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“Los hijos no son bienes individuales, sino son personas que contribuyen al crecimiento de todos, aportando riqueza humana y generacional”: papa Francisco

Al dirigirse a las Autoridades y Representantes de la Sociedad Civil de Italia, el Santo Padre les agradeció por su compromiso en la lucha contra el “invierno demográfico”; de modo especial, agradeció a Gigi De Palo, Presidente de la Fundación para la Natalidad, promotor de este evento que afronta la problemática de la natalidad como un tema central para todos, especialmente para el futuro de Italia y de Europa y mostró dos fotografías que sucedieron recientemente.

“Hace quince días, mi secretario paseaba por la Plaza y vino una madre con un cochecito de bebé. Él, un sacerdote de corazón tierno, se acercó a bendecir al niño, y era un perrito… Hace quince días, en la Audiencia de los miércoles: yo iba a saludar, y pasé por delante de una señora, de cincuenta años más o menos -¡como yo más o menos! – saludé a la señora, y ella abrió una bolsa y dijo: ‘bendice a mi bebé’… Un perrito… Ahí no tuve paciencia y regañé a la señora: ‘Señora, ¡tantos niños con hambre, y usted con el perrito! Hermanos y hermanas, éstas son escenas del presente, pero si las cosas siguen así, ésta será la costumbre del futuro… tengamos cuidado”.

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En este sentido, el Papa Francisco dijo que, el nacimiento de los hijos es el principal indicador para medir la esperanza de un pueblo. Si nacen pocos niños significa que hay poca esperanza. Y al recordar que el año pasado Italia alcanzó el mínimo histórico de nacimientos, dijo que esto no sólo tiene repercusiones desde el punto de vista económico y social, sino que mina la confianza en el futuro.

“Hoy en día, traer hijos al mundo se percibe como una tarea a cargo de las familias. Y esto, desgraciadamente, condiciona la mentalidad de las jóvenes generaciones, que crecen en la incertidumbre, cuando no en la desilusión y el miedo. Viven en un clima social en el que fundar una familia se está convirtiendo en un esfuerzo titánico, en lugar de ser un valor compartido que todos reconocen y apoyan. Sentirse solo y obligado a confiar únicamente en las propias fuerzas es peligroso: significa erosionar poco a poco la vida en común y resignarse a existencias solitarias, en las que cada uno tiene que arreglárselas por su cuenta. Con la consecuencia de que sólo los más ricos pueden permitirse, gracias a sus recursos, más libertad a la hora de elegir qué forma dar a sus vidas. Y esto es injusto, además de humillante”.

Hoy más que nunca, afirmó el Santo Padre, en medio de guerras, pandemias, desplazamientos masivos y crisis climáticas, el futuro parece incierto. De hecho, la velocidad que nos rodea aumenta la fragilidad que llevamos dentro. Y en este contexto de incertidumbre y fragilidad, las generaciones más jóvenes experimentan más que nadie un sentimiento de precariedad, por el cual el mañana parece una montaña imposible de escalar. Y comentando las palabras de la Primera Ministro de Italia, el Papa dijo que esta es la crisis de hoy.

“Las dificultades para encontrar un trabajo estable, las dificultades para mantenerlo, las casas prohibitivamente caras, los alquileres por las nubes y los salarios insuficientes son problemas reales. Son problemas que cuestionan la política, porque está a la vista de todos que el libre mercado, sin los correctivos necesarios, se vuelve salvaje y produce situaciones y desigualdades cada vez más graves”.

Y narrando una anécdota de algunos años atrás, de algunas personas que buscaban trabajo, el Papa Francisco dijo que existe una cultura poco amiga de la familia, incluso se podría decir que es enemiga de la familia, centrada como es en las necesidades del individuo, donde se reivindican constantemente los derechos individuales y no se habla de los derechos de la familia.

“En particular, existen limitaciones casi insuperables para las mujeres. Las más perjudicadas son precisamente ellas, mujeres jóvenes a menudo obligadas a la encrucijada entre carrera y maternidad, o aplastadas por el peso del cuidado de la familia, sobre todo en presencia de ancianos frágiles y personas dependientes. En este momento, las mujeres son esclavas de esta regla del trabajo selectivo, que les impide también la maternidad”.

Ante ello, el Santo Padre señaló que existe la Providencia, y millones de familias lo atestiguan con sus vidas y sus elecciones, pero el heroísmo de tantos no puede convertirse en una excusa para todos. Se necesitan políticas con visión de futuro. Hay que preparar un terreno fértil para que florezca una nueva primavera y dejar atrás este invierno demográfico.

