Por: Maik Santana
Recuerdo muy bien mi infancia colmada de fútbol total. Mi familia, considerada y denominada futbolera, me heredó esa pasión, ese amor y esa lealtad que solo se adquiere y se fortalece al ser hincha de un equipo. Por tanto, las jergas, los cánticos y la diversidad de colores alusivos a los clubes locales de mi país, me acompañaron en mi cotidianidad social y deportiva. Ahora bien, solo existió y sigue existiendo una camiseta que une a todos los amantes del futbol en mi nación, y es la amarilla representativa a la selección Colombia.
Con más de 108 años de fundación, la Copa América es el torneo rey en nuestro continente a nivel de selecciones. El fútbol se apodera de todos los medios de comunicación, y acapara todas las miradas del mundo. En el 2024 reunió a 16 selecciones nacionales, contando con una fase clasificatoria en Centro América y Norte América. Es decir, la disputarían únicamente los mejores, y allí está Colombia. Llegando con un favoritismo respaldado por 23 partidos invicta, Colombia se perfiló como un equipo favorito o revelación desde un inicio. La fe en un grupo de jóvenes que solo soñaban con llegar hasta allá creció cuando dieron destellos de buen fútbol y un cariño fraternal en el grupo de trabajo. La unión caracterizó el proceso dirigido por el director técnico Néstor Lorenzo, quien llegó en 2022 con la tarea de volver a enamorar y unir al país después de algunas decepciones. La convicción y el recambio generacional en algunas posiciones hicieron que el técnico catapultara todo el talento de la selección colombiana, llevándola a la gran final, algo histórico. La selección Colombiana con su clasificación a la final, logro que un líder como James Rodríguez nos recordara ese valor de perseverancia ante la crítica y la adversidad que tanto caracteriza a los Colombianos; logró que un hombre como Luis Díaz nos revalidara esa esperanza de que los sueños con trabajo y esfuerzo se pueden cumplir, esto, luego de ver sus lágrimas al culminar la semifinal ante Uruguay y admitir su orgullo de vestir los colores de la selección; y permitió que Néstor Lorenzo nos diera una enseñanza de perdón y agradecimiento, cuando en rueda de prensa post partido reveló que en lugar de reprochar a Daniel Muñoz por su expulsión le dijo “arriba, sin vos no estaríamos aquí”, recordando que un error no puede borrar todo lo bueno construido por alguien. Ahora bien, creo que no son solo 22 hombres tras un balón, es mucho más que eso, es un país completo. Un partido de fútbol es un resguardo propicio para revalidar el patriotismo. Solo basta con ver el sentido de pertenencia con el que se entona el himno nacional en cada estadio; la unión de familias enteras observando cada encuentro y reencontrando el valor de poder compartir una alegría con los suyos; los cánticos y caravanas sin excepción de política, color de piel, sexualidad o creencias religiosas. El fútbol es amor, pasión y emoción. ¡Sencillamente celebra Colombia!