Regresa al cine uno de los gatos más famosos del cine, reconocido ya sea por su incansable pereza o por sus constantes excesos de comida. Garfield, El icónico gato naranja está cerca de cumplir los 46 años y ni corto ni perezoso, no ha dejado de estar vigente con las nuevas audiencias.
El gato casero que odia los lunes y que adora la lasaña, está a punto de vivir una aventura en el terrible y salvaje mundo exterior. Tras una inesperada reunión con Vic, su ausente padre, Garfield y su amigo perruno Odie, se ven forzados a abandonar sus perfectas y consentidas vidas para unirse a Vic en un gracioso y muy arriesgado robo.
Garfield sale de su zona de confort, e intenta ser algo que las caricaturas por décadas se han encargado de construir, como la serie de televisión en dibujos animados y animación. El famoso gato naranja ahora es amable con Odie, es amable con su entorno e inclusive con Jon, cuando puede llegar a ser tan desagradable como perezoso. La película también es fiel visualmente en detalles como su casa, sus personajes, y su entrañable oso de peluche Pooky, pero sin duda es otro gato como lo conocemos.
Este nuevo gato está enfocado en una audiencia diferente a la de hace 20 años, en donde el estándar de todo público exige que sea otra cosa y no un gato que por momentos era desagradable, caprichoso y ventajoso con la inocencia de Odie y el cariño de Jon.
Garfield es una película lineal y llena de clichés argumentales que no la hacen mala, solo convencional, pero altamente recomendada para el público más pequeño porque está llena de mensajes familiares, desde su conflicto con su padre y su innegable ternura cuando se muestra un Garfield bebé genuino, el sentimiento que quiere suscitar, que en una hora y media de duración parece solo estar enfocada en un público infantil.
Que nunca falten la pizza, la lasaña, ni los confortables lugares de amor familiar, una recomendación que nunca sobra.
