracias a la interacción del jugador, aquí se siente menos orgánica y más como un truco repetitivo. El impacto emocional se diluye conforme los personajes mueren y vuelven a la misma noche, haciendo que las decisiones pierdan peso. En lugar de aprovechar el concepto para explorar el terror psicológico, la historia se mantiene dentro de los límites del slasher, sin arriesgarse a ir más allá.

Los personajes, aunque cumplen con los arquetipos clásicos del género, carecen de profundidad para que sus muertes importen. No hay suficiente desarrollo previo para sentir la desesperación y evolución de sus emociones con cada reinicio. Lo que en el juego era una experiencia inmersiva, aquí se vuelve una serie de eventos que no consiguen el mismo nivel de conexión con la audiencia.

En definitiva, Until Dawn: Noche de Terror, es un espectáculo visual sólido para los amantes del horror, pero no alcanza su potencial máximo. Funciona como entretenimiento, sí, pero no como una reinvención del género ni como una exploración profunda de su propia premisa. Es un juego de supervivencia atrapado en su propio bucle, ofreciendo sustos y tensión, pero sin trascender.