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Quebrada la Vieja: espacios de reivindicación y reflexión en un mundo amenazado por el hombre

Por: 

Realizado por Julián León

Hemos esclavizado y maltratado tanto al resto de la creación que, si pudieran formular una religión, sin lugar a dudas representarían al diablo con nuestra forma’’

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William Ralph Inge (teólogo británico)

¡No me abandonen! ¡No lo hagan! Palabras duras. Palabras que retumbarían en el subconsciente de la humanidad entera el día que, exitosamente, se logre escuchar los lamentos silenciosos de la Madre Tierra, Pacha Mama, Madre Naturaleza, infinidad de nombres para una misma noción: ¡La creadora de vida! No nos limitemos a analizar la última frase del renglón anterior bajo un marco religioso; no es cuestión de dogmas específicos ni de espiritualidades fútiles y supuestamente altruistas. La tierra ha sido modificada, robada, saqueada y escupida en su rostro por sus mismos hijos. En realidad, son muy contadas las veces en que el ser humano ha tenido intenciones de reivindicación frente a ella, y es allí donde se encapsula este pequeño escrito: Quebrada la Vieja como espacio de encuentro reflexivo entre el hombre y la naturaleza.

Con una historia rica en procesos ciudadanos, en democracia y participación activa, el recinto natural adquirió popularidad desde la segunda mitad del siglo pasado en medio de confrontaciones entre los habitantes del sector de Chapinero alto y las alcaldías de turno referente al uso del vasto terreno. La denotación de uso fue intencional: cuestiones antropocéntricas tal vez han inducido a una superioridad del hombre frente a sus similares naturales y resultado de ello son todas las vejaciones que se ven hoy en día: ríos secos, deforestaciones masivas de extensas zonas, tortura de animales, un planeta al borde del colapso ecológico, etc.

Quebrada la Vieja se ubica en la carrera séptima con calle 72. En medio de lujosos apartamentos y pent-houses donde reside una pequeña parte de la clase elitista del país; levanta sus imponentes árboles ancestrales a lo largo de una montaña cubierta del mejor tapete proporcionado por la madre naturaleza: el verde. El sendero es celosamente cuidado por policías bachilleres y profesionales quienes alzan a mirar con detenimiento cada vez que pasa una persona por el trayecto; ya que en los alrededores la gente suele ser adinerada, no sería nada raro si estos policías se topan con algún ministro, político o persona famosa viviendo un rato de esparcimiento y ejercitación corporal y espiritual.

El cambio de atmósfera que vive el interesado en vivir la experiencia es monumental. Llegando por Transmilenio, el visitante tiene que descender en la estación de la calle 72. Es temprano, hace frío y ya se ven a los primeros ejecutivos y empleados llegando a los sitios de comercio aledaños. La hora: 6:30 a.m de un miércoles ordinario en las vidas citadinas.

Se debe caminar hacia los cerros orientales, y se debe tener en cuenta esa indicación o si no, la opción popular del colombiano: pregúntele al vecino más cercano. El recorrido pasa por la Universidad Pedagógica, por la emblemática Iglesia de la Porciúncula con su inusual arquitectura gótica y por un montón muchos centros comerciales que ofrecen gran variedad de tiendas para gente con buenos recursos económicos.

No hay modo alguno de perderse en el camino. Solo es seguir la linealidad de la calle 72 hasta la séptima y, justo cuando comience a ver pomposos rascacielos, lujosos Mercedes Benz descendiendo por las calles empinadas y personas paseando caninos de sangre pura, sabrá que está cerca de la Quebrada la Vieja. La pureza del aire, la mejor señal de cercanía.

Es llamativo que las clases más consumidoras de la jerarquía social sean, paradójicamente, las que prefieren estar rodeadas de espacios vitales como este. Haga el contraste, analice los cuidados que se le ofrece a las pequeñas quebradas de locaciones menos favorecidas de la ciudad frente a la que usted encontrará en la dicha zona. “Es cuestión histórica”, dice Eduardo Mejía, el guía del sendero encargado por la alcaldía, este prosigue, “desde la llegada de los españoles, el tener un río o quebrada cerca de las viviendas significaba tener en dónde tirar los desechos humanos. Esa es la razón de ver, por ejemplo, la construcción de viviendas desde el siglo pasado: los ríos pasan a ser patios traseros, nunca hay una construcción que le dé el frente al espacio acuífero. Es un tipo de invisibilización simbólica”, concluye.

En algún punto la naturaleza le llegó a incomodar tanto al humano que optó por invisibilizarla como lo expresó el guía. Debates actuales en diversos aspectos y relacionados con la formación del periodista, hablan del derecho urgente a la comunicación, del derecho al mismo derecho de expresar, de sentir y de vivir, ¡vivir!, ¡eso es lo que necesita la naturaleza!, vivir en sus espacios convencionales sin ser abusivamente alterada. Siguiendo una operación contraria, llegamos a los panoramas de los que ya hablamos y somos testigos de tragedias naturales de las que nos apenamos como la reciente en Mocoa. Me disculpo con los creyentes, si llego a quebrantar las susceptibilidades que todos tenemos y que hacen parte de nuestra carnalidad, pero viendo las cosas como son, Dios no debería estar para nada feliz de tantos atropellos a su máxima creación. Claro está, atendiendo a la histórica génesis católica.

