Por: Daniel Rojas Chía

La humanidad ha intentado encontrar durante siglos grandes secretos, a su vez rodeados por historias, fantasmas y hasta leyendas, que hacen de todas ellas una excelente oportunidad para la creación de narraciones, más que suficientes para hacer un largometraje.
Gore Verbinski es un director y productor estadounidense con logros destacables en la industria de Hollywood como Rango del 2011, cinta animada ganadora del premio Oscar, que no tiene ni tendrá un eco tan perdurable como la saga de Toy Story o Sherk, pero sin duda fue un merecido galardón fuertemente competido por otros dos éxitos de taquilla estadounidenses como “Kung Fu Panda” y “Puss in Boots” (El gato con botas), además de la francesa “Une Vie de Chat” (Un gato en París).
En 2017 el director estadounidense se embarca en un thriller psicológico donde hay numerosas referencias del género como “The shining” (1980) de Stanley Kubrick y “Shurren island” (2010) de Martin Scorsese, llevando al espectador a momentos incómodos desde el suspenso psicológico audiovisual, casi de manual.

“A cure for wellness” (La cura siniestra) nos presenta a un joven ejecutivo y con una gran ambición y percepción llamado Lockhart, interpretado por el también actor estadounidense Dane DeHaan, que es enviado por sus superiores a un remoto lugar en los imponentes Alpes suizos, con el objetivo simple, de llevar de regreso a un importante miembro fundador de la empresa donde según él, comenzaba a surgir.
Al llegar se encuentra con un gran centro de bienestar que proporciona terapias para entregar una cura milagrosa para los problemas de la humanidad. Luego de deambular por el centro buscando su objetivo, el joven ejecutivo pronto se dará cuenta que por cada paso que da, un misterio mayor atropella su mente ya desgastada por la realidad.
El director construye la narración, haciendo gala de su gran perspectiva visual y detallada construcción de cada plano, con un gran montaje y con planos de recursos inscritos en el género como pasillos profundos y de luz intermitente, la reconstrucción de paisajes con tránsito hacia lo irreal y la realización de sensaciones incómodas en lugares fragmentados con una buena actuación de sus actores.

A lo largo de la cinta los actores asumen diferentes matices que hacen subir la calidad de la línea narrativa; es cuando suben las expectativas de los espectadores traducidas en la angustia por lo que le espera al protagonista, y cómo bajo torturas se le obliga a hacer parte del tratamiento, convirtiéndolo en un huésped más.
Los puntos de giro de la película se tornan angustiantes a partir de la introducción de datos históricos alusivos a la trama o imágenes fuertes, que se acercan al terror con la buena puesta en escena, bien construida gracias a la locación de grandes paisajes, que alejada de toda realidad creaba una propia, en tanto que se distrae al espectador de la relación entre quién era el “bueno” y el “malo”.

Las casi dos horas y media de la cinta no se sienten gracias a los grandes escenarios, que trasladan a los espectadores por momentos del presente de la narración, pero también cuenta con baches en la construcción de la historia que influyen negativamente en el seguimiento de la trama, pero que sin embargo cumple con las expectativas.
“A cure for wellness” hace honor a su género, pero no llega a convertirse en ningún momento en un referente histórico, y aunque es predecible en muchas de sus líneas narrativas, la conclusión ofrece el impulso necesario para terminar con una gran sonrisa producto de su final propio del género de terror.
Vale la pena para pasar un rato agradable fuera del contexto mundial actual.