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Estados Unidos y China: la disputa económica de dos titanes

En marzo de 2018 inició una guerra comercial entre los dos países más importantes del panorama actual. Los presidentes norteamericanos Donald Trump y Joe Biden, así como Xi Jinping, primer mandatario chino, han sostenido la rivalidad económica durante los últimos cinco años.

Por: Angélica Gómez, Nicolás Flórez y Gustavo Montes Arias

«Estados Unidos es un país con un mercado oportunista y abusivo sobre América Latina. China me hace pensar en contaminación, producción en masa, mala calidad y precios accesibles». Esta es la opinión de Juan Esteban Rodríguez, un joven colombiano, acerca de los dos países con la mayor influencia sobre la economía global. Los mismos que en la actualidad se enfrentan en una guerra que hace tambalear el comercio internacional.

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El 22 de marzo de 2018, Donald Trump, entonces presidente de los Estados Unidos, firmó un memorando para la aplicación de aumentos en los aranceles de importación de productos chinos. El documento se diligenció bajo el Artículo 301 de la Ley de Comercio de 1974. Su efecto se tradujo en un aumento del 10% al 25% en el pago de impuestos para el ingreso de mercancía proveniente de China, lo que representaba al menos 50.000 millones de dólares.  

En respuesta a las acciones del expresidente Trump, el mandatario chino Xi Jinping anunció el aumento de los aranceles de 128 productos importados de Estados Unidos a China. La acción del Gobierno chino no era la esperada por parte de la Casa Blanca ni del mercado norteamericano. Esto produjo un quiebre de la rentabilidad de numerosos productos e industrias exportadoras, como el sector del agro.

Entre los productos afectados por la subida en la tasa de impuestos a importaciones chinas, están las piezas de aviones, baterías, televisores de pantalla plana, dispositivos médicos, satélites y armas. La mayoría, productos relacionados con la industria tecnológica. Por su parte, China aumentó los impuestos a productos norteamericanos como la chatarra de aluminio, aviones, automóviles, tuberías de acero, carne de cerdo y sus derivados, soja, frutas y frutos secos.

El sector de producción de alimentos fue uno de los más afectados, lo que generó inundación del mercado, caída de precios y pérdida de empleos. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (ILO, por sus siglas en inglés), las cifras de desempleo total en Estados Unidos son del 5.03%, mientras que en China son del 3.06%. Entre los dos países hay una diferencia que se acerca a los dos puntos porcentuales.

¡Cuidado! Zona de conflictos

El conflicto comercial entre China y Estados Unidos tiene un alcance global por el lugar que ocupa cada una de estas potencias en el panorama político y económico. Los dos países, que representan a la facción socialista y la capitalista respectivamente, llevan tras de sí los resultados de la Guerra Fría para el siglo XXI.

Desde una mirada comercial, Valentina Carmona Ríos, profesional en negocios internacionales de la Universidad Autónoma de Manizales, analiza el rol de estas naciones: «Los países se clasifican de acuerdo a las economías que desarrollan. Es claro que Estados Unidos y China son dos superpotencias, pero China empezó a fortalecerse en las últimas dos décadas».

Aclara también que la fuerza tomada por el país asiático radica en su alianza con otros países e importantes entidades como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), para el logro de sus objetivos: «China tenía la mano de obra, pero no los recursos. Por eso se unió en cooperación para ponerse al nivel de Estados Unidos». Mientras tanto, su contrincante intentaba mantener el sitio logrado tras las guerras del siglo XX: «Estados Unidos era, hasta hace dos décadas, el país que más invertía en investigación, desarrollo e innovación; pero China empezó a hacer lo mismo», agrega.

El contexto político y comercial de las dos naciones está ligado de forma directa con las dinámicas económicas del mundo.  Mónica Sánchez, economista de la Universidad del Valle, lo ve de la siguiente forma: «China es el gigante asiático y Estados Unidos siempre ha sido la potencia de Occidente; cada uno con sistemas productivos y culturales diferentes. La economía capitalista busca la protección del bien privado, mientras que la economía socialista está guiada a la comunidad».

