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Cuidar la muerte

Tal como se tiene un proyecto de vida, este, en complemento, ha de incluir un proyecto de muerte. Planificar la cercanía de la muerte. Ante un hecho inminente hay que prepararse para asumirlo de la mejor manera posible.

Por Rodolfo Bolaños Barrera

Docente de UNIMINUTO Cali.

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Hablar de trazar un “Proyecto de vida” se ha vuelto una herramienta logística común para vivir funcionalmente en nuestra sociedad; nos previene de no dejar los retos y los logros personales al deleite de lo espontáneo ni de lo sorpresivo. Se habla de ello en las escuelas, en los colegios, en esos talleres de coaching donde te hacen creer que puedes ser el próximo Steve Jobs (motivación que te dura una semana, luego tendrás que volver a pagar por taller). Se ha permeado en la discusión con los amigos e incluso en los procesos de selección de personal en las empresas se ha convertido en un tema a considerar; en las entrevistas de trabajo, te pueden preguntar: “¿Cuál es tu proyecto de vida?”, como si estuvieras planeando una misión espacial. En las universidades es una materia obligatoria para los profesionales en formación y si no la apruebas no hay graduación. En este proyecto se establecen metas, se categorizan sueños y se calculan aspiraciones que dan significado, sentido y dirección a nuestra existencia. Se ha vuelto tan común que pronto la gente se preguntará “¿Tienes un plan de vida?” antes de preguntar tu nombre.

Todos hemos soñado despiertos representando, en el teatro de la imaginación, la escena de cómo queremos vivir nuestras vidas y qué logros deseamos alcanzar, ya sea en la búsqueda del conocimiento, el éxito profesional, la felicidad personal o la realización de relaciones significativas. Pero la muerte no parece un factor a ser contemplado en esta suerte de acto de ingeniería empresarial de la vida, a pesar de ser un hecho inevitable, tal vez por esto se cree que no requiere ser planeada pues es un punto de llegada firme y seguro. Entre los dientes apretados del silencio, la muerte es un asunto incómodo tanto para escuchar de ella como para pensar en ella. Pero, ¿adivinen qué? La muerte es tan segura como los impuestos, y no podemos evitarla. La perspectiva de la pérdida de los placeres y gozos de esta vida, aterra al ser humano desde que abrió sus ojos a la conciencia intencional y proposicional sobre sí mismo.  A pesar de la ilusión de progreso acumulativo, la sociedad actual preserva la calificación de tema tabú sobre este cese de la existencia. En su obra “Tusculanas“, Cicerón afirmó: “La muerte no es un mal si no nos asusta; si nos asusta, es un mal” (Cicerón, 45 a.C., p. 115). Aquí, Cicerón argumenta que el miedo a la muerte es lo que la convierte en un mal, y que la virtud radica en aceptarla con calma y valentía. Sin embargo, al igual que tenemos un proyecto de vida, también, estando en capacidad de darnos cuenta de sí mismos y de nuestros límites, deberíamos considerar trazar un “Proyecto de muerte”. No, no te preocupes, no estamos hablando de convertirte en un zombie o en un fantasma.

Un “Proyecto de muerte” no significa obsesionarnos con la muerte o vivir en constante aterrándonos por ella, sino más bien comprenderla como parte integral de la experiencia humana asumiendo la realidad de nuestra propia finitud. En su obra “Cartas a Lucilio,” Séneca escribió: “La vida es una preparación para la muerte” (Séneca, Epístolas Morales a Lucilio, 70). Esta frase resalta la idea de que la muerte es un destino compartido por todos los seres humanos y, por lo tanto, no debe ser temida ni evitada, sino aceptada como parte integral de la experiencia humana. Así que, en lugar de vivir en negación, deberíamos considerar lo que queremos que suceda cuando llegue nuestro momento final.

Prepararte para la muerte implica cosas prácticas, como hacer un testamento (nada arruina una fiesta de herencia como la falta de un testamento), planificar tus deseos funerarios (¿quieres ser cremado, por acuamación o convertido en un diamante?) y lidiar con asuntos legales (porque incluso en la otra vida, no quieres problemas con la ley). Esto no solo alivia la carga emocional para nuestros seres queridos, sino que también nos da un mayor sentido de control sobre nuestras vidas, y más aún de los instantes previos a la muerte.

El proyecto de muerte implica una supervisión emocional y una evaluación filosófica. Nos estimula a reflexionar sobre cuestiones profundas relacionadas con el significado de la vida y la muerte. ¿Qué legado deseamos dejar? ¿Cómo queremos ser recordados? ¿Qué valores y principios son importantes para nosotros en la vida y en la muerte? ¿Cómo estamos cuidando nuestra salud y nuestra alimentación? Estas preguntas pueden ayudarnos a darle forma a nuestra existencia de una manera más significativa y auténtica.

