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Cuando Shakira estuvo en la cárcel

El periodista Guillermo Romero Salamanca recuerda la vez que entrevistó a Shakira en una cafetería y le contó el día que pasó en un centro penitenciario.

Esa tarde de junio de 1995 Shakira Mebarak Ripoll le solicitó a la señora de la cafetería una aromática y una galleta dulce. No paraba de hablar. Se reía tímidamente y comentaba que lo más difícil de su vida era convencer a las personas. Contaba que tenía decenas de canciones en sus cuadernos y que esperaba continuar con sus grabaciones, pero que su empresa discográfica le daría la carta de libertad.

Unos meses después lanzaría “Pies descalzos” y en esa misma cafetería volvería a reflexionar. “En Colombia es difícil triunfar. Aquí se le presta primera atención a lo extranjero y luego a nuestro. Es como si no nos quisiéramos”, decía. Le preocupaba la indiferencia de la radio, la falta de espacios musicales en la televisión, la dureza de la industria discográfica y la falta de empresarios artísticos. “Tranquila, usted triunfará”, se le dijo.

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Su promotor de toda la vida fue su propio padre, don William Mebarak. Cuando yo dirigía Viernes Cultural (una publicación que alcanzó a ser publicada en los diarios El Colombiano, Vanguardia Liberal, El País, El Universal, El Nuevo Día, El Heraldo y La Tarde), don William me envió una carta en la cual me decía cosas como estas:

-“En el momento en que escribo estas breves líneas con sabor a biografía sintética y sinóptica de Shakira, me parece estar sintiendo el pellizco disimulado de mi señora que pretende de esta manera silenciarme, porque “tantas veces te he dicho que no hables elogiosamente de Shakira delante de otras personas, deja que sean ellas quienes lo hagan y no su papá”.

“Y en eso su madre tiene mucha razón, porque las cosas que en materia de alabanzas se diga de un padre, de un hijo, de una esposa, de un hermano, siempre parecerán “mentiras verdaderas”, por lo tanto y para bordear ese arrecife de coralinas fantasías, me someterá a los áridos de la rigurosa ética y veracidad. No diré que la niña, antes de cumplir los once años había compuesto 28 canciones, letra y música, algunas de ellas ya editadas en su primer larga duración”.

“Tampoco diré que la canción “Magia” y que todo el país conoció como éxito indiscutible, fue compuesta a la edad de trece años, momentos antes de enviar el casete de prueba a la Sony para su edición definitiva”.

“Tampoco debo acordarme que tres sicólogos, en diferentes épocas de su vida, a los dos, cinco y once años y mediante los correspondientes test, coincidieron en calificar a Shakira en el nivel de inteligencia superior por tener 4 años más de edad mental…”

“Y también sé que no debo mencionar el hecho de que obtuvo su grado de bachiller a la edad de 15 años. Que tiene en su haber y de su propia autoría más de 80 canciones, letra y música, de las cuales ya hay 30 editadas, contando las del tercer LP, “Pies descalzos”.

“Quiero acordarme también que el tercer lugar que ocupó en Viña del Mar, acabando de cumplir los 16 años, lo consiguió “Eres” canción de su autoría”.

Y don William seguía diciendo que, en lo espiritual, observaba una afanosa búsqueda de respuestas, planteando interrogantes acerca de los misterios de la vida y trepando hasta insospechadas alturas de íntimas vivencias.

El famoso periodista Édgar García Ochoa, “flash”, también era uno de sus más gestores promotores. La había conocido cuando apenas tenía 9 años y la había llevado a cantar a varios de sus programas sociales a través de su espacio radial. “Desde el primer momento, al conversar con la niña, supe que encontraba con alguien diferente. No hablaba como un ser infantil, sino como una personita adulta”, escribió en su libro “Cuando la vida era una fiesta”.

Ahora cuando ha recibido todos los premios de la música es necesario recalcarle su afán por trabajar. Nunca se ha negado a las intensas jornadas de promoción, ni de aprovechar al máximo para hablar con los periodistas.

Un verdadero reto para su vida artística de Shakira ese momento, fue cuando aceptó una invitación para cantar en la cárcel del Buen Pastor en Bogotá. El verdadero lanzamiento del disco “¿Dónde estás corazón?”, lo hizo allí frente a 420 reclusas.

“De verdad deseo entregar con esta nueva producción un suceso en Colombia. Quiero que todos canten mis canciones, desde el más rico hasta el más humilde”, comentó mientras se acariciaba suavemente su larga y negra cabellera y jugaba con sus doce anillos.

Quiero cantar en una cárcel y mostrar mis nuevas canciones”, agregó sin desparpajo, ese medio día del 26 de septiembre de 1995, día de Las Mercedes, en una improvisada tarima y rodeada de las más cuestionadas mujeres de Colombia.

