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Lejos del hogar

Las autoridades colombianas encienden sus alarmas por los casos de desaparición forzada de menores. A medida que pasa el tiempo, estos casos aumentan y, hoy por hoy, muchas familias están incompletas por culpa de bandas criminales.

Por: Lina María Santana García.

Sound of Freedom (Sonido de libertad) es una película estadounidense filmada en 2018 en varias locaciones de Colombia, pero no se estrenó hasta 2023.El filme se dio a conocer al público en medio de polémicas, ya que trata temas llenos de controversia como la trata de personas y el tráfico de órganos.

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  Uno de los primeros problemas que enfrentó la producción fue que el estudio inicial que tenía los derechos del material, Century Fox, fue vendido a Walt Disney. Tras estudiar el material, Disney determinó que el contenido de la película no era compatible con las políticas de la empresa. Además, otras plataformas de streaming también se negaron a subir esta producción a sus catálogos.

  Sin embargo, algunos medios de comunicación como Rolling Stone o CNN en español, aseguran que estas dificultades ayudaron a que la película finalmente saliera a la luz bajo el lema “la película que no quieren que veas”. Después de verla, muchas personas podrían pensar que trata de temas lejanos que ya no se ven en la sociedad actual, pero no hay nada más cercano de la realidad.

  Dicen que el dolor más fuerte que puede enfrentar un padre o una madre es perder a sus hijos. Aunque sea por muerte, los padres afirman que ninguno debería ver partir a sus hijos, pues lo “natural” sería que los hijos vieran partir a sus padres. Es común ver videos en las redes sociales de cómo sujetos tratan de hurtar a los niños, aprovechando su inocencia para apartarlos de sus hogares. Diferentes experimentos se han realizado sobre el tema y según indica María Clara Olarte, especialista en infancia y adolescencia, “los niños de 2 a 6 años todavía no tienen una estructura de personalidad definida, porque su cerebro es muy manipulable”.

  Según la Fiscalía general de la Nación, entre 2019 y 2023 hubo 65 investigaciones sobre desapariciones forzadas en todo el país y se investigan 50 casos de secuestro a menores, de los cuales 7 fueron extorsivos y los otros 43 fueron secuestros simples. Estos últimos podrían considerarse desapariciones forzadas, ya que los secuestradores no se contactan con las familias para exigir un rescate por el menor. En la página web de la Fiscalía General de la Nación también se pueden ver casos titulados como “A 53 años condenan a la mujer que raptó una bebé para hacerla pasar como hija suya” y las cifras, lejos de disminuir, van en aumento ya que en 2023 se reportaron 1.136 de delitos en contra de menores de edad.

El corazón de madre todo lo puede

Hace tres años se dio a conocer el caso de Lynda Michelle, una joven bogotana de tan solo 15 años que fue vista por última vez en el parque Tercer Milenio. Tras realizar las investigaciones, la Policía Metropolitana indicó que la menor se internó en el barrio San Bernardo, conocido como el Sanber y llamado también “el nuevo Bronx” debido al tráfico de estupefacientes y su peligrosidad. Las investigaciones revelaron que Lynda ingresó al Sanber en busca de minutos para su teléfono, ya que el que tenía había sido hurtado días antes. “A ella le gustaba salir a montar bicicleta por esos lados y nunca había pasado nada”, dice Nataly Amaya, la madre de Lynda Michelle.

  El caso de esta madre se hizo conocido porque ella se hizo pasar por una habitante de calle para realizar la investigación que quizás hubiera demorado más tiempo. Con el temple y la determinación que caracteriza a las madres, se internó sola en el Sanber en busca del paradero de su hija o de algún indicio que la llevará a los últimos momentos en que estuvo su hija. En su corazón, aún creía que estaba viva y aunque era peligroso, sentía que internarse le daría una señal de lo que había pasado con ella.

  Nataly pasó 28 días infiltrada, siendo testigo de cómo operan las bandas de microtráfico y del reclutamiento forzado de menores en el Sanber. Su valentía y la información que recopiló ayudaron a las autoridades a desmantelar una banda apodada “Los Tasmania”, noticia que fue publicada en medios de comunicación como El Espectador.

