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Covid-19, una mirada desde la periferia

Impactos locales de la crisis global. Una mirada desde dos puntos diversos de la geografía nacional que deja en evidencia los rasgos de cada región y los problemas del centralismo predominante en el país.

Por: Periódico Contexto

Las crisis por la pandemia han marcado con huella imborrable la vida de todas las personas a lo largo y ancho del globo.  En medio de la aflicción y la alerta por lo que sigue siendo una amenaza incógnita sobre la salud integral, sino también sobre los hábitos y costumbres de una sociedad que ha visto de frente muchos de sus peores problemas en estas semanas, como ha sucedido en nuestro país con el hambre, la falta de servicios públicos y la escasez de hospitales e insumos médicos.

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Colombia es uno de los países latinoamericanos menos afectados, a juzgar por las cifras de personas enfermas y fallecidas, respecto de lo que pasa con vecinos como Brasil o socios comerciales como México y Chile. Desde el 18 de marzo, el presidente Iván Duque anunció un conjunto de medidas que el Gobierno Nacional ha precisado, para contrarrestar el virus en medio de la declaratoria de Estado de Emergencia.

Algunas de las medidas consisten en la provisión de recursos para el sistema de salud para los requerimientos en materia hospitalaria; giros adicionales para más de 10 millones de colombianos beneficiarios de Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Colombia Mayor y otros que ahora necesitan ayuda al quedarse sin fuentes de ingresos; servicio gratuito de agua para un millón de familias que carecían de ello por falta de pago; devolución del IVA para la población más vulnerable del país y créditos mediante el Fondo Nacional de Garantías para el acceso financiero de las pequeñas y medianas  empresas.

Aún cuando se anunció para el 31 de mayo el fin de la cuarentena obligatoria, todavía es incierto el comportamiento del virus; más en contextos en los que el riesgo se mezcla con otros problemas. Riohacha, Buenaventura, Montería, Valledupar, Sincelejo, Ciénaga, para mencionar solo ciudades capitales e intermedias son ejemplos de localidades donde la pandemia y las medidas de prevención llegó mientras persisten situaciones de hambre, falta de aguas limpias e instalaciones de salud adecuadas. Realidades que como la de Leticia, principal foco del virus por estos días debido a la debilidad de su sistema sanitario, contrastan con las de grandes capitales que incluso se proyectan como modelos o respaldo para otras regiones como Medellín o Bogotá.

Cisneros, con la “rienda cortica” 

Por su historia con el ferrocarril, Cisneros es uno de los principales puntos de referencia del Nordeste antioqueño.
Foto: Juan Guillermo Arenas.

Este municipio ubicado al nordeste del departamento de Antioquia limita al norte con el municipio de Yolombó y al sur con Santo Domingo, con una superficie de 46 kilómetros y una altitud de 1050 metros sobre el nivel del mar.

El 3 de febrero de 1910, fue fundado por Francisco Javier Cisneros, el ingeniero cubano gestor del Ferrocarril de Antioquia, cuya obra dio paso al mercado de las industrias y comercios de Medellín, transformando el territorio habitado años atrás por indígenas Tahamíes, en una ruta para las actividades económicas.

Su categoría como municipio fue tomada en 1923 y desde entonces sus actividades financieras han crecido en sectores como el turismo, la agricultura de caña de azúcar y café, la ganadería de leche y carne, la minería de oro y plata y, por supuesto, el comercio que beneficia a sus 9.775 habitantes, según cifras del censo de 2018.

Ante la pandemia por coronavirus, el alcalde del municipio ha impuesto medidas de aislamiento para toda la población, apoyado en la vigilancia y gestión de la Policía Nacional. Los controles estrictos no impidieron que el virus se presentara.  Álvaro Helvert Isaza Cadavid, conductor de la ambulancia del municipio, fue testigo de excepción en la llegada del virus en esta pequeña localidad del nordeste antioqueño.

Un paciente procedente de la vereda La Manuela del vecino municipio de Santo Domingo, fue trasladado en una de las ambulancias de la compañía minera Antioquia Gold, el pasado siete de abril al hospital E.S.E. San Antonio Cisneros; su ingreso se dio en las horas de la mañana con un registro de síntomas de dolor abdominal.

Al momento del ingreso se realizó la respectiva valoración por parte del equipo médico en servicio. Después de diversos análisis se llegó al diagnóstico de una hernia inguinal, razón por la cual debía ser trasladado a la ciudad de Medellín, donde se cuenta con mayor capacidad para un diagnóstico preciso y los procedimientos quirúrgicos adecuados para el caso que se había identificado al momento. El paciente en cuestión fue trasladado en las horas de la tarde y recibido en el hospital La María, con todas las precauciones necesarias.

