Por: Luis Eduardo Forero Medina
Dos papas, uno polaco nacido y educado en esa tierra; y otro alemán, fueron los primeros en sacar a la memoria a las generaciones un capítulo de la historia que no por horrendo se debe archivar: el campo de exterminio de Auschwitz -Birkenau, en Polonia, desmantelado en 1946. “Aquellos oscuros recuerdos deberían reforzar nuestra determinación de acercarnos aún más los unos a los otros, como ramas del mismo olivo, alimentados por las mismas raíces y unidos por el amor fraterno”, dijo el papa Emérito.
San Juan Pablo II fue el primero en 1979 que desde la Sede de San Pedro se dirigió como peregrino al territorio en el que se halla el campo Auschwitz, “donde muchos judíos —madres y padres, esposos y esposas, hijos e hijas, hermanos y hermanas, amigos— fueron brutalmente exterminados bajo un régimen sin Dios que propagaba una ideología de antisemitismo y odio”. (Benedicto XVI) “Los potentados del Tercer Reich querían aplastar al pueblo judío en su totalidad, borrarlo de la lista de los pueblos de la tierra” (Benedicto XVI; 28/05/2006).
Tres Sucesores de Pedro han recorrido en Auschwitz el muro del exterminio, las ruinas de los hornos crematorios y las lápidas de Birkenau grabadas en 20 lenguas. Particularmente los papas se han detenido en la lápida con la inscripción en lengua hebrea. “De la guerra son responsables no sólo los que la causan directamente, sino también aquellos que no hacen todo lo posible por impedirla”, sentenció en esa oportunidad.
¿Qué es Auschwitz?
San Juan Pablo II lo describió no “para acusar a nadie, también para recordar”: Auschwitz es un lugar, construido para la negación de la fe –de la fe en Dios y de la fe en el hombre–. Un lugar que fue construido sobre el odio y el desprecio del hombre; es una cuenta con la conciencia de la humanidad; un lugar que fue construido sobre el desprecio del hombre y de la crueldad, en nombre de una ideología loca; el lugar en que fue pisoteada de modo tan horrendo la humanidad, la dignidad humana; es el lugar del terrible estrago, que supuso la muerte para cuatro millones de hombres de diversas naciones; es un testimonio de la guerra; un lugar donde queremos pensar en cada pueblo y en cada hombre como hermano; en fin, es un lugar que no basta solo visitarlo, es un lugar donde se ha llevado a cabo una particular victoria del ser humano mediante la fe. (San Juan Pablo II, 7/06/1979).
Para el papa proveniente de Alemania que visitó Auschwitz en 2006, es un “lugar de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia; en un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, ¿Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?” (28/05/2006). El papa Francisco adelantó un viaje el 29 de julio de 2016, en el que el silencio y la oración marcaron los momentos de la visita, y caminó lentamente hacia el muro de los fusilamientos.