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[Crítico] Parthenope: un retrato de belleza, melancolía y de aprender a vivir

Puede ser que cuando en una película aparezca el nombre del director italiano Paolo Sorrentino, se remita a la sensualidad y el erotismo de la belleza, enmarcada en el arte y la elegancia de La grande belleza (2013), o de la juventud y sus formas en Juventud (2015), que ahora retoma esto y más en Parthenope que fue nominada a ganar la Palme d’Or (Palma de Oro) en el Festival de Cine de Cannes 2024.

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Parthenope proviene del griego antiguo y significa voz de doncella o voz de mujer joven. Parthenope también es el nombre de una sirena de la mitología griega. Según la leyenda, se arrojó al mar tras fracasar en su intento de encantar a Odiseo y sus hombres. Su cuerpo llegó a la costa donde se fundó la antigua ciudad de Parténope, luego llamada Nápoles.  


Estos simbolismos le hacen honor a la espectacular italiana Celeste Dalla Porta que lleva las riendas de la película, gracias al director italiano Paolo Sorrentino, que en cada plano mezcla la elegancia y una hipnótica sensualidad, para que los sentidos recaigan aún más en el encanto de esta “sirena”.

Rodada en Nápoles y Capri con la bella y elegante fotografía de Daria D’Antonio y acompañada de la música de Lele Marchitelli, Parthenope trata de un viaje cinematográfico a través de la vida de una mujer inolvidable desde su nacimiento en 1950 hasta la actualidad, que crece con los contrastes de Nápoles y los veranos dorados de Capri, persiguiendo la libertad y enfrentando las distintas caras del amor. Entre la juventud desenfrenada, las pasiones que marcan y las sombras del destino. Su historia es un retrato vibrante de la belleza, la melancolía y el paso del tiempo, con el fondo de Nápoles, ciudad que hechiza, hiere y no deja ir.


Sorrentino demuestra porque es un maestro de la sensualidad, y le hace un nuevo homenaje a la belleza de la mujer y del hombre italiano, impactando con la imagen y entregándole ritmo al primer acto, gracias a la apreciación de estos personajes, su vitalidad y cómo gravitan alrededor de Parthenope, de Sandrino (Dario Aita) y de su hermano Raimondo (Daniele Rienzo), un derroche de juventud y de dramatismo para entender la vida como se les presenta, con pequeños homenajes a la desesperanza para luego utilizarlos como activador en un punto de giro clave en la trama y su desarrollo.

Parthenope se desarrolla en diferentes tiempos en una historia lineal, donde la protagonista entra en diferentes conflictos cuando choca con la vida y no encuentra un rumbo, cuando la película se define en muchos otros aspectos, además de la sensualidad, que considero está allí solo para ayudar al ritmo de la cinta y dejar la firma de Sorrentino en la pantalla, los temas que se van abordando en el recorrido del personaje son melancólicos y gozan de una profundidad conmovedora, como lo doloroso que puede ser crecer o darse cuenta que: “La belleza es como la guerra, abre puertas”.

La película confronta constantemente la percepción de Parthenope con la cruel realidad y cómo esta, de la mano con el tiempo y con los sucesos de la vida pueden matar a las personas por dentro y entregarse sin más remedio al olvido y a la destrucción de los seres cercanos, devastando la vida y las ilusiones más cotidianas de la sociedad como la maternidad, mostrando de qué manera la mujer está continuamente expuesta a ser señalada, convertida en un instrumento de fertilidad y en un símbolo de poder desde la ideología, la religión o desde los mitos intelectuales que solo soportan los hombres, sin entrar en discursos disparejos que no toman un bando, pero proponiendo una crítica constante a las instituciones, solo que la figura y la mirada de Parthenope, es capaz de seducir al viento.

Un personaje que sobresale silenciosamente es el profesor de antropología Devoto Marota (Silvio Orlando), que ayuda a que la protagonista haga su tránsito por las constantes decisiones de la vida, otorgándole una puerta alejada de la virtud de la belleza, y cercana a su intelecto y sus profundos cuestionamientos sobre las respuestas correctas. Pero: ¿En la vida siempre tendremos la respuesta correcta o hacemos la pregunta equivocada?

Dentro del encanto de los mensajes que propone este guion escrito por el mismo director, aparece inquietante el personaje del escritor estadounidense y ganador del Premio Pulitzer de 1979 John Cheever, interpretado por el maravilloso Gary Oldman que deja su marca en la pantalla y en la historia, con una voz de bienvenida a la transición de la adolescencia a una desgastada adultez, pues como dice este personaje: “no quiero quitarte ni un segundo de tu juventud”, cuando Parthenope le pregunta si puede hacerle compañía, mientras se aleja por un camino de Nápoles, envuelto entre melancolía y desasosiego, convirtiendo su adiós en algo casi poético.

Aunque la sensualidad está presente, emerge con equilibrio y elegancia durante 2 horas y 17 minutos de metraje, donde la curiosidad es uno de los motores que define la búsqueda de identidad de Parthenope, que, en su camino, se encuentra hasta en los rincones más insólitos de la fe católica y sus representantes, revelando para mí, una de las imágenes más sensuales que he visto en el cine, pero también develando la continua transformación del personaje en su búsqueda de verdad.

Considero que Parthenope muestra cómo la belleza hace parte de un todo, que se encuentra desde la sorpresa hasta en la juventud, y trasciende de muchas maneras, ya desde las decisiones que se toman, hasta en los acontecimientos cercanos de la vida, y sus marcas imborrables en cómo se vuelve a percibir la vida y cómo se deforma constantemente por el dolor. 

Paolo Sorrentino logra para mí, una joya que va más allá de la continuidad formal de una película o de su guion, revelando un trabajo sensible y lleno de melancolía por la vida, pero aceptando que las derrotas hacen parte de aprender a ser alguien, y que las decisiones que se toman, producen algo en nuestro interior que se queda para siempre. ¡Salud!     

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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