“Y, puesto que el terreno es común, como comunes son la sociedad y el futuro, es necesario abordar el problema juntos, sin vallas ideológicas ni posturas preconcebidas. Es cierto que, también con su ayuda, se ha hecho mucho, y por ello les estoy muy agradecido, pero aún no es suficiente. Debemos cambiar de mentalidad: la familia no es parte del problema, sino parte de su solución. Y por eso me pregunto: ¿hay alguien que pueda mirar al futuro con el valor de apostar por las familias, por los niños, por los jóvenes?”.

El Papa Francisco también indicó que, no podemos aceptar que nuestra sociedad deje de ser generativa y degenere en tristeza. Cuando no es generativa llega la tristeza. No podemos aceptar pasivamente que tantos jóvenes luchen por realizar su sueño familiar y se vean obligados a bajar el listón del deseo, conformándose con sucedáneos privados y mediocres. ¡Todo es bueno y correcto cuando forma parte de un proyecto generador y más grande; si, por el contrario, se quedan sólo en aspiraciones individuales, se marchitan en egoísmo y conducen a ese cansancio interior.

“Este es el estado de ánimo de una sociedad no generativa: ¡cansancio interior que anestesia los grandes deseos y caracteriza a nuestra sociedad como una sociedad del cansancio! ¡Demos de nuevo aliento a los deseos de felicidad de los jóvenes! Cada uno de nosotros experimenta cuál es el índice de su propia felicidad: cuando nos sentimos llenos de algo que genera esperanza y calienta el alma, es espontáneo compartirlo con los demás. Por el contrario, cuando estamos tristes nos ponemos a la defensiva, nos encerramos en nosotros mismos y percibimos todo como una amenaza. Aquí, tanto la natalidad como la acogida, que nunca deben oponerse porque son dos caras de la misma moneda, nos revelan cuánta felicidad hay en la sociedad”.

Después de haber compartido las preocupaciones que el Pontífice llevaba en el corazón, el Papa pronunció una palabra que le es muy querida: esperanza. El reto de la natalidad es una cuestión de esperanza. Pero cuidado, la esperanza no es, como a menudo se piensa, optimismo, no es un vago sentimiento positivo sobre el futuro. No es una ilusión ni una emoción; es una virtud concreta. Y tiene que ver con opciones concretas.

“La esperanza se alimenta del compromiso de cada uno con el bien, crece cuando nos sentimos partícipes e implicados en dar sentido a nuestra vida y a la de los demás. Alimentar la esperanza es, por tanto, acción social, intelectual, artística, política en el más alto sentido de la palabra; es poner las propias capacidades y recursos al servicio del bien común, es sembrar futuro. La esperanza genera cambio y mejora el futuro”.

Y al referirse a este encuentro, el Santo Padre dijo que le gusta pensar a los “Estados Generales de la Natalidad” -ahora en su tercera edición- como una obra de construcción de la esperanza. Una obra en la que no trabajamos por encargo, porque alguien paga, sino que trabajamos todos juntos precisamente porque todos queremos tener esperanza. Por eso espero que esta edición sea una oportunidad para “ampliar la obra”, para crear, a muchos niveles, una gran alianza de esperanza.

“Aquí es bueno ver a los mundos de la política, la empresa, la banca, el deporte, el espectáculo, el periodismo, reunidos para pensar en cómo pasar del invierno a la primavera demográfica. Sobre cómo empezar a nacer de nuevo, no sólo físicamente, sino interiormente, para salir a la luz cada día e iluminar el mañana con esperanza. No nos resignemos a la grisura y al pesimismo estéril. No creamos que la historia ya está marcada, que no se puede hacer nada para invertir la tendencia. Porque -permítanme decirlo en mi lenguaje preferido, el de la Biblia- es precisamente en los desiertos más áridos donde Dios abre nuevos caminos (cf. Is 43,19). Busquemos juntos esos nuevos caminos en este árido desierto”.

La esperanza, en efecto, concluyó el Papa Francisco, nos llama a ponernos en marcha para encontrar soluciones que den forma a una sociedad a la altura del momento histórico que vivimos, una época de crisis marcada por tantas injusticias. La guerra es una de estas

“Reactivar la natalidad es reparar las formas de exclusión social que afectan a los jóvenes y a su futuro. Y es un servicio para todos: los hijos no son bienes individuales, sino son personas que contribuyen al crecimiento de todos, aportando riqueza humana y generacional. También aportando creatividad al corazón de los padres. A ustedes, que están aquí para encontrar buenas soluciones, fruto de su profesionalidad y competencia, quiero decirles: siéntanse llamados a la gran tarea de regenerar la esperanza, de poner en marcha procesos que den impulso y vida a Italia, a Europa, al mundo. Que nos traigan muchos niños”.

Vaticano News

| Nota del editor *

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