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La bomba de Quirigua: 30 años del fatídico día de la madre – segunda parte

Por: Mónica Tatiana Rodríguez Aponte

Carlos herido por esquirlas de vidrios estallados de las vitrinas y ventanales de las tiendas, se levantó del piso alzando rápidamente a Hernán quien tenía una cortadura detrás de la oreja, hoy en día reconoce que esta no era tan grave, pero en el momento se alarmó. Sabía que ambos estaban bien y que el supermercado estaba lo suficientemente lejos como para que a las mujeres que estaban allí les pudiera pasar algo.

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Sin embargo, se devolvió corriendo con Hernán cargado hacia el supermercado en donde no había nadie, pues tanto Doris, Aura como Marta, habían salido corriendo aterrorizadas a buscarlos. Dejó a Hernán en la casa y en medio del revuelo logró ver a sus tres familiares. Aura, al no ver a su hijo, empezó a llorar desconsoladamente, para Carlos fue difícil lograr calmarla y explicarle que Hernán estaba bien en la casa. Junto a los sonidos que recuerda Carlos, se mantienen las imágenes, personas desmembradas, ensangrentadas, pero recuerda en especial al hombre quien estaba llamando a los transeúntes a entrar a “Brasa Roja”, pues fue justo en frente de este en donde el carro cargado con mas de 100 kilos de dinamita explotó, dejando a este joven hombre destrozado. Carlos nunca cruzó palabra con él, pero era común reconocerlo como el animador del asadero.

Carlos hoy en día reconoce que él y su familia fueron muy afortunados, pues haber vivido un ataque de este tipo, sobre la misma calle y tan cerca de su familia, lo hace entender que pudieron haber sido mayor las afectaciones, sin embargo, le duele que muchos de sus vecinos conocidos quedaron con secuelas y otros perdieron a seres queridos como el caso de don Ricardo Malaver, amigo de su papá, quien perdió a una de sus nietas con tan solo 8 años, luego de que esta estuviera caminando con su tía y su mamá y ser herida de gravedad a causa de la explosión, don Ricardo murió nueve meses después de aquel día. Justamente en el mismo mes de mayo, pero dos años después, Carlos perdió a su padre a causa de un edema pulmonar.

A pesar de no haber estado al pendiente del tema, Carlos supo que las víctimas no recibieron nada mas allá del lamento del entonces presidente saliente Virgilio Barco y hasta el año 1995 estuvieron peleando una indemnización por parte del Estado, pelea que no sirvió para nada.

Hoy en día Carlos Fonseca vive en el cálido municipio de Guaduas con su esposa, su hija menor aún vive con ellos y la mayor se casó y vive en Anzoategui, en el departamento del Tolima, su madre murió en el 2001. Aura sigue viviendo en la que ha sido su casa desde que dejó de vivir con su papá y Hernán es actualmente ingeniero en vías y transporte y trabaja en la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI). La casa en el Quirigua aún sigue siendo de su familia, solo que ahora esta está en arriendo y funciona como cafetería.

Después de lo ocurrido, Carlos recuerda a su padre leyendo el periódico y hablando sobre los ataques terroristas que se presentaban, pues esta era una época en donde el cartel de Medellín azotaba al país con frecuentes ataques como el del avión de Avianca un año atrás. Los extraditables enfrentaban al gobierno y buscaban dejar un mensaje, por medio de ataques, a los mandatarios que se fueran a escoger en las elecciones del 27 de mayo de 1990.

Días antes de que explotara el carrobomba en el Quirigua, se habían obtenido unas interceptaciones telefónicas en donde Pablo Escobar amenazaba con atacar a la aristocracia bogotana, sin embargo, hoy en día aun no se entiende por qué por órdenes de él, se atacó a uno de los barrios mas populares de la ciudad. Cabe resaltar que aquel sábado se activó simultáneamente un carrobomba en el barrio de Niza y otro en la ciudad de Cali, sobre las 8:15 de la noche. Carlos nunca pensó que pasaría de comentar con su papá los ataques que informaban los medios, a tenerlo que vivir en carne propia dejando para siempre ese recuerdo inquebrantable.

Casa de la familia Fonseca

| Nota del editor *

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