Un día después de la operación de hernia, el paciente comenzó a presentar dificultad respiratoria y reveló que días antes había fiebre y gripe. Los médicos encargados procedieron a realizar una prueba de rayos x que mostró que los pulmones estaban congestionados. La prueba para COVID-19 que se realizó de inmediato dio positivo, lo que obligó a envíar la información al hospital remitente, a 86 kilómetros de camino.

Las cinco personas que tuvieron contacto con el paciente fueron puestas en cuarentena, la empresa VINUS (vías del Nus) se dio a la tarea de realizar la desinfección tanto del hospital como de las calles del municipio.

La noticia también tuvo efectos indeseados, como actos de acoso al personal médico, originados en el temor de la comunidad. Ane la situación, la gerente del hospital, Claudia Lucía Barrera, hizo un llamado al respeto, con el apoyo de medios locales de comunicación como Mi Cisneros. “Algunos establecimientos se negaron a atender al equipo médico. Esto me causó mucho dolor y por dicha razón me ofrecí públicamente con un amigo a gestionar las necesidades de compras de estas personas; al fin de cuentas, somos la prensa al servicio de la comunidad, tenemos la ventaja de estar libres las 24 horas para informar, con la característica de reciprocidad que apoya a todo el personal  de comercio, autoridades y  Alcaldía”, relató Juan Guillermo Arenas Marín, director del medio informativo.

Los rumores hablaban de confinamiento del hospital y azuzaban los ánimos a partir de algunas inconformidades que surgieron por las medidas de cuarentena. Los chismes hicieron más difícil el trabajo de las autoridades.

Juan Camilo Ortiz Pérez,  coordinador médico del  hospital de Cisneros explica:

“Cuando se tuvo la información de que el paciente atendido dio para positivo, de inmediato les informamos a todas las personas que tuvieron contacto con él por más de 15 minutos; en este caso fueron cinco funcionarios y la persona que lo acompañaba. Se les dice que deben estar en cuarentena, que vamos a realizar el seguimiento”. El equipo constató la información sobre el paciente para verificar si era el mismo diagnóstico de la persona que había dado positivo para el virus y evitar un error del momento.

“Durante los días de aislamiento preventivo obligatorio se hizo un seguimiento forzoso, yo fui el encargado de hacerlo vía telefónica y se les preguntó si tenían tos, fiebre, dificultad para respirar, fatiga o incluso síntomas menos comunes como diarrea; nadie presentó síntomas. Con esta información se diligenció una ficha que es tipo encuesta y se enviaba todos los días a la Dirección Departamental de Salud Pública, donde están los encargados de hacer los seguimientos de los casos”, reveló Ortiz.

En aquellos siete días se realizaron las pruebas de COVID-19, la espera fue corta y al cabo de tres días los resultados esperados dieron negativo. Sin embargo, el proceso de prueba no terminó ahí, puesto que la cuarentena debía durar 14 días , ya que muchas veces suelen salir “falsos negativos”. Ese fenómeno suele ocurrir cuando el paciente tiene una carga viral muy baja, por lo tanto, los 14 días son lo más recomendable para estudiar los síntomas del paciente y descartar de un vez los posibles microorganismos.

Un martes llegó el paciente al hospital en Medellín, el miércoles se efectuó la prueba y en cuatro días se conocieron los resultados positivos del virus. “No es muy común que un paciente manifieste el virus tan rápido; es posible, pero creemos que el paciente ya traía el virus con antelación y no contagió a nadie porque no presentó secreciones respiratorias”, señaló Juan Camilo Ortiz.

“Nosotros como colombianos somos muy olímpicos y creemos que el virus no puede llegar a nosotros, pero el virus ya no es algo que esté tan lejos. Ya he tenido la oportunidad de salir a varios sectores del municipio para atender pacientes y  puedo notar como muchas personas no se cuidan de manera adecuada. Sin embargo, creo que el 90% de la población se cuida bien, pero no nos podemos relajar porque ese 10% nos puede contagiar”, añadió el coordinador médico de la localidad que reportó ya un nuevo caso, esta vez en un poblador local.

 La cosa se puso seria en San Juan del Cesar 

Las calles vacías son una novedad tardía en la localidad, que tomó de otra forma las restricciones tras el primer caso confirmado de Covid-19.
Foto: Yusselys Daza.

Ubicado en el departamento de La Guajira, el municipio San Juan del Cesar se sitúa en el valle del río Cesar, entre la sierra nevada de Santa Marta y la serranía del Perijá.