Desde su mirada, las dinámicas de cada sistema repercuten en los resultados de sus economías: «En China no buscan resultados individuales, sino el resultado del país. Eso se evidencia en su crecimiento económico acelerado, que se mantiene por el orden del 7% y es uno de los objetivos de desarrollo del milenio». La economista destaca también el beneficio constante de Estados Unidos al participar en las guerras como proveedor de armas, por su capacidad de producción y venta en esta área del mercado.

Además del trasfondo histórico, político, económico y cultural de los desencuentros entre las dos naciones, se mantiene una lucha por el poder y el manejo de los mercados y de la divisa más fuerte a nivel global. Según cifras del Banco Mundial, el Producto Interno Bruto (PIB) actual de Estados Unidos, presenta un crecimiento del 5.09%; mientras que el PIB de China lleva un crecimiento de 8.01%. La entrada neta de capital extranjero se mantiene en el 1.09% para las dos naciones. Aspectos como estos agudizan la rivalidad entre las dos potencias.

La Ley del Talión

La tensión económica permanece entre los dos países como consecuencia de la dinámica de amenazas y respuestas entre ellos. No se han presentado intervenciones armadas o episodios más allá del sonado caso de los globos espías de China, que sobrevolaban el espacio aéreo de Estados Unidos. Pero las jugadas de la guerra se han operado de forma directa sobre el ajedrez del mercado en exportaciones e importaciones.

La nuez de las ofensivas económicas bilaterales es el dominio del mercado; lo que Mónica Sánchez llama «guerra arancelaria». El Gobierno del expresidente Trump enumeró tres razones por las que decidió firmar el documento con el que inició el conflicto: prácticas desleales del comercio, robo de propiedad intelectual y transferencia forzada de tecnología norteamericana a China.

Según las cifras de organizaciones como el Banco Mundial, el 65% del superávit comercial global chino proviene de su comercio con Estados Unidos. Es decir, los ingresos de China resultan más altos que los egresos en transacciones comerciales con la potencia occidental. Esto, en contraste con las afirmaciones de Trump, quien en su momento aseguró que el principal contribuyente al déficit de su país era China.

Pero las acusaciones fueron recibidas con dureza por parte del gigante asiático. El entonces Portavoz de Exteriores de China, Lu Kang, afirmó para la opinión internacional que Estados Unidos había pensado erróneamente: «Tomó medidas tan equivocadas que dañarán sus propios intereses», dijo. La respuesta fue una cuenta más en la extensa cadena de ofensivas económicas entre los dos países. En 2018 China también canceló los pedidos de soya estadounidense, dando un fuerte coletazo a la economía norteamericana.

Mientras tanto, los impuestos de Estados Unidos, que en principio afectaron al 12% de las importaciones chinas, marcaban una posibilidad de alcanzar el 30% del total de relaciones de importación con el país asiático. El entonces Secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchn, se dirigió a la opinión pública para aclarar la intención de su país: «Debatir con China por un comercio recíproco, libre y justo». Su propuesta implicaba una serie de elementos desde distintos ámbitos en el conflicto.

Valentina Carmona opina que la propuesta de Mnuchn «significa e implica una competencia directa y limpia». Y agrega: «Estados Unidos no le quería facilitar a China el ingreso de sus productos al país. Ve en él un competidor fuerte, no quiere que lo supere y por eso le pone trabas para la importación.» En estos términos de negociación, los productos importados de Asia llegarían con costos mucho más altos para que fueran rentables, lo que los haría de difícil acceso y poca circulación en el mercado. Esto, anudado al bloqueo de la expansión de empresas de tecnología como Huawei y otras en el mercado norteamericano.

Por su parte, Mónica Sánchez analiza la postura del Mnuchn: «En estos tratados hay que debatir aranceles, tasas e impuestos; pero creo que el que más gana es Estados Unidos por la producción de armamento militar». Y agrega, respecto a las fortalezas de China en el mercado: «Hay una fuerte dependencia de quien produce, es decir, China. Las empresas se manufacturan allá, como Samsung, Toyota, entre otras».

