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Pasajeros en la vía. Retratos de ciudad para Ibagué en su cumpleaños

El 14 de octubre, Ibagué cumple 470 años. Cuando cumplimos años nos tomamos fotografías. Desde Pasajeros en la vía, van algunas imágenes encontradas en crónicas de ciudad, escritas por Alexander Correa Carvajal.

Por: Gustavo Campo Menco. UNIMINUTO RADIO Tolima.

Alexander Correa es un periodista tolimense que se curtió en el oficio, trabajando en diferentes medios radiales, impresos y digitales. Es escritor, autor de seis libros en los géneros de crónica, perfiles e investigación periodística. Fundador y director del portal web www.alaluzpublica.com y de Ediciones A la luz pública, que cuenta con 10 publicaciones entre novela, poesía, ensayo e investigación académica.

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En las crónicas contemporáneas, el escenario es preferentemente urbano y las ciudades cobran vida propia en los textos. Como lectores de una crónica, sentimos que hemos estado en las ciudades que nos narran, que hemos recorrido sus calles, que hemos olfateado sus olores, sentidos sus sonidos, reconocemos los lugares y de alguna manera, nos los apropiamos. Quedan asociados a sentimientos intensos, a esa parte de nuestra existencia que vivimos en algún momento, entre las historias de un texto, y que, aunque esa ciudad sea lejana, ocupa un lugar importante en nuestras vidas. 

Este capítulo de Pasajeros en la vía está dedicado a Ibagué. Y hace un homenaje a los periodistas que narran la ciudad. En esta edición recorremos las calles del Ibagué profundo, con algunas crónicas de Alexander Correa entre manos. En ellas se evidencia un tratamiento de la información encontrada y que luego se vuelca en el leguaje narrativo. Es en ese proceso donde entramos a la ciudad, cuando en algunos apartes del relato vemos descripciones de las calles y de barrios como parte del escenario, pero allí también la ciudad se convierte en personaje. 

En una entrevista con UNIMINUTO RADIO Tolima, Alexander Correa nos habla de este proceso.

Alexander Correa: Un ejemplo latente del tratamiento del lenguaje se encuentra en el libro “A la luz pública. Cinco años después”. Hay una crónica que se titula “Vida y milagros de una mujer marchita”, y es un caso que la prensa registró como: “Trabajadora sexual mató al marido”. Recuerdo que yo estaba ahí con una periodista amiga, y entrevisté a la señora y le di la vuelta, volviendo eso una crónica. Hubiera podido registrar: “Trabajadora sexual mató a cuchillo a su esposo”, pero ahí encontré algo más y es cómo se le da la vuelta al lenguaje judicial, cómo se embellece, cómo se le dan giros al lector, cómo se vuelve un tema crónico y sin salirse del marco real. Uno puede jugar con muchos recursos; transformarlo sin salirse del marco real para no entrar en la ficción, ni engañar al lector y hacerlo más atractivo al lector, porque una noticia de judiciales se consume con la idea de que el muerto de hoy reemplazó al muerto de ayer. Pienso que, si uno trata el lenguaje de una forma diferente, el hecho o lo que uno narre, puede trascender y quedar en el recuerdo y en la retina del lector.

En el compilado de textos “A la luz pública. Cinco años después”, hay varios textos que destacan por aspectos como la carpintería que hubo para que pudieran escribirse, como en el caso de “El rebusque nocturno de los mariachis de la calle 43”, donde retrata la vida de estos personajes y que esto solo es posible desde su entorno, ¿cómo fue crear este texto?

Alexander Correa: Esa historia de los mariachis, justamente nos encaja en narrar la ciudad desde lo básico, desde sus calles, desde sus personajes y nació así; yo hago unas caminatas desde mi casa, hasta la 60, 70, y me devuelvo en buseta, en esa época lo hacía de noche, y un día paré en una banca de un paradero a tomar agua observé a los mariachis. Empecé a ponerles cuidado, sus historias, lo que contaban ahí, se fumaban un cigarrillo, se tomaban un café, y en esa primera ocasión no se me ocurrió. Ya después regresé y encontré el mismo panorama. Y dos o tres noches después decidí abordar a ese señor Gilberto, el mariachi. Fue el que me contó sus historias, yo lo entrevisté, le tomé fotos, y se me encendió el olfato periodístico de decir, aquí hay una historia, contada desde lo básico, desde las personas que se rebuscan en la calle, se rebuscan en la noche, y también porque la quise contar como el auge y el ocaso de la zona de la 42, porque lo vi muy cercano. En alguna época fui asiduo de esas rumbas, porque tenía familiares que vivían cerca, estudiaba cerca, y veía el esplendor de las discotecas, de la zona de rumba, de los carros finos que llegaban ahí, pero que ya esa zona para la rumba murió y tiene ahora otras dinámicas comerciales. Básicamente la crónica de los mariachis también muestra eso, el declive de esa zona y de la rumba que hubo en Ibagué de antaño.

Otro texto de “A la luz pública”, en este sentido de retratar el territorio y la región, hay un hecho histórico narrado en la crónica “Explotó la caldera en Diacemento”. La importancia de retratar un aspecto histórico, desde el impacto de lo que allí sucedió. ¿Cómo fue el proceso de construcción de esa crónica?, dado que, frente a un hecho trágico, entra la mirada del periodista como narrador.

