En el marco del evento organizado por la FAO en el Jardín Botánico de Bogotá, tuvimos la oportunidad de conversar con Ana García, experta en agroecología y coordinadora del proyecto TAP-AIS de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura – FAO. La conversación destacó la relevancia de la agroecología como un enfoque multidimensional que aborda tanto problemas ambientales como sociales y económicos en el sistema alimentario global.
La profesora García subrayó que la agroecología ofrece un conjunto de herramientas prácticas para la restauración ecológica y productiva. Este enfoque promueve prácticas específicas como la rotación de cultivos y la incorporación de la agrobiodiversidad, García también explicó que la agroecología “plantea un escenario holístico de complejidad”, necesario para enfrentar los problemas complejos del sistema alimentario. La restauración de la agrobiodiversidad es muy importante, dado que en la actualidad, aunque existen 6,000 plantas comestibles, el 70% de la alimentación mundial se basa en solo nueve de ellas.
Un aspecto esencial de la agroecología es la recuperación y valorización de los conocimientos tradicionales. García destacó que, aunque el término agroecología puede parecer nuevo, las prácticas subyacentes se han aplicado desde tiempos ancestrales. La agroecología no solo reconoce estos conocimientos, sino que también los integra en un “diálogo de saberes” con la academia y otras formas de conocimiento moderno, lo cual enriquece las propuestas para un sistema alimentario más sostenible.
El papel de la academia es fundamental en la transformación agroecológica. Las universidades, como UNIMINUTO, con su programa de Ingeniería Agroecológica, contribuyen significativamente mediante la formación de profesionales y la generación de evidencias concretas sobre el desempeño agroecológico. La profesora García mencionó específicamente la experiencia de las biofábricas que UNIMINUTO acompaña y brinda sesoría técnica, como un ejemplo de cómo la agroecología puede implementarse de manera efectiva. Estas biofábricas no solo abordan aspectos productivos y ambientales, sino también sociales y económicos, demostrando la viabilidad de estructuras colectivas de gestión.
Los mercados campesinos son otro elemento clave para la transformación del sistema agroalimentario. Estos mercados, que facilitan la venta directa de productos agrícolas, eliminan intermediarios y fomentan prácticas agrícolas sostenibles. García enfatizó que estos esfuerzos deben ser visibilizados en la COP 16, ya que los circuitos cortos de comercialización son fundamentales para motivar cambios en las prácticas agrícolas basados en la rentabilidad y sostenibilidad.
En este orden de ideas, la agroecología se presenta como una alternativa innovadora y ancestralmente reconocida para enfrentar los retos de la sostenibilidad agrícola. Con la COP 16 en el horizonte, Colombia tiene la oportunidad de liderar esta transformación global, apoyada en la evidencia y el diálogo de saberes promovido por eventos como el organizado por la FAO. Ana García concluyó que el consumidor también juega un rol importante, ya que sus decisiones pueden impulsar cambios significativos en el sistema agroalimentario.
La colaboración entre academia, agricultores y consumidores es fundamental para avanzar hacia un sistema agroecológico que no solo mitigue, sino que también adapte nuestras prácticas agrícolas a los desafíos ambientales y sociales del presente y futuro como el cambio climático y los desafíos que la geopolítica también traen.
