Por Daniel Rojas Chía
El cine recrea hechos históricos que persiguen los recuerdos de quienes los construyen y desde la memoria que permite recordarlos. Este es el caso del director, actor, productor de cine y de teatro, además de guionista, el irlandés Kenneth Branagh, que luego de desarrollar proyectos cinematográficos que no fueron tan reconocidos ni bien recibidos, regresa a ser uno de los directores más enfocados por los reflectores gracias a Belfast, su película estrenada en 2021.
También se encuentra otra película de este mismo director en estreno llamada Muerte en el Nilo, donde él hace parte del elenco. La película de Kenneth Branagh narra una historia con tonos claramente autobiográficos donde cuenta el inicio de los troubles, en el contexto del conflicto armado interétnico nacionalista en Irlanda del Norte entre protestantes y católicos a finales de los años sesenta del siglo pasado. La mirada de la narración recae en un niño de 9 años llamado Buddy (Jude Hill).
La historia nos adentra en un suburbio lleno de personas generosas en el seno de una comunidad cohesionada por sus tradiciones familiares y por el arraigo que produce el estar mucho tiempo en un lugar, que plantó un estilo de vida y normas difíciles de cambiar. La atención se la lleva de inmediato el pequeño que va perfilando a cada personaje, con imágenes enmarcadas en una buena construcción cinematográfica y una magistral dirección de fotografía, que permiten el disfrute en cada plano.
El recurso del blanco y negro atraviesa casi toda la cinta, que procura esa nostalgia y ese retorno a lo clásico, recurso del color que en mi opinión es un concepto del tiempo cuando se vuelve presente o atemporal, como el cine, precisamente el que se muestra en una sala de cine a todo color, a diferencia de los personajes presentes en los recuerdos del director.
La cinta de Kenneth Branagh recrea personajes valiosos gracias a magistrales interpretaciones como la inigualable Judi Dench en el papel de una abuela que transmite el conocimiento añejo de la vida, al igual que el abuelo interpretado por un refrescante Ciarán Hinds, un personaje cuya presencia afecta y articula ciertas transiciones de la historia. Una grata sorpresa fue la actriz irlandesa Caitriona Balfe en la interpretación de la madre de Buddy.
Aunque la cinta encuentra cierto equilibrio entre la narración histórica y la anecdótica de todos sus personajes, que se refiere a un relato semi autobiográfico por parte de su director, no logra entrelazar una narrativa que construya contundentemente en conjunto la película como se muestra en su confuso final, lleno de incoherencias y que por momentos toma estéticas de videoclip.
Aunque las actuaciones se complementan de manera valiosa gracias a la calidad del elenco, la cinta como un todo narrativo no logra conectar porque la confusa continuidad aporta poco para conectar al espectador con la historia, que por momentos se torna en una mezcla de anécdotas conectadas apenas con recuerdos específicos.
Siento que la cinta quiso entregar un final más amable y esperanzador que fuera mejor recibido. De ninguna manera Belfast deja de contener una belleza audiovisual valiosa para el cine, ni mucho menos le quita los méritos técnicos que de modo impecable tienen lugar durante una hora y treinta y ocho minutos de duración.
El manejo de la luz en cada uno de sus planos es una razón lo suficientemente convincente para disfrutarla, pero en lo personal no deja una historia lo suficientemente bien construida para que se consolide como el mejor trabajo de este multifacético y talentoso director.
Aun así, de seguro será un firme candidato a estar presente en los próximos premios Oscar en más de una nominación gracias a que está arropado por la crítica. Si se disfruta o no, juzguen ustedes.