Por: Daniel Rojas Chía
Cuando un evento puntual marca el punto de partida narrativo de una película desde su título, y su cartel anuncia por anticipado un crimen sin resolver, alto es el riesgo de perder la atención del espectador, pero sin duda el director alemán Dominik Moll logra con creces que valga la pena el riesgo.
Una película que pasó desapercibida por los Oscar, que no tiene la atención que merece en este lado del mundo, cuando fue un gran éxito del público y la crítica del año en Europa, con seis Premios César, entre ellos, a mejor película y a mejor directora, ahora se muestra en las salas del país.
La cinta francesa inicia en la noche del crimen, cuando la policía judicial pone a todos sus investigadores para resolver el asesinato de Clara. Mientras pasan los días, son incapaces de resolverlo, tanto que se les convierte en una obsesión. Yohan (Bastien Bouillon), resulta más afectado de lo que pensaba. La investigación se desarrolla con sospechosos que vienen y van, pero solo hay una certeza, un crimen fue cometido la noche del 12.
Desde su inicio esta cinta toma un ritmo pausado pero constante, con una sutil tensión que, de forma hábil propone el director a partir de los conflictos de cada personaje que alimentan inteligentemente la trama, ayudando a un metódico thriller.
Las actuaciones de sus personajes le entregan a la historia un equilibrio en donde ningún personaje toma demasiada atención, siempre enfocando la expectativa en el crimen. Esto hace que el espectador se vuelva un detective más que intenta resolver el caso señalando a su sospechoso.
Las particularidades de los personajes permiten una serie de sospechas que ponen en cuestión las responsabilidades de la misma víctima desde cuestionamientos morales, poniendo en juego constantemente los señalamientos del espectador, información que ayuda a alimentar la trama.
La noche del crimen consigue un nivel de atención alta, difícil de mantener en el lenguaje cinematográfico y del género, más meritorio aun cuando consigue que con cada punto de giro se haga más evidente la tensión. Equilibrada y sorprendentemente interesante, Moll dirige la película francesa más sobresaliente del año.