  “Un mes después de que enterramos a mi hija, tuve amenazas por todo lo visto y denunciado a las autoridades.”, indica Nathaly, y añade que, debido a estas amenazas y a la visibilidad del caso, ella y su familia tuvieron que abandonar Bogotá y comenzar de cero, ahora con su hija Michelle en el corazón. “Mi hija tenía la costumbre de decirme que me relajara cuando yo le decía que tuviera cuidado”, agrega. 

  Estando internada en el Sanber, Nataly escuchó los nombres de otros niños que, al igual que su hija, estaban reportados como desaparecidos y que probablemente eran utilizados para transportar el microtráfico presente en el barrio.

Estadísticas del ICBF

  Según la información de las autoridades, los niños de 0 a 4 meses son los más apetecidos a la hora de ser robados. En su mayoría, son utilizados por mujeres que no han estado embarazadas, pero que hacen creer a sus parejas que sí lo están para retenerlos. Los niños de 6 meses a 4 años son utilizados para extorsionar a los padres, aunque en su mayoría son vendidos y sacados del país.

  Según cifras del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF), entre los años 1999 al 2013 se reportaron más casos de desapariciones. En este período, se registraron 2.379 casos. Los años con mayor número de secuestros fueron 2002 con 292 casos, 2003 con 323, 2000 con 330, 2001 con 312 y 1999 con 245. Los adolescentes representaron el porcentaje más significativo con un 4.83%, seguidos de la primera infancia con un 4.79%.

  El ICBF también indica que las zonas urbanas son donde más se presentan secuestros de menores, con un 69.53%. Las niñas son las más afectadas, con un 50.23% de los casos. Los menores son apartados de sus familias por razones económicas, motivos políticos y otras razones no registradas.

Testigo directo

  Al igual que en la película Sound of Freedom, existen personas que denuncian casos de secuestro de menores para el tráfico de estupefacientes, tráfico de órganos o trata de personas. No es un tema que solo retratan las pantallas de Hollywood; son historias que se viven en los barrios de la capital. “Me acuerdo que pagaban 70, 80 mil pesos por niño que te cogieras afuera de los colegios,” indica Óscar Rodríguez*, quien presenció más raptos entre 2000 y 2004. Él, al igual que las autoridades, señala que las edades donde más raptan a los menores son de 0 a 3 años.

  Oscar es un habitante de la calle que nació en Ibagué y llegó a Bogotá hace 15 años. Indica que hace 8 años vive en la capital y, como la mayoría de los desamparados, ha frecuentado lugares como el Bronx, el Cartucho, Cinco Huecos, Sanber y otros sitios que ocultan historias difíciles de creer para muchos, si no fuera por los testigos que han visto y escuchado de primera mano casos como los que se relatan en este reportaje. La vida en las calles le ha permitido a Oscar ser testigo silencioso de los raptos de Bogotá, del precio que ponen a las víctimas y de otros casos que serían difíciles de creer para los capitalinos. 

  Óscar recuerda cómo las bandas que se encargan de los secuestros hacen un estudio previo fuera de los colegios, esperando el momento indicado para que el menor caiga en sus garras. También indica que hay varias modalidades con las que se rapta a menores de edad. Una de ellas es a través del internet, donde el engaño es el factor fundamental para este modus operandi. Otra es la de la camioneta, que sigue a los niños durante días antes de llevar a cabo el secuestro. El método más eficaz, según Óscar, es “enviciar a las víctimas”; una vez que el menor está enviciado con estupefacientes, es más fácil alejarlos de su casa y llevarlos a lugares como “la casa de los niños”, en donde menores de edad llegan a consumir drogas y son explotados sexualmente para solventar su consumo.

  “A uno lo despojan de todo. Miran quién puede servir y quién no, porque es como si fuera mercancía,” indica Óscar, quien cuenta cómo, al momento del rapto, a los menores se les dopa con sustancias psicoactivas para comenzar el “trabajo” de volverlos adictos.

  Ahora las personas creen que estos secuestros ocurrieron en el pasado y que ahora los menores están más seguros. Sin embargo, testigos directos como Óscar tienen miles de historias por contar. Al relatar sus experiencias, parece increíble que estos hechos aún sucedan, pues se piensa que solo se ven en películas o documentales de años atrás. La realidad es otra. “Si usted quiere encontrarlos, ¿sabe qué es el barrio Santafé o el Sanber? Allá los encuentran los más finos. Si los encuentran bien, tienen que bajarse con buena plata”, dice Óscar, como si fuera una tienda de ropa conocida, ignorada por muchos, pero frecuentada por “clientes” que buscan adquirir el “producto”. 