Alexander Correa: el texto de la caldera en Diacemento, surgió tal vez hurgando en la memoria. Porque ese hecho lo viví, pero no muy cercano. En su momento fue como el registro noticioso que todo el mundo hacía. Pero algún día, una colega periodista que está allí retratada, Norma Constanza, ella trabajó en CEMEX y me contaba la crudeza de los hechos, lo que había ocurrido. Un día vi que William Ospina decía que en la literatura había que dejar pasar el tiempo, porque para hablar de un hecho inmediato, primero hay que esperar que se digiera un poco, que la gente aclare sus pensamientos. Me parece que es una cosa que podemos extrapolar al periodismo, a la crónica. Con todos esos elementos, yo estaba investigando sobre el hecho y había descubierto que uno de los sobrevivientes trabajaba en Movistar, y entonces justamente contraté con ellos el servicio de telefonía y llegaron a mi casa a instalarlo y le pregunté a los operarios si conocían al señor y me dijeron que había sido compañero de ellos, y estuve rastreándolo, pero no pude encontrarlo. Con todo eso tuve elementos más cercanos para escribir la crónica y plasmarla. Recuerdo que cuando se publicó hubo un pronunciamiento por parte de CEMEX, con unas claridades desde el punto de vista técnico, y ellos explicaron a través de un comunicado qué era lo que había ocurrido y explicaban que habían indemnizado a las familias y que el tema de riesgos laborales se había subsanado.

En el compilado hay una crónica con un relato muy potente, “Espionaje alemán en el Tolima”, y toda esa historia contenida allí, relata como una especie de cámara escondida, los recorridos por lugares de Ibagué en donde se dieron entrevistas, donde grabaron conversaciones y donde vigilaron personas. Resulta cinematográfico el lenguaje que emplea, para seguir el hilo narrativo de los sucesos que se encadenan y dan vida a esa crónica. ¿Cómo nació esa historia?

Alexander Correa: Yo trabajaba en esa época en la radio. Un día salí de la emisión, fui a almorzar y cuando iba a hacer la siesta entró una llamada a mi celular. Era una jueza, amiga mía, que me dijo con voz queda: véngase que hay un caso bueno. Yo fui y me estaba quedando dormido cuando oí algo de lo que hablaban y me despabilé, cuando empezaron a decir que estos señores de inteligencia habían operado en Colombia y habían grabado y ejecutado todas las labores tendientes a lograr el rescate de su connacional. Hice la reflexión de que ese era un caso de extrema complejidad y que por su extensión no se podía abordar en la radio, porque todos sabemos que en la radio es un texto corto en el que uno produce una grabación que no puede durar más de 30 segundos. Entonces el tema se lo propuse al diario El Nuevo Día, lo publicamos en una edición especial, un domingo, a dos páginas. Y con ese caso me sucedió un hecho curioso, y fue que, yo le dirigí un correo a una embajada alemana solicitando una réplica, por si querían referirse sobre el tema, y dos o tres días después encuentro que, en el correo, uno tiene su información organizada en carpetas, habían entrado y borrado toda la información que tenía. Sospecho que fueron ellos. Nunca lo denuncié. Meses después un medio público alemán me contactó y un periodista con un español deficiente, como de traductor de Google, me decía que si yo le podía suministrar información. Le envié audios, entrevistas la sentencia que ya había salido en esa época y ellos replicaron el tema en Alemania.

Esta selección de crónicas cierra con una mirada al origen de estas historias. En el compilado hay una crónica que se convierte en un retrato de la memoria que guardan las calles y esquinas de una ciudad. Se trata de “La Sultana, la tienda tradicional que se niega a desaparecer.”

Alexander Correa: Casi por la misma época en que se concibió la historia de los mariachis de la 43, en las mismas caminatas que yo hacía paré un día en la tienda La Sultana, y pues, eran ya las seis de la tarde y vi como el paralelismo entre la zona que se había transformado, que era residencial y ahora es comercial, y vi la tienda que, solita, había resistido a pesar de los años. Una zona muy cercana para mí porque yo estudié en el colegio San Simón, que queda a pocas cuadras y viví justamente todo lo que cuento ahí, de la congregación de las personas, la recocha que se hacía. También recordé a un primo mío, ya fallecido que vivía justamente cerca, Fernando, él también era de las personas que yo narro allí, que hacían todas esas bromas pesadas, que pedían comida a domicilios y después no la pagaban, que llegaban carros con música a todo volumen, y era Fernando quien sacaba el revólver del papá y empezaba a hacer disparos al aire. Junté todas esas historias que ocurrieron en La Sultana. Hace algunos meces, todavía uno pasaba y veía que a través de los años se mantenía el sitio de congregación, pese a que ya es una zona eminentemente comercial, quedan EPS, quedan bancos y otros establecimientos, pero La Sultana sigue siendo a pesar de la pandemia, ese sitio de congregación de muchachos, incluso todavía se ponen citas para rumbas. Ese texto nació en una caminata. Yo venía bajando por allí y me conmovió la imagen de una tienda de barrio, resistiendo como una isla en medio del mar comercial, si cabe la metáfora, es lo que me disparó todos los recuerdos y la intención periodística para hacer la crónica. En esa ocasión entrevisté a la dependiente, que me atendió y me contó cuánto llevaba en funcionamiento y quiénes eran los propietarios.

Sirva este recorrido por Ibagué, para verla retratada en crónicas y andar por sus calles con un puñado de historias recogidas en las aceras. O como en este caso, con crónicas de Alexander Correa entre manos. Las ciudades son como diccionarios, cada palabra en sus significados tiene su equivalencia en imágenes, cuando se adentra en barrios, calles, esquinas, personajes. Solo necesitamos una pausa frente a ellas y el panorama se abre ante nosotros. Feliz cumpleaños, Ibagué.

| Nota del editor *

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