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Los 20: el mejor amigo de la locura

"Cuando estaba adolescente, entre mi grupo de amigos hablábamos de sueños y expectativas de futuro, algunos querían una carrera profesional y otros no". "...nos fijamos en lo agobiante que resulta estar en los 20 y no saber qué es lo que realmente pasa por nuestra cabeza".

Por: Karen Collazos Hernández

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Existe un concepto popular que no comprendo quién lo pudo haber inventado, pero que llegó a mí como a muchos de mis conocidos veinteañeros. Y es que esta es la mejor etapa de la vida porque se compone de juventud, rumba y elementos íntimos que no comprometen a la persona de manera estrecha con otra persona. Ciertamente, si no se tienen obligaciones de peso como un primogénito, el llevar a cabo las características anteriores no debería ser tan difícil, pero es aquí cuando se debe hacer una pausa para comprenderlo todo, desde al ámbito social hasta el emocional.

Cuando estaba adolescente, entre mi grupo de amigos hablábamos de sueños y expectativas de futuro, algunos querían una carrera profesional y otros no. A ciertas personas se les notaba que el futuro no iba a ser muy prometedor por su ambiente social. Provengo de una institución educativa de estrato medio, a la que asistían estudiantes de condiciones bajas, como mi barrio de origen. Lamentablemente para algunos se cumplió la “profecía”; pero otros, inclusive ya no residen en Colombia. Durante una conversación con mi amiga de toda la vida, pude reflexionar y un poco filosofar sobre aspectos sociales, tales como la diferencia notoria en la etapa adolescente de los chicos de estratos 2 y 3 que teníamos en común el centro educativo. A los compañeros del barrio estrato medio no los dejaban ir a nuestras casas, aunque las distancias no eran grandes. Se sentía extraño, pero se comprendía, aunque ahora en la adultez se entiende que es una forma de discriminación, o así lo sentimos.

Comprendemos que nuestro barrio tiene antecedentes de criminalidad, pero nosotras, que somos habitantes, sabemos que hay situaciones que se llevan al extremo, pues para nuestra época adolescente, el orden público y la criminalidad estaba bastante controlada por la acción policial.

Ahora, desde el ámbito familiar, en el estrato medio observábamos familias más unidas, a pesar de que también tuvieran padres separados. El poder adquisitivo era mejor y eso se percibía en el acceso a la internet, útiles escolares y presentación personal. Ciertamente no éramos totalmente pobres, pero contábamos con carencias que al acercarse la adolescencia nos llenaron de complejos y esa necesidad de reprimir la etapa para lanzarse al mundo laboral, con el fin de no sentir tanto la ausencia económica. Actualmente, todos somos adultos y sentimos el peso de la responsabilidad, lo que nos hace estar más o menos a la par, pero en esa conversación llegamos a la conclusión de que algunos pueden estudiar y no trabajar. Otros prefieren trabajar y no estudiar, pero existe un grupo que tiene que trabajar para conseguir lo mínimo en la vida y ahí estábamos nosotras. No observamos la situación desde la queja, sino desde el análisis social y el llamado de atención para nuestras vidas al comprender factores como nuestro género y situación económica.

De esta charla nacieron algunas conclusiones como, por ejemplo, que mi amiga no quiere ser madre porque su entorno fue violento y abusivo. Cuando tuvo la oportunidad de estar en otros lugares más respetuosos, sintió un pinchazo en su corazón que la hizo preguntarse el porqué de su vida. La hizo caer en cuenta de traumas que no sabía que tenía hasta que la realidad le enseñó que pertenece a una estadística, que indica que los estratos bajos cumplen con ciertas características de comportamiento. Así mismo, su voz se quebrantó al ser consciente de su edad y no haber podido ingresar a la universidad por la necesidad económica de su hogar. Del otro lado estaba yo, quien presenta la misma condición de estrato, pero la vida ha sido más amable conmigo por lo menos en el sentido económico, ya que, a pesar de mis limitaciones, tengo privilegios.

Entre todos estos recuerdos de niñez y adolescencia, hicimos de lado el componente social y nos fijamos en lo agobiante que resulta estar en los 20 y no saber qué es lo que realmente pasa por nuestra cabeza. Tenemos miedo, pero no podemos decir eso porque ya estamos adultas, no sabemos muchas cosas, pero pensarían que no prestamos atención si preguntamos, y tampoco tenemos a quien preguntarle. Existe un profundo rechazo hacia nosotros mismos de parecer y sentirnos inútiles ante la sociedad. Encontramos un refugio en las redes sociales y después nos aborrecen porque muestran una vida que se construye con dinero.

Finalmente, existe el dilema con la sexualidad personal, si tenemos un hijo a esta edad ya no es un embarazo adolescente, pero nos sentimos adolescentes. Existen quienes piensan que los 20 es sexo sin control, pero también entran en escena los ansiosos por el futuro y el afán de “no embarrarla”. Así que, básicamente los 20 se sienten como un volcán de emociones que no podemos sentir porque ya tenemos obligaciones y entre esto, tratamos de encontrar el equilibrio laboral, económico, educativo y social. Estamos cansados y no podemos decirlo porque estamos muy jóvenes, entonces ¿Cómo seremos a los 40 con tanta pereza? palabras de mi mamá, quien no sabe hacer otra cosa en la vida más que pararse a las 4 de la mañana de domingo a domingo y trabajar 10 horas seguidas si es necesario, pero yo no tengo ese talento.

Entonces ¿De qué va esto de la juventud realmente? Cada uno la lleva de acuerdo con sus posibilidades y para algunos, las posibilidades son bastante luchadas, por lo que estamos más cerca del loquero que de la vitalidad de la que nos mencionan los mayores.

Para concluir, estamos viviendo la década como podemos, con los rasgos sociales que intentamos vencer, con las luchas emocionales que no decimos y buscando oportunidades hasta debajo de las piedras, por lo que no es un sueño de juventud esta etapa, es un golpe que no sabemos hasta cuando seguirá golpeando, si las cicatrices van a sanar o la astrología, la meditación, las plantas y las mascotas es lo único que nos va a poder ayudar.

| Nota del editor *

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