El evento, titulado “Mujeres que crean impacto”, se llevó a cabo en el stand de la institución en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), ubicado en el pabellón 3, segundo piso, stand 110, y reunió a seis mujeres líderes de la vida nacional y de la Corporación Minuto de Dios, quienes compartieron sus historias de vida, retos y aprendizajes en el camino del servicio social y el liderazgo con sentido.
El conversatorio fue una invitación a detenerse y mirar con atención el papel que juegan las mujeres en escenarios de transformación, muchas veces desde el anonimato y siempre desde la coherencia entre el decir y el hacer. Este espacio cobró especial valor en una institución donde, según se resaltó, la mayoría de su personal está compuesto por mujeres comprometidas con el cambio.
Las participantes relataron cómo descubrieron su vocación de servicio, muchas veces motivadas por experiencias familiares, sensibilidades personales o la necesidad de construir un modelo de vida que pusiera a otros en el centro. Desde la decisión de dejar un trabajo corporativo para dedicarse a restaurar muebles con sentido social, hasta la convicción surgida en la infancia de que los privilegios debían compartirse, los testimonios fueron tan diversos como profundos.
Este punto de partida común —el deseo de servir— evidenció que el liderazgo femenino no surge de la imposición, sino del encuentro con un propósito que da sentido a la vida. En palabras de una de las embajadoras, “el ejemplo de generosidad en casa fue mi primera escuela de liderazgo”.
Lejos de los estereotipos, las panelistas coincidieron en que liderar no siempre significa ocupar cargos visibles. “El liderazgo se vive en casa, en el barrio, en la forma como tratamos a los demás”, compartió una de ellas. Las habilidades clave señaladas fueron tan prácticas como profundas: organización, respeto, empatía, autenticidad, y una intención clara que impulse cada acción.
Liderar, dijeron, es también saber escuchar, confiar en el equipo, mantener la identidad propia y actuar con coherencia. La reflexión final fue contundente: un líder verdadero no siempre busca serlo, pero transforma desde el ejemplo.
Las historias de vida compartidas también abordaron el miedo y la adversidad. Algunas hablaron de la crítica social por tomar caminos no convencionales, otras de enfermedades que pusieron a prueba su fe y resiliencia, o del peso emocional de trabajar con poblaciones vulnerables. También se tocaron temas como el síndrome del impostor, la amenaza en zonas de conflicto y la difícil conciliación entre vida familiar y profesional.
Pero en cada relato hubo un mismo hilo: el miedo no desaparece, se aprende a caminar con él. La valentía, señalaron, consiste en levantarse cada día y continuar.
Uno de los momentos más introspectivos del conversatorio fue la intervención sobre meditación. En un mundo agitado y con altos niveles de ansiedad, se propuso detenerse, respirar, observar los pensamientos sin juzgar. “La respiración es el ancla”, dijo una de las embajadoras, recordando que nuestra mente necesita ser editada, como un libro. Con herramientas simples —como pausas conscientes durante el día— es posible retomar el control y la calma.
El encuentro cerró con un balance sobre la equidad de género. Aunque se reconocieron avances importantes, también se evidenció que aún hay brechas por cerrar, como la deserción escolar de niñas rurales debido a la falta de condiciones básicas. El machismo, apuntaron, no solo es masculino: también puede estar interiorizado por las propias mujeres.
La educación, el ejemplo en casa, y el trabajo con las nuevas generaciones fueron resaltados como caminos para transformar esa realidad. Lejos de victimizarse, las participantes invitaron a mirar las fortalezas del ser mujer, abrazarlas y liderar desde ellas.