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Justicia y muerte, una lucha de doble moral

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Por : Alejandra Ramírez Ochoa

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La mañana del 29 de mayo de 1988, estaba vestida de esperanza y nuevos comienzos para Colombia. Es ese día cuando comenzó el proceso de Paz entre el Gobierno colombiano y el grupo subversivo Movimiento 19 de abril – M-19. Parecía que nuevas oportunidades cobijaban al país; creer que la lucha por la paz se construye sin armas y un escenario de conflicto estaba a punto de escribirse en la historia. Hecho que se consumaría dos años después, en 1990, después de 16 años militando.

Son ya 28 años desde que el M-19 le apostó a construir una verdadera paz, esa donde los niños pueden crecer bajo el sonido que emite el ambiente y no las armas. Carlos Pizarro Leongómez (máximo comandante del grupo) bajo el pacto de reconciliarse con el país, firmó junto a Virgilio Barco, el presidente de la época, el gran pacto del cese al fuego, del respeto a la vida y la no violencia.

Años atrás, antes de la firma del pacto de paz, un enero de 1974 ocurrió el robo de la espada de Bolívar por parte del M-19. Acto con el que consolidan su accionar y representación simbólica de la libertad del pueblo, basado en la espada que El Libertador utilizó para independizar la patria. Poesía parece cuando le damos alas a los símbolos, pero qué dirían quienes sufren las muertes de aquellos que fueron víctimas de esa guerra, bajo ese amor simbólico que la insurgencia representa históricamente en Colombia. José Raquel Mercado, presidente de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), había sido secuestrado por el M-19 y, posteriormente, asesinado el 19 de abril de 1976 por corrupto y traición a la patria.

En el momento en que la guerrilla del M-19 roba la espada de Bolívar es cuando Antonio Navarro Wolff (uno de sus máximos comandantes y artífice de la firma de la paz) decide militar con el M-19. “Yo era estudiante de Ingeniería de la Universidad del Valle desde 1971. Fui presidente del Consejo estudiantil de la Facultad y para esa época se hablaba de fraude electoral en 1970 en las elecciones que perdió Rojas Pinilla. Nos dimos cuenta que no se iba a respetar una victoria electoral a nadie distinto del que estaba gobernando y se empezó a hablar de alzamiento armado”. Navarro relata el nacimiento del grupo y la razón que quizá para la mayoría de mujeres y hombres es la misma que los llevó a pertenecer a las filas del M-19, optar vestirse de guerra, tomar las armas, dispararla un sinfín de veces y emprender el casi único camino que se puede tomar bajo la opresión que el poder ha ejercido en el pueblo históricamente.

La toma del Palacio de Justicia fue el acto que marcó con profundidad la historia de la insurgencia del movimiento en el país. El 6 de noviembre de 1985, se dio origen a la operación Antonio Nariño, con el objetivo de defender los Derechos del Hombre, con la ambivalencia de defenderlos a costa de quitarle a muchos lo más importante: el derecho a vivir. Eran las 11:30 de la mañana cuando un grupo de personas ingresó con ropa de civil, mientras que otros entraron en camionetas blindadas por el sótano, disparando en todos los sentidos. Tomaron más de 330 rehenes exigiendo un juicio público contra Belisario Betancourt, presidente de la época.

En esta operación que duró más de un día entero, veintisiete horas seguidas en una disputa entre el ejército nacional y los guerrilleros del M-19 por la retoma del Palacio, terminaron muertas 98 personas y once desaparecidas. La cifra se redujo años después en la identificación de cuerpos, como el de la señora de la cafetería, Ana Rosa Castiblanco, cuyos restos fueron encontrados en una fosa común y quien esperaba un bebé.

Un primer acuerdo se firmó en el Cauca el 17 de marzo de 1989 entre el Gobierno y el M-19. Entregaron las armas el 8 de marzo de 1990 y al día siguiente, el 9 de marzo, se firmó el tratado de paz. Un mes después, el 26 de abril del mismo año, fue asesinado a metralleta Carlos Pizarro por el sicario Gerardo Gutiérrez, quien fue dado de baja por un escolta de Pizarro. El 31 de enero de 1991 devolvieron la tan importante espada de Bolívar, después de 17 años de ser raptada, la cual hoy es custodiada en un depósito del Banco de la República.

Robaron armas en el Cantón Norte, en diciembre del 78, para consolidar sus filas. Tomaron edificios que marcaron la historia del país, como el Palacio de Justicia y la Embajada de República Dominicana. Secuestraron y asesinaron a personas en sus intentos por encarar el gobierno. Perdieron hombres en operaciones de la policía. Entablaron una lucha armada con doble moral: conseguir la justicia y paz por medio de la guerra. Sin embargo, se les recuerda porque construyeron una historia que marcó a los colombianos. Unos conducidos por el odio a este grupo armado y otros por el amor, los pobres, “los nadies” como dice Eduardo Galeano, “que sueñan un día en salir de pobres, que llueva de pronto la felicidad”.

 

| Nota del editor *

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