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Una invitación al no

Lo que más me alegra de haber nacido en esta época es presenciar el ocaso del conflicto armado en mi país, del narcotráfico y de las guerras que han arrasado con millones de vidas a lo largo de nuestra historia patria.

Por: Cristian Camilo Torres Uyasan

Le agradezco a la vida haber nacido a inicios del siglo XXI, el de la post modernidad. La era de avances en la industria del entretenimiento, la ciencia, la medicina y la tecnología. Pero en mi caso, lo que más me alegra de haber nacido en esta época es presenciar el ocaso del conflicto armado en mi país, del narcotráfico y de las guerras que han arrasado con millones de vidas a lo largo de nuestra historia patria.

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Una vez leí de un amigo: “La guerra ha sido el mejor exponente de la forma en cómo se degradan nuestras colectividades. Por lo general, suelen ser la representación máxima del fracaso del sentido común y el triunfo del odio”. Como bien decía Freud, esas pasiones reprimidas del hombre son las que dominan al ser. Y para nadie es un secreto que Colombia ha sido un país conducido por los impulsos y no por la razón.

Desde que nos independizamos hemos vivido en constante conflicto. Partiendo desde los encuentros entre bolivaristas y santanderistas, hasta los guerrilleros y paramilitares. Cada conflicto ha develado lo peor de nosotros y ha impedido que avancemos como una sociedad en conjunto que lo único que aspire sea al progreso.

He tenido la fortuna de haber sido atemporal a los carros bombas en las ciudades, a los falsos positivos, al secuestro, a la extorsión, al reclutamiento ilegal de menores, a las fosas comunes, a la quema de pueblos, a las violaciones y demás vejámenes que los colombianos han presenciado. No obstante, esto no me ha impedido ni me impedirá tener empatía por campesinos, indígenas, negros, pobres, ancianos, niños, hombres y mujeres que alguna vez en su vida padecieron todo en carne propia.

Por eso desde que el expresidente Juan Manuel Santos decidió desmarcarse de Álvaro Uribe y apostar todo por el Proceso de Paz con la guerrilla más longeva del mundo, despertó en los jóvenes, incluso en quienes no habíamos sufrido la guerra de primera mano, el entusiasmo y el compromiso por unirnos en una cruzada noble que estaría llena de baches en su camino, pero con un fin que valdría la pena.

Lamentablemente, parece ser que la historia se repite. Nuevamente vemos a esos mismos hombres armados y desafiantes, que hasta hace unos años habían decidido apoyar la causa conjunta de la paz, según ellos porque el Gobierno no les ha cumplido con lo pactado en La Habana. Andan buscando aterrorizar al pueblo colombiano, esta vez en nombre del narcotráfico y no de la revolución. En medio de este escándalo, hay algunos dirigentes que se regodean en vísperas de una “nueva guerra en Colombia”.

No me gustaría entrar en detalles de quienes son los guerreristas y quiénes no. Pues cada uno sabe lo que tiene que saber, como dicen por ahí. Pero lo que es innegable es el repudio de todos hacia esos narcotraficantes, paramilitares y guerrilleros que han derramado sangre a su paso, mirando a sus víctimas sin piedad, y la sociedad civil que está cansada de tener que huir, desplazarse y esconderse en busca de paz y tranquilidad para sus familias.

Como sociedad que no espera nada de los políticos, hoy me gustaría hacerles una invitación: Armémonos nosotros también, pero de valor, de coraje y valentía para mirar de frente a todos los que buscan permanentemente la guerra y decirles que nosotros estaremos siempre apostándole a la paz, porque sin duda, no queremos volver a los tiempos de guerra. No.

| Nota del editor *

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