Es interesante ver la capacidad de un director para interpretar un momento histórico, y combinar imágenes de archivo con ficción y armar una trama que sabe crear atmósferas con una modesta producción, que causa sensaciones como La Fuga, dirigida por Diego Espinosa y protagonizada por un impactante Hernán Méndez, que le da vida a Rodrigo Quintero, un comerciante pereirano que se va a Panamá huyendo de la extorsión de un corrupto expolicía.
En esta cinta de casi hora y media de duración, las cosas no salen como esperaba el protagonista, que es privado de su libertad en la Cárcel Nacional de Panamá, en plena dictadura del general Manuel Antonio Noriega. El sargento Lino, director de la prisión, amparado por el corrupto gobierno militar, empieza a extorsionarlo con la amenaza de extraditarlo a Estados Unidos, que lleva a Rodrigo a límites físicos y racionales, y a que en su mente apenas quede espacio para planear y ejecutar su fuga.

Esta película colombiana fue rodada en Pereira, Cartago y Buenaventura. Está ambientada en el Panamá de 1989, y es una versión libre, inspirada en un fragmento del libro Historias de Berlón: El Diplomático, de Bernardo Londoño, que relata lo que le sucedió a un hombre colombiano en una cárcel de Panamá durante el mandato del general Noriega.
Según su director Diego Espinosa: “La Fuga no es una biografía, no es una recreación, ni la adaptación del libro. Es un drama que, a partir de lo escrito en unas páginas de la obra, se fue nutriendo de elementos de ficción gracias a la investigación y revisión de documentos históricos y periodísticos elaborados entre 1987 y 1990”.

La película encuentra un tono adecuado con una paleta de colores que remite la imagen a los ochentas y su estética, con similitudes con Papillon (1973), o El expreso de medianoche (1978), con una cuidada dirección de arte de Paola Alejandra Gutiérre para involucrar a cada personaje desde la sensación de esa época, captando una atmósfera lúgubre entre la creciente sensación de desasosiego y la falta de esperanza que nutren espacios como un hospital abandonado, y la crueldad y la falta de compasión que se siembra en la cárcel panameña.
Es esta falta de esperanza lo que recoge el personaje de Rodrigo Quintero, que va perdiendo cada vez más humanidad, que, al parecer, cae en un viaje sin retorno hacia la locura, intentando salvar lo poco que quede de sí mismo, en un infierno recreado con interesantes movimientos de cámara difuminados por parte del director, y recursos clásicos de los pasillos, las ventanas pequeñas y la sensación constante de los espacios reducidos para crear ansiedad en el espectador.

Lamentablemente La fuga no encuentra un desarrollo en su tercer acto, que se apresura a no perder el desarrollo del personaje de Rodrigo, adentrándose en un final demasiado personal desde la locura, sin proponerle una idea clara al espectador, convirtiendo la cinta en algo confuso, sin claridad visual.
Una película colombiana con una buena idea, que por momentos tiene un buen desarrollo, que queda demasiado en los hombros de un sobresaliente Diego Espinosa, que es más de la mitad de la trama y el ritmo de la cinta, pero no logra concretar una vez más, lo que parece más le cuesta al cine colombiano: construir un buen cierre acorde a su narrativa y compactar la película. Juzguen ustedes.