  Óscar comenta cómo van y eligen a los niños, desde estudiantes universitarios hasta políticos de renombre que pagan lo que sea por la compañía de estos menores, quienes tiempo atrás vivían bajo el seno de un hogar. Es inevitable preguntarse por qué, si algunas personas saben de esta situación, nadie hace nada. Óscar dice que el Estado y algunas personas de la policía están al tanto, pero prefieren actuar como si no existiera. “Ellos saben las casas, ellos saben los sitios, todo. Lo único que hacen es quedarse callados,” añade Óscar. Todos estos negocios ilegales son movidos por el dinero, y es inevitable pensar que hasta las autoridades encargadas de proteger a los niños del país también se dejen llenar los bolsillos.

Testimonios de vida en lugares olvidados

Existen casos donde los menores no llegan a estos lugares solo a manos de extraños. También hay casos de niñas o niños que llegaron allí por confiar en alguien que pensaban que era su amigo. Reportajes realizados en medios de comunicación como Caracol dan a conocer el caso de Daniela López*, una niña que a sus 7 años fue influenciada por personas de su colegio. Ella inició fumando marihuana: “Yo estaba en tercero de primaria y vi a unas chinas mayores fumando creepy, ahí fue cuando me iniciaron”, indica Daniela.

  Con la inocencia a flor de piel y un hogar disfuncional, se dieron las condiciones perfectas para que ella comenzara sus visitas frecuentes al Bronx, acompañada de su amigo “Chucho”. Él consumía bazuco, una droga psicoactiva ilícita compuesta por la extracción de la pasta de cocaína. Según el relato de Daniela, “Chucho” le dijo que, de todo lo que podría consumir allí, nunca probará el bazuco porque era como visitar al diablo. Pero, con cada día que pasaba sumergida en el Bronx, ella pensaba en las nuevas personas que conocía y que consideraba su nueva familia.

  Daniela cuenta: “Yo estaba por las fiestas, pero sabía de los peligros, como que me mataran, me utilizaran para trata de personas o me violaran”. Lamentablemente, ella fue violada. En medio de ese ambiente sórdido, terminó siendo abusada por cuatro integrantes de los “Sayas”, un grupo que controlaba la zona conocida como la “L” y al que se le atribuyen homicidios, torturas, descuartizamientos y otros actos ilícitos. Ella comenzó a trabajar de taquillera: “A las personas que se descuadraba con dinero o con merca, las castigaban o hasta las mataban”, indica Daniela.

  Comenzó a consumir bazuco; sus días en el Bronx consistían en trabajar para pagar su consumo, porque antes de trabajar se prostituía para obtener una dosis personal. Con el paso del tiempo, se hizo novia de uno de los denominados “Sayas” y esto la salvó de ser víctima de trata de personas estando allá.

  Este y miles de testimonios de niñas y niños son parte de la historia de lo que pasó en el Bronx, de lo que muchos padecieron a manos de sus consumos y excesos. En el testimonio de Daniela, ella indica miles de casos como el suyo, de los cuales muchos otros no salieron para contarlo porque fueron torturados, asesinados o utilizados con fines de lucro ilícito. Oscar y Daniela forman parte de las personas que eligieron este camino como modo de vida, sin imaginarse todo lo que iban a ver o vivir, en una realidad que parece un cuento de horror vivido en carne propia.

Consejos para poner en práctica

  Finalmente, Óscar deja un mensaje con su testimonio a los padres: que mantengan una supervisión constante sobre sus hijos, tanto fuera de los establecimientos educativos como en las redes sociales, donde cada día estas bandas encuentran más medios para poder “atrapar” a sus víctimas. Es crucial tener una comunicación abierta y de confianza con los niños, para que se sientan seguros de expresarse y contar cosas como los lugares que frecuentan o los problemas con amigos cercanos.

  Cuidar a los niños, que son el futuro del país, es esencial, ya que por su inocencia son presas fáciles para quienes los apartan de sus hogares para sumergirlos en un mundo sórdido del que es difícil escapar y olvidar.

  • Los nombres fueron cambiados por petición expresa de la fuente.

| Nota del editor *

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