El primer aplauso originó una tempestad de alegría y la cantante barranquillera tomó el micrófono. Con voz suave se dirigió a la concurrencia: “Estoy con ustedes y mi saludo va con especial cariño”. De inmediato entonó a capela: “¿Dónde estás corazón?’. El silencio se hizo presente. Así, sin músicos, sin equipos sofisticados estaba allí frente a 420 inquietas mujeres. Afinada. Aplomada y con toda la seguridad del mundo prosiguió su canción con verdadera firmeza. Cuando llegó a la parte del coro, todas las reclusas le siguieron la canción y la emoción más grande llegó cuando entonaba: “Te busqué en el armario, en el abecedario, debajo del carro, en el negro, en el blanco, en los libros de historia, en las revistas, en la radio…”.

Luego vino su estreno. “Estoy aquí” era la prueba de fuego para la vocalista hija de don William Mebarak y doña Nidia Ripoll. Llamó al escenario a varias voluntarias para que la acompañaran en el nuevo coro. Aplausos, risa, alegría, nerviosismo, histeria…

Shakira, quien conquistará al mundo entero, la mujer que se muerde las uñas, la amante de la arepa de huevo, cantó y encantó.

En un momento de desprendimiento, Shakira regaló sus anillos a varias reclusas. “no eran ni de oro, ni con esmeraldas, eran sencillas joyas coleccionadas a lo largo de mi vida, detalles de amigos o recuerdos en general”, nos dijo.

Temblaba. Sus manos estaban frías, pero respiraba emocionada. “Yo considero que este trabajo discográfico lograré objetivos y saldré a nivel internacional”, alcanzó a comentar.

“Pies descalzos” sirvió para llevarla al estrellado y para romper la carta de libertad que le tenía preparada su disquera. Meses después recibió la máxima distinción para un artista de Colombia: “El premio prisma”, por vender un millón de copias.

Las visitas a la cafetería se olvidaron y otros universos comenzaron a invadir a la barranquillera nacida el 2 de febrero de 1977. “Pies descalzos” se convirtió en el fenómeno musical de América Latina. Se vendieron más de 5 millones de copias. Shakira se convirtió en una figura internacional con una gira de conciertos de casi dos años, interpretando sus temas ante el público alrededor del mundo. En sólo Brasil sus seguidores se llevaron más de un millón de álbumes.

Era su momento triunfal. Había abandonado el formato de pop ligero que venía haciendo y había declinado las sugerencias de los genios artísticos de su disquera que le decían que “reencauchara” y buscara “algo más comercial”. A cambio insistió en grabar música con su estilo particular: una mezcla de pop y rock sin precedentes en la música colombiana, menos aún en una mujer.

Ese año se llevó tres premios de la Asociación de Periodistas del Espectáculo, ACPE.

Y Shakira se internacionalizó. Dejó como amiga a su jefe de prensa, María Mercedes Sánchez y toda clase de personajes aparecieron en la palestra de esta cantante. Desde quienes decían que la habían descubierto, hasta empresarias que decían que el color que mejor le quedaba era el lila.

Se unió a la oficina del músico cubano e impulsor de artistas Emilio Estefan y la revista Time la seleccionó entre docenas de cantantes latinas para adornar una portada y titular “Era de la rockera”.

El gobierno colombiano la nombró como Embajadora de buena voluntad. El Papa Juan Pablo II le concedió una audiencia en el Vaticano y en Mónaco fue galardonada como la Mejor artista Latina. El nobel Gabriel García Márquez hizo sobre su vida y obra un artículo para la revista “Cambio” y el 13 de septiembre del 2000 recibió el Premio Grammy en la categoría “Mejor vocalista femenina pop”, máxima distinción para una cantante colombiana.

Para el lanzamiento de su álbum “Dónde están los ladrones” ya decenas de periodistas acudieron a su cuartel general en el Hotel Cardozo de Miami. Cada uno tenía escasos 15 minutos para charlar con la vocalista. En la puerta tenía una limosina blanca, de 14 metros para llevar a sus padres por toda la ciudad. Y aunque ya no pedía aromática con galletas, degustaba fresas con crema y soñaba con la paz de Colombia. “Ojalá, algún día, todos se den cuenta que, con trabajo, empeño, tesón se puede salir adelante, sin hacerle mal a nadie, sin envidias, sin rencores. Ojalá algún día, los medios de comunicación apoyen de verdad a los colombianos y dejen ver su talento…”, dijo.

Han pasado los años y ahora reaparece. Otra vez grande, una vez más humilde. Y así es Shakira, tal como lo define su nombre en árabe, “una mujer llena de gracia”, número uno del mundo.

| Nota del editor *

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