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[Crítica] Las vidas de Sing Sing: la belleza de un guion sencillo capaz de contar una gran historia

Pocas veces se encuentran relatos sobre la capacidad humana de confrontarse a sí misma desde un lugar oscuro en su interior, para buscar lo más claro desde el más íntimo aliento, entregándose a una redención sincera por medio de la claridad del arte y sus matices que afloran en el alma hasta trascender: eso es Las vidas de Sing Sing.

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En un lugar de encierro como la cárcel, donde también están encerrados los sueños y las ilusiones de ser algo diferente, el cine ha desarrollado historias valiosas de gran profundidad que han quedado como referentes. Es el caso de Milagros inesperados (The Green Mile, 1999) Sueños de fuga (The Shawshank Redemption,1994), El expreso de medianoche (1978), o Papillon (1973), entre otros, títulos que narran transformaciones profundas de sus protagonistas, rodeados de procesos dramáticos que se quedan con el espectador durante mucho tiempo.

Las vidas de Sing Sing, tiene un lenguaje audiovisual Indie y con una fuerte influencia del Dogma 95, donde la imagen tiene mucho movimiento por cuenta de los traslados de la cámara al hombro y planos secuencias, que permiten sentir de cerca la transformación de sus personajes, como propone el director estadounidense Greg Kwedar, dándole a la cinta un enfoque intimista por medio de planos de representación de cada individuo, que llenan la narrativa de manera inteligente por medio de imágenes contemplativas sin tanto tiempo de exposición, llevando la historia con gran altura y sensibilidad.

La historia tiene como partida a Divine G, con un Colman Domingo extraordinario, encarcelado en la cárcel de Sing Sing por demasiado tiempo, que encuentra un propósito actuando en un grupo de teatro junto a otros hombres encarcelados, que deciden montar su primera comedia original, una historia de resiliencia, resistencia, humanidad y el poder transformador del arte.

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Kwedar recrea el entorno de la cárcel con relación a cómo cada persona se adapta a la construcción de esta edificación que encierra mucho más que los cuerpos que la habitan, mostrando las filas de los prisioneros al lado de las ventanas, que buscan constantemente estar fuera, idea que sucede bajo la necesidad de cada personaje de adaptarse a su encierro.

Si bien el personaje que maneja el hilo conductor de la historia es Divine G, Las vidas de Sing Sing tiene la capacidad de llevar los arcos de los personajes para que se nutran unos a otros, como el caso de Mike Mike (Sean San Jose), que tiene un carisma especial, que en los acontecimientos de la historia es tan importante, ya que en la prisión se pierde la noción de la individualidad, aunque la cinta se introduce en comprender cómo la vida en un lugar así se vive en una constante introspección que puede ser tan categórica como la conciencia.

Las diferencias entre cada persona, el lugar que se busca dentro de un espacio así y las condiciones que cada uno enfrentan dentro de sí, hace que la cinta tenga tantas emociones como personajes, entregándole al espectador un ramillete de expectativas, frustraciones y sueños que se condensan en cada rincón de las mentes de este grupo de personas que ven cómo a través de las artes, en este caso el teatro, pueden ser otra persona por unos meses.

Aunque el argumento es la representación de una obra de teatro rehabilitadora en una prisión de máxima seguridad, la capacidad para transmitir emociones, va desde lo abrumador hasta lo esperanzador que puede llegar a ser verse a sí mismo por una ventana, a la espera de ser parte de un horizonte entre la libertad del tiempo y que los pasos  no sean los mismos cada día durante años, llevando a personajes como el director de la obra, Brent Buell, interpretado por el actor estadounidense Paul Raci, muy recordado por su papel en la sorprendente Sound of Metal (2019) donde también era una guía, que en esta ocasión es un puente para que la mente de cada uno sea libre por un momento.

Desde el argumento clásico del bueno y el villano, Las vidas de Sing Sing solucionan la forma de la trama de manera inteligente, desde el guion de Clint Bentley y el trabajo del director Greg Kwedar, que supieron poner este significado en cada personaje, que cargan el peso de sus acciones, tanto que no fue necesario señalar un personaje que recree un conflicto cuando dentro de las frustraciones del encierro hay más que suficientes.

Un personaje potente como Clarence Divine, interpretado por Clarence Maclin, muestra una visión ficticia de sí mismo que, enriquece la película de maneras inesperadas, que hacen que salga de su lugar seguro para adentrarse en sus cuestionamientos personales, que solo el arte y sus virtudes fueron capaces de apaciguar y hacer que nivelara su espíritu en la búsqueda de un lugar más tranquilo que le permitiera ser.

Las vidas de Sing Sing es una de las películas más emotivas y concretas de este año, que no entra en sentimentalismos que pongan al espectador en la lona, acudiendo a la lástima como recurso. La película acude al espíritu humano para sobresalir ante lo que puede convertirse en la mayor adversidad bajo los pensamientos como el peor verdugo, con actuaciones sobresalientes, como la de Colman Domingo nominado al premio Oscar en la categoría de Mejor actor principal, y con actores que se representan a sí mismos, pues la cinta contó con la participación de algunas personas que purgan su condena en esta famosa prisión de máxima seguridad.

La película también fue nominada a Mejor canción original y a Mejor guion adaptado, y aunque no fue galardonada, Las vidas de Sing Sing e deja al espectador una de las catarsis más conmovedoras de este tipo de historias, que muestra que el arte es capaz de proporcionar una emoción genuina llena de corazón, para que estos hombres que buscan la oportunidad de sentir un mundo mejor, dentro de estas paredes de concreto, encuentren el arte como vehículo de creatividad, alegría y paz mental, que no solo es una manera de mantenerse con vida, sino de ser una persona de nuevo. ¡Salud!

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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