Aquiles fue a la guerra de Troya no por el botín de guerra, sino porque así seguiría persistiendo en la memoria histórica de la humanidad. “Mi madre, la diosa Tetis, de argentados pies, dice que las parcas pueden llevarme al fin de la muerte de una de estas dos maneras: Si me quedo aquí a combatir en torno de la ciudad troyana, no volveré a la patria tierra, pero mi gloria será inmortal; si regreso, perderé la ínclita fama, pero mi vida será larga, pues la muerte no me sorprenderá tan pronto.” (Iliada, Canto IX, 308) ¡Eso es compromiso con un proyecto de muerte!

En última instancia, el proyecto de muerte no se trata de perversidad, sino de sabiduría. Al reconocer la inevitabilidad de la muerte y abrazarla como una parte esencial de la vida, podemos vivir de manera más plena y enriquecedora. La negación de la muerte nos impide vivir con la autenticidad y la plenitud que merecemos. Por lo tanto, enfrentar el hecho de la muerte y prepararnos para ella es una parte esencial de nuestra búsqueda de sentido y realización en la vida.

Puede parecer inusual o incluso incómodo pensar en la muerte como un proyecto, pero hacerlo es una experiencia de sabiduría y realismo. Negarla o evitar pensar en ella no hace más que aumentar nuestra vulnerabilidad emocional y fomenta una incapacidad para enfrentarla de manera serena y digna.

Al reconocer su inevitabilidad, podemos liberarnos del miedo paralizante que a menudo la rodea y comenzar a vivir de manera más plena.

Reflexionar sobre nuestros valores y prioridades: tener un proyecto de muerte nos invita a pensar en lo que realmente valoramos en la vida. ¿Qué es lo más importante para nosotros? ¿Cómo queremos que se recuerde nuestra vida cuando no estemos aquí? Estas reflexiones pueden ayudarnos a tomar decisiones más alineadas con nuestros valores. O morir de la forma más gloriosa de la historia en la cima de la profesión al modo de Molieré quién murió representando a un enfermo que moría en esa escena, aunque en realidad murió en su casa poco después. Pero eso es lo de menos, ¡la leyenda es más importante!

Un proyecto de muerte también implica comunicarnos con nuestros seres queridos sobre nuestros deseos y preferencias en caso de que enfrentemos una enfermedad terminal o la muerte inminente. Esto puede aliviar la carga emocional de nuestros seres queridos y garantizar que nuestros deseos se cumplan.

La conciencia de la muerte nos recuerda que el tiempo es limitado, nos anima a aprovechar el momento presente y a no dejar para más tarde lo que realmente importa. Vivir con gratitud y apreciación puede enriquecer profundamente nuestras vidas.

Además de aspectos emocionales y existenciales, un proyecto de muerte también puede incluir aspectos prácticos como la preparación de un testamento, la elección de un cuidado paliativo si es necesario y la consideración de cuestiones financieras. Que la muerte no nos sorprenda en la miseria, en la indignidad, en medio de malas relaciones. ¿Por qué vagar por esta efímera comedia de errores sin un guion claro?.

Un proyecto de muerte no nos hace morir antes, sino que nos permite vivir con mayor plenitud y autenticidad. Afrontar la muerte con valentía y preparación no solo beneficia a quienes están cerca de nosotros, sino que también nos brinda la oportunidad de vivir una vida más significativa y enriquecedora.

Dónde queremos morir: en casa, en un hospital, en una residencia, en un carnaval etc. Cómo queremos morir: con o sin tratamiento médico, con o sin sedación, etc. Quiénes queremos que estén con nosotros: familiares, amigos, profesionales de la salud, acreedores, etc. Qué queremos que suceda con nuestros restos: ¿Una cremación vikinga (no lo he visto en el paquete de ofertas funerarias), entierro, o una sorprendente donación a la ciencia para deleite científico de los anatomistas?.

Tener un proyecto de muerte nos permite tomar decisiones informadas sobre cómo queremos terminar nuestra vida. Nos ayuda a sentirnos más en control de la situación, y nos permite despedirnos de nuestros seres queridos de una manera significativa.

Además, un proyecto de muerte puede ayudar a aliviar el estrés y la ansiedad de las personas que nos rodean. Si sabemos lo que queremos, podemos facilitarles las cosas y ayudarles a afrontar nuestro fallecimiento. Quedarse callados en las cercanías de este momento aumentará el impacto del dolor en los días posteriores al fallecimiento.

Habla con tus seres queridos sobre tus deseos. Investiga sobre las diferentes opciones que tienes. Consulta con un profesional de la salud. No tengas miedo de hablar de la muerte. Es un tema importante que todos deberíamos considerar. No te proponemos convertirte en un sombrío espectro enlutado que vista de negro todo el tiempo, andando por la calle portando el rallador de la cocina como brazalete y que escuchedepresive black metal antes de irte a dormir. Todo lo opuesto, disfruta al máximo cada instante de tu vida como si fuera único e irrepetible, no asumas la repetición de los eventos como monotonía sino como una constancia frente a la cual tienes el poder de decidir con qué actitud administrarla.

| Nota del editor *

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