Opina también que el panorama de la alta inflación, la pandemia por Covid-19, la extendida crisis de los contenedores y la guerra entre Rusia y Ucrania, se ha convertido en una oportunidad de encarecimiento y, con ello, de disminución en los índices de calidad de vida: «Las partes y estructuras del mercado aprovechan para sacar ventaja. Muchas veces estos actúan como carteles».

Datos del Banco Mundial apuntan que la tasa de incidencia de pobreza en Estados Unidos es del 1,0%. Aunque parece baja la cifra, la misma entidad documenta que la inflación o índice de precios al consumidor en el país alcanzó el 4.07%, mientras que en China se mantiene en el 1.0%. Valentina Carmona complementa el panorama de las cifras: «En la pandemia, por ejemplo, el crecimiento económico de China sí se evidenció por su organización, pero en Estados Unidos hay un cuello de botella que no deja salir adelante al país con el que compite».

Una guerra sin horizonte

Aún son impredecibles los avances y futuras consecuencias de la guerra comercial, un conflicto que se espera no escale a la violencia armada. En China se mantiene el mencionado «cuello de botella», que se alimenta de forma especial por la importancia del dólar en el mercado mundial, pues «el 90% de operaciones monetarias se hacen en dólares», comenta Valentina Carmona. Y las ofensivas económicas no cesan entre las partes.  

En Estados Unidos el golpe más fuerte lo recibió la industria agrícola. La inundación del mercado con productos como el cerdo producido dentro del país, llevó a que grandes cadenas de restaurantes como McDonald’s buscaran salidas incluso extrañas y extravagantes, como vender papas fritas y hasta helados con tocineta de cerdo.

Por otro lado, los campesinos estadounidenses, que fueron un brazo fuerte para la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, le cobraron las afectaciones sobre el país producidas por su guerra contra China. Esto se evidenció en su fallida carrera por la reelección presidencial.

El analista económico Osvaldo Rosales argumenta que, pese a la hegemonía del dólar y la fortaleza financiera de Estados Unidos, el país enfrenta un incremento en las desigualdades y una caída importante en los índices de calidad de vida. Mientras tanto, China lidia con importantes desafíos medioambientales frente a su contaminación del agua, el aire y las tierras, así como el deterioro de otros «vínculos estratégicos con Taiwán y Hong Kong».

Mónica Sánchez argumenta la inminencia de las consecuencias sobre el resto del mundo: «El efecto sobre nuestras economías comerciales ya lo estamos viendo. La guerra comercial y arancelaria ya se consolidó. Nosotros —América Latina y Colombia— importamos productos que se traducen en carestía». Explica que la única forma de no sentir los efectos sería que las sociedades del Sur fueran «autoproductivas, generaran sus propios excedentes, comerciaran y fueran competitivas». Una situación deseada que, desde su análisis, se aleja de la realidad.  

Mientras tanto, Valentina Carmona analiza la postura de países como Colombia: «Si no se está con Estados Unidos, se está en contra de Estados Unidos». Esto, por la influencia del dólar y de las exportaciones de materia prima desde el país, que luego se importan como costosos productos manufacturados. Frente a la fallida pretensión de autosostenibilidad que alimentó Trump y continuó Biden, comenta: «Un país, por más que lo desee, no es sustentable con sus propios recursos. Al empezar a trabajar con lo que tiene, entiende que no puede seguir sin lo que hay en otros sitios».

Entre los efectos sobre los países implicados y otros como Colombia, comenta: «Las consecuencias ya se están viendo. Los precios seguirán subiendo y Biden hará que se mantenga el precio del dólar. Se evidenciará más la desigualdad y aumentará el costo de vida por las importaciones». Concluye que continuará la disputa por el mismo mercado en el que Estados Unidos aún llevará la delantera. Mientras tanto, el fin de las ofensivas económicas y posibles acuerdos limpios no son ni sombras en el panorama cercano.

| Nota del editor *

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