Si bien, la sociedad es portadora de sus propias falencias, costumbres y virtudes, también ha permitido que poco a poco el arte se haya quebrado y se le haya quitado la importancia que merecen las personas que escriben, pintan, piensan y elaboran desde una experiencia estética, que casi siempre tienen hambre.
Esto se desencadena hasta que su vida se convierte en una experiencia trágica. De allí, el director colombiano Simón Mesa Soto elabora un guion ácido sobre la cultura local que se convierte en una tragicomedia para Latinoamérica.

Un poeta cuenta la historia de Óscar Restrepo (Ubeimar Ríos), un poeta envejecido y algo torpe que, al conocer a Yurlady (Rebeca Andrade), una joven con talento para escribir, reaviva sus sueños frustrados de trascender a través del arte.
Ambientada en Medellín y rodada en 16 milímetros, la película se sumerge en el desencanto de lo cotidiano con una mirada profundamente local, que logró cautivar en el Festival de Cannes 2025 al consagrarse ganadora del Premio del Jurado en la sección Una Cierta Mirada.

Es interesante cómo la mirada provocativa del director, se traspasa de personaje en personaje, haciendo que el espectador en muchas ocasiones parezca un testigo activo de los acontecimientos, pero inútil en cada acción, como la sociedad que por momentos se limita a mirar, pues Mesa en ocasiones, pone a sus actores a transmitir emociones desde sus reacciones pasivas, sus miradas o sus silencios, más allá de sus diálogos, logrando que sean potentes y le impriman un encanto particular a la narrativa, sumado a una gran dosis de humor negro que jamás desentona y que cada vez se vuelve más alcanzable para el espectador entre sátiras y momentos tormentosos de Oscar entre ironías, críticas agudas a la sociedad actual y sus maneras de entender su descontento.

El poeta, un actor natural que, según él, tiene mucho de su personaje, muestra un ser descompuesto que se quiebra por dentro y no encuentra las formas de volver a estar en paz consigo mismo, y su obsesión por ser reconocido, la frustración de no serlo y el rechazo permanente de su entorno, lo llevan a un bucle de autodestrucción que buscaba apaciguar ese dolor que no termina de entender y que lo transformó en un ser desdichado que no pertenece a ninguna parte.

Esa manera de transmitir la desdicha es lo que Ubeimar Ríos hace con tanta soltura y gracia, que, en las dos horas de duración, divididas en cuatro actos, hace que la película no se sienta extensa, con un guion bien equilibrado y un final que justifica completamente su metraje, sumado a su calidad.
Personajes como Yurlady (Rebeca Andrade), le imprimen el gesto necesario para terminar por quebrar a Oscar, un ser humano en busca de una silenciosa vida sin complicaciones y sin la más mínima intención de sobresalir, que encuentra en la cotidianidad su mejor manera de estar, entre una habitación llena de sus familiares amontonados, que están satisfechos en una sociedad limitada y sin aspiraciones más allá de poder, una crítica a esa parte de la sociedad de pocas oportunidades que tampoco tiene la intención de fabricarlas.

Un poeta fue rodada en 16 milímetros, un detalle que no es menor, pues esa sensación de trascendencia frustrada por parte del protagonista, se adorna de buena manera con la calidad y el bello granulado de la imagen, más un buen trabajo de montaje de Ricardo Saravia, que logra conmover desde el ser humano y el artista relegado por un sistema que premia el vacío, pero que encuentra su redención en lo cotidiano, en lo mundano, que justifica su existencia a través de su hija.
El cine colombiano tiene grandes promesas como Simón Mesa, que se atreven a abrir campos de acción con temáticas que muestran su esencia, su sociedad y sus dificultades, con historias interesantes desde el cine de autor.

Lo más destacable, es que mediante una visión que parece local, muestra universalmente al ser humano que sufre sus desdichas en silencio y que logra estar en paz en la eternidad, con una película esperanzadora entre tanta oscuridad fija, a la que peligrosamente nos estamos acostumbrando. ¡Salud!