Por Rodolfo Bolaños Barrera
Cali, esa ciudad que tanto amamos, está atravesando por un momento único. Las calles, llenas de vida, de color y, claro, de basuras, son ahora también hogar para una comunidad en crecimiento: nuestros queridos indigentes. Estos valientes ciudadanos han decidido tomar las calles, literalmente, y nos han brindado la oportunidad perfecta para demostrar nuestra fe cristiana. ¿Qué mejor manera de hacerlo que institucionalizando la indigencia como un empleo oficial? Después de todo, no solo cumpliríamos con el mandato divino de ayudar a los necesitados, sino que también resolveríamos, de una vez por todas, ese pequeño problema de la suciedad en la ciudad. Hagamos campaña por una indigencia higiénica en Cali.
Imagínese esto: Cali, la primera ciudad en el mundo en convertir la indigencia en un servicio público. Sería un verdadero avance en la historia del bienestar social. Según el Evangelio de Mateo, 25:35-36, Jesús nos dijo: “Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis”. ¡Qué oportunidad más divina para seguir estos mandamientos al pie de la letra! Si oficializamos la indigencia, los caleños podrán cumplir con su deber cristiano sin necesidad de buscar a quién ayudar, pues la ayuda vendrá directamente a ellos.
Al convertir la indigencia en un empleo oficial, alimentaríamos a dos hambrientos con un solo pan: no sólo estaríamos proporcionando una fuente de ingresos a aquellos que lo necesitan, sino que también estaríamos cumpliendo con la Constitución Política de Colombia, que en su artículo 13 establece el derecho a la igualdad y la protección del Estado para todas las personas, especialmente aquellas en situación de vulnerabilidad. ¿Y qué es más vulnerable que vivir en la calle, expuesto a los elementos y al juicio implacable de una sociedad que prefiere mirar hacia otro lado?
Claro, algunos podrían alegar (deporte nacional de los colombianos) que es el deber de la Administración Distrital tomar medidas efectivas para asistir a las personas en situación de calle y drogodependientes, pero ¿No es más fácil simplemente dejar que el problema se resuelva por sí mismo? Si permitimos que la indigencia florezca, Cali se convertirá en un modelo de misericordia cristiana. Además, con esta nueva ocupación oficial, los indigentes podrán contribuir a la economía local: los parques, esos lugares que antes eran para el juego de niños, se transformarán en puntos turísticos donde los visitantes católicos, cristianos, judíos y musulmanes de otras partes del mundo, podrán interactuar directamente con nuestra población indigente, escuchando sus historias y, por supuesto, dando limosnas. ¡El turismo solidario será el nuevo auge!
No olvidemos que, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 25, “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar”. ¿Y qué mejor manera de asegurar el bienestar de todos que creando un sistema donde los indigentes puedan ejercer su derecho a la supervivencia, y los ciudadanos su deber cristiano, todo en un entorno que promueva la comunidad y la compasión?
Así que, ¿qué estamos esperando? Aceptemos nuestra responsabilidad divina y hagamos de Cali la ciudad pionera en el mundo en establecer la indigencia como una profesión oficial. No sólo seremos una ciudad más limpia y organizada, sino que también estaremos más cerca de cumplir con el mandato de Cristo. Al final del día, ¿quién puede resistirse a la idea de estar más cerca del cielo mientras caminamos por las limpias y bien cuidadas calles de Cali, La Sucursal del Cielo?
