Por: Óscar David Velandia Goyeneche

¿Paraíso? ¿Destrucción? ¿Apocalíptico o ideal? Después de la pandemia el mundo no cambiará, es un hecho.
El mundo no cambiará sencillamente porque ya está cambiando: ya la gente no teme tomar decisiones humanas, ya perderse en un buen libro por horas, ignorar un “trabajo ideal” o ser expulsado de la más prestigiosa facultad, no es un acto malhadado. El futuro, aunque lejano, es el presente y la vida inteligente que no desprecia a los animales, es la búsqueda por la riqueza personal y colectiva; es correr el riesgo en el caos, las guerras, los campos y contar los pasos cortos para saltar de un edificio en pleno suicidio.
Hoy, que el futuro es menos temeroso e inyectamos adrenalina pura en nuestra vida cotidiana, un pensamiento clásico, colonialista y hegemónico (propio de nuestro sistema) aparece diariamente al abrir la puerta diciendo: “sálvese quien pueda”. Quizá la idea loca de mencionar que no somos capaces de cambiar el futuro luego de este confinamiento esté equivocada. Pero algo de lo que, si podemos estar seguros y afirmar en común, usted y yo, es que moldeamos con nuestras manos el presente que vivimos. Y es entonces así, en este momento, que el deseo del cambio se presenta como un rayo de sol en la mañana.
Tal vez…esa mañana sea hoy.