El territorio, a 56 kilómetros de distancia de Valledupar, capital del vecino departamento del Cesar, y a 87 de su propia capital departamental, Riohacha, está conformado por 35 barrios, 10 corregimientos y 24 veredas, en una superficie de 1.415 kilómetros cuadrados y una altitud de 250 metros sobre el nivel del mar.

Alguna vez la zona fue habitada por los indígenas Tupes, Coyaimas, Conopans y Marocazos, no fue reconocida como San Juan del Cesar hasta 1701, a la llegada del sargento español Félix Arias. Históricamente, la región formó entre los españoles y criollos un nuevo sistema cultural, social y económico, basado en la agricultura y ganadería que actualmente sigue destacándose en las actividades de sus pobladores.

Además, cuenta con un desarrollo industrial para productos lácteos; la creación de artesanías como mochilas, alpargatas, güaireñas y la actividad comercial, con más de 285 establecimientos y 536 empleos directos con establecimientos de calzado, muebles, electrodomésticos, medicamentos, materiales de construcción, insumos de ganadería y agricultura, etc.

Las medidas para el cuidado ante el coronavirus han dejado sin movimiento económico al territorio y ha reducido el sustento de la población que habita allí. Los casos reportados en zonas vecinas y los rumores sobre episodios locales contrastan con el incumplimiento que ocasionalmente se nota entre algunos pobladores. Entre el temor y la resistencia a la norma han vivido los 38.751 habitantes esta cuarentena.

“La Guajira no está preparada para los efectos graves de esta pandemia, las instituciones de salud no cuentan con lo necesario para poder afrontar las complicaciones de estas infecciones”, expresó el Doctor Moisés Daza Mendoza, Ginecólogo y propietario de la clínica Someda (Sociedad Médica Humanizada), en San Juan del Cesar.

Son varios los médicos de la localidad que tratan de llamar la atención de los habitantes, para que sean conscientes del cuidado que se debe tener mediante las precauciones e indicaciones que informa el Gobierno. A pesar de esto, muchos salen a la calle porque necesitan conseguir el diario y otros, no pocos, porque aún no toman con seriedad la situación.

El pasado 27 de abril ingresó al Hospital San Rafael una bebé indígena de la etnia Wiwa, de ocho meses de nacida, con un cuadro respiratorio agudo,  por lo que, a raíz de su diagnóstico, el caso fue atendido como sospechoso de coronavirus y se le realizó la prueba de Covid – 19 para confirmar o descartar el contagio,  teniendo en cuenta los lineamientos del Ministerio de Salud.

La niña estuvo hospitalizada en la UCI alrededor de cinco horas, donde falleció. Se realizaron todas las indicaciones para sepultar su cuerpo, manteniendo los protocolos de bioseguridad. No obstante la comunidad cercana al cementerio no permitió el sepelio y otros habitantes comenzaron a exigir que cerraran las entradas del pueblo, protestando además por la falta de agua potable, pues aunque la cobertura es del 82,09%, el  líquido llega cada 4 días, situación que se suma al hecho de que, según el DANE, el 56,2% vive del sustento diario.

El primer caso positivo que pudo confirmarse fue el 23 de abril, cuando ingresó al Hospital San Rafael una señora de 81 años, con artritis degenerativa y secuelas de Enfermedad Cerebrovascular, que se agravaron por síntomas de problemas respiratorios de dos semanas de evolución. Las pruebas para SARS COVID – 19 confirmaron la sospecha previo al fallecimiento de la paciente.

 El 29 de abril, el gobernador de la Guajira Nemesio Roys Garzón,  anunció en su cuenta de Twitter la segunda muerte por coronavirus en el departamento: “Lamentamos el fallecimiento de la persona de 81 años con Covid -19 reportada el 28 de abril. El deceso ocurrió en una clínica de Valledupar, a la cual fue remitida en días pasados. Extiendo mi solidaridad con sus familiares en este difícil momento”.

Sin rumores de por medio, la noticia hizo que los sanjuaneros asumierna con más seriedad la situación. La Policía Nacional se desplegó con patrullajes por todo el pueblo para que se cumplieran los decretos y se adelantaron labores de desinfección y fumigación en todas las áreas del municipio, que hoy sigue confinado con sus problemas pendientes.

Así como los sanjuaneros y los cisnereños, el país entero también está en el reto de sobrellevar la situación con los recursos disponibles. La decisión de una apertura constituye una solución, pero también un riesgo, especialmente en las poblaciones más vulnerables.  

| Nota del editor *

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