Por: Danniela Rodríguez
En la madrugada del 15 de abril de 1912, uno de los desastres más conocido del siglo XX marcó al mundo con el hundimiento del RMS Titanic, construido por la naviera White Star Line. Inició su viaje el 10 de abril desde Southampton, Inglaterra, con destino a Nueva York, llevando a bordo a más de 2.200 personas.
Con 269 metros de largo, 28 metros de ancho, una altura aproximada de 53 metros y 46.328 toneladas de peso este navío estaba considerado insumergible porque tenía en su diseño 16 compartimentos estancos que podían contener una inundación sin que el barco se hundiera.
Según el Comando de historia y Patrimonio Naval, la noche del 14 de abril, mientras cruzaba el Atlántico Norte, el Titanic chocó con un iceberg alrededor de las 22:00. El impacto abrió varias grietas por debajo de la línea de flotación, afectando al menos cinco de los compartimentos estancos y así consiguió que en cuestión de horas, el barco comenzara a inclinarse, partiéndose en dos antes de desaparecer bajo las heladas aguas del océano.

De acuerdo con National Geographic, “Alrededor de las 4 de la madrugada, el barco de la Cunard Line RMS Carpathia llegó al lugar del suceso. Logró rescatar a 705 pasajeros; el resto habían muerto ahogados o congelados debido a la glacial temperatura del agua”.
Entre los sobrevivientes se encontraban figuras como Margaret Brown, conocida como “la insumergible Molly”; J. Bruce Ismay, presidente de la White Star Line, cuya supervivencia fue criticada en la prensa por abandonar el barco mientras muchos pasajeros perecían: y Michel y Edmon Navratil, dos niños rescatados con 2 y 4 años conocidos como “los huérfanos del Titanic”.
En 1985, la expedición liderada por Robert Ballard localizó los restos del Titanic a unos 3.800 metros de profundidad, cerca de la costa de Terranova, devolviendo al mundo imágenes impactantes del naufragio.
Más de un siglo después, el Titanic sigue siendo un símbolo de ambición y error humano. Su historia ha sido objeto de numerosos estudios, documentales y películas, entre ellas la célebre producción de James Cameron de 1997.
La historia del Titanic no solo es un recordatorio del poder de la naturaleza y la fragilidad humana, sino también una llamada permanente a la prudencia en la búsqueda del progreso.