El trayecto dentro de la montaña está calculado en una hora a paso lento y meditador. Meditador porque este espacio insta a hacerlo, lo hace necesario y al tiempo importante. Lo convierte en algo así como la norma superior y sin la cual el visitante haría de su estadía una simple caminata pasajera e intransigente. Los escalones naturales que facilitan la subida a las cúspides donde siempre aguarda un policía, parecen que hayan sido pensados para todas las edades posibles. Arquitectura de la madre tierra, nunca desaparezcas.

Los pasos y el cansancio se hacen provechosos con el trascurrir del tiempo. Cada paso apunta a una vivencia personal: reflexione, reflexione y por último reflexione. Inténtelo usted mismo, llevado por el maravilloso ritmo de los pájaros cantando en las copas de los árboles, y piense cómo va su trayecto terrenal, sus relaciones, su camino en la vida. Eso es estar en conexión con la naturaleza, eso es vivir.

9:15 a.m. El sol comienza a dar sus máximos toques tibios que traspasan las copas de los legendarios árboles como una potente flecha en el blanco. Se cruzan puentes hechos con restos de madera penetrada por los hongos conquistadores. Durante la expedición se escucha siempre el suave susurro del agua de la quebrada que le da nombre al lugar chocando contra las rocas cuesta abajo. Es un sonido suave, tenue y tranquilizante. A propósito del tema, pareciese que la Madre Tierra dedica estas suaves melodías al oído humano, sordo por la avaricia, el afán rutinario y la ignorancia con la que ha olvidado sus raíces originarias.

Un hermoso bosque es el anfitrión del gran final que hace valedera la experiencia. Se asemeja a las más ilustrativas narraciones de los grandes prados salvajes canadienses en época de otoño. La alfombra verde esta vez es cambiada por vegetación que ya cumplió su deber en vida y ahora juega el rol de colchón natural: el piso es confortable, suave y parece que se estuviera caminando sobre la cama más suave del mundo. Por un momento usted podrá sentir que levita como las grabaciones (sean reales o no), de la llegada del hombre a la Luna.

Las hojas en el suelo son motivo de reflexión; no vaya a creer que el cansancio lo llegó a impedir. Todo tiene un alfa y un omega; un comienzo y un fin. Somos escépticos frente a la espiritualidad con la naturaleza. Así como los cuerpos orgánicos de las hojas, nuestros orgánicos recipientes llamados cuerpos algún día morarán en cenizas sobre o bajo la imponente masa viva llamada tierra. Es cuando se piensa, ¿para qué tantas cosas materiales?, ¿para qué gastar una vida rodeado de cosas fútiles a sabiendas de que, como rezan las abuelas, te mueres y nada te llevas? Preguntas así deberían humanizar, o incluso, naturalizar (o si se quiere ecologizar) la lógica mercantilista que rige la mayoría de vidas.

Al final por entre los arbustos sabaneros se divisa la cálida ciudad de concreto; rascacielos deslumbrantes en construcción como el Bacatá, extensos prados urbanos y los infaltables centros de comercio reestructuran el pensamiento citadino del visitante, que había sido remplazado momentos antes, en la reflexión provechosa del sendero ecológico. El cansancio adquirido durante la conquista de la montaña, reposa esta vez sobre el delicioso sentir de una victoria ganada: la cumbre de Quebrada la Vieja fue alcanzada finalmente, pese a sus sinuosos caminos.

La Madre Tierra, dentro de su sabiduría milenaria, diseñó un recorrido que estuviera abastecido de los mejores y más ricos recursos para despertar la reflexión en sus ocupantes. Lo diseñó con caídas de aguas tranquilas, cantos de pájaros silvestres, vigías ancestrales de madera ocupados por micro especies animales y una hermosa vegetación que podría haber sido importada desde la más bella representación del paraíso bíblico.

Fue una experiencia enriquecedora. Al llegar al final, es decir de vuelta a la ciudad, el espíritu sale limpio y en las mentes de los expedicionarios comienza a nacer una idea fuerte y básica: la naturaleza lo es todo. ¿En qué momento la olvidamos? Lo anterior tiene una explicación simple como argumenta el biólogo Oscar Naranjo, parte del cuerpo de expertos ambientales del Jardín Botánico de Bogotá: “La Universidad de Wisconsin-Madison, en EE.UU., realizó en 2014 un estudio sobre los efectos de estar expuesto a lugares altamente naturales como Quebrada La Vieja, y se llegó a la conclusión de que estos lugares liberan al ser humano del estrés, ansiedad y depresión. Por otro lado, la presencia de estos lugares influye en el éxito de las personas pues las hace tener una calidad de vida más alta”.

Los naturalistas que sueñan con un mundo más verde y emancipado del humo contaminante que trae consigo un largo proceso de industrialización histórica, deben saber que no están solos. Movimientos ambientalistas, animalistas y muchos otros que están saliendo a la luz en reivindicación con la naturaleza, están llenando cada vez más los ámbitos rurales y citadinos de ciudades como las europeas y estadounidenses, donde la amenaza a la Madre Tierra es más prominente.

Cada vez son más los llamados a restablecer la relación Humano – Mundo. Humano – Naturaleza. Para todos ellos les digo ¡adelante!, el mundo ya no requiere ideas únicamente brillantes sino verdes.

| Nota del editor *

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