Por: María Nelly Lenis Rubio
Según un estudio realizado por la ONG mexicana Seguridad, Justicia y Paz entre las 42 ciudades de América Latina que hacen parte del ranking de las 50 ciudades más peligrosas del mundo hay 3 colombianas, entre ellas 2 vallecaucanas: Palmira y Santiago de Cali, que ocupan los puestos 37 y 28 respectivamente.
Éste ranking se mide por el número de homicidios cometidos por cada 100,000 habitantes de una población. La ciudad señorial, Palmira tiene una tasa de homicidios de 46,65 por cada 100,000 habitantes, entre los 308,669 pobladores; es decir, que cerca de 144 personas son asesinadas entre éste margen de medición. Para la Sultana del Valle con 2´542,876 residentes, la cifra se ubica en un deshonroso 49,59 por cada 100,000 habitantes, lo que representa 1,261 homicidios.
Para los ciudadanos de éstas dos ciudades no es sorpresa; los índices de inseguridad han aumentado notablemente en los últimos años, a lo que se suma el desempleo, la heredada cultura “narco”, la llegada de migrantes venezolanos o algunos desplazados del sur de Colombia, también, desmovilizados de las FARC, remanentes de bandas como ´Los Rastrojos´, el narcotráfico que ha vuelto hacer eco en Nariño y Cauca, éstos departamentos que por la cercanía con esas dos urbes genera la disputa por territorios entre jíbaros y mafias que camuflan sus acciones aprovechándose de la cercanía con el puerto de Buenaventura y el Aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón; todo esto trae la parca a mover su hoz que llena sin misericordia un saco con las almas de sus habitantes.
A pesar de esto la gente sigue su camino sin prestar mayor atención, porque es fácil culpar al Gobierno de turno, pero no en hacerse responsable del cambio que todos pueden y deben aportar. En Palmira no todo es negativo, por tercer año ha sido reconocido a nivel nacional por su calidad en educación a lo que se podría aplicar la frase de Víctor Hugo “Abrid escuelas para cerrar prisiones”.
Para la Secretaría de Seguridad y Justicia de la Alcaldía de Santiago de Cali, la disminución de homicidios es una prioridad que busca por medio de estrategias como el control y la inversión social en zonas deprimidas acciones que ayuden a bajar las tasas trabajando de la mano con la fuerza pública y la comunidad.