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Quién es Vera Grabe, la recién nombrada jefe de la delegación del Gobierno en los diálogos con el ELN

La mujer en la guerra, la política y la paz, Datéate revive la entrevista con Grabe.

Vera Grabe Loewenherz es una antropóloga, exguerrillera del Movimiento 19 de abril (M-19) y política colombiana. Fue la primera parlamentaria, por el movimiento político Alianza Democrática M-19, en la Cámara de Representantes después de la firma del acuerdo de paz entre el gobierno y el M-19 en 1990, y posterior a la promulgación de la Constitución de 1991. Actualmente, es la nueva jefe de la delegación del Gobierno en los diálogos con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

En el año 2014, Datéate al Minuto conversó con Vera Grabe sobre su participación en la guerra, su experiencia política, el conflicto en Colombia y su labor en el Observatorio para la Paz, la integración de la mujer en los procesos de transformación social y acuerdos de paz. A continuación, recreamos la entrevista:

¿Qué la llevó a participar en el Movimiento M-19?

V. G: Me llevó la búsqueda de una participación política con el propósito de cambiar cosas que me parecían injustas en este país y más en una época en la que ser revolucionario implicaba estar comprometido con la causa, así fuese ante una posibilidad armada. En esa época, yo era estudiante de antropología en la Universidad de los Andes, así que después de pasar por diferentes movimientos, que a la larga no llenaron mis expectativas, encontré en el M-19 una gente distinta, que se estaba uniendo en torno a nuevos pensamientos de democracia y participación.

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¿Qué abandonó cuando decidió sumarse al Movimiento?

V. G: Nunca tuve la idea del sacrificio. Unirme al Movimiento era ganar, era la posibilidad de hacer cosas. Obviamente, con el paso del tiempo, uno debe dejar la familia y adentrarse en la clandestinidad, pero es un proceso que no se da de la noche a la mañana. Yo continué estudiando a la par de la militancia en la organización. Tenía claro que debía cumplir con mis compromisos y logré graduarme de antropología. De hecho, mi idea de generar cambios siempre estuvo presente, incluso la antropología tiene un compromiso social con el desarrollo de una comunidad, con el hecho de aclarar cosas, por ende, no es ajena a las transformaciones.

¿Qué diferencias presentaba el M-19 frente a las FARC y el ELN?

V. G: El M-19 nace cuestionando una serie de posturas y de prácticas que tenían las otras guerrillas, el M-19 mismo es la búsqueda de renovar lenguajes políticos, de hablar de democracia, de plantear otras metas. Éramos un grupo urbano, lo cual ya nos hacía diferentes, además buscábamos estar con la gente y plantear temas políticos sobre la mesa, que se pudiera debatir, creando una conciencia crítica del contexto.

¿Qué papel cumplía la mujer dentro del movimiento?

V. G: El M-19 siempre tuvo una gran participación de la mujer. Nosotras participábamos en las tareas de la misma manera que los hombres. En el M-19 siempre hubo muchas mujeres en la dirección, ya en el comando superior había menos, estábamos una compañera y yo; ella murió en un accidente aéreo. Pero básicamente las mujeres participábamos de tú a tú, eso no quiere decir que no hubiese machismos dentro del Movimiento, lo cual es común en este tipo de organizaciones.

¿Qué papel cree usted que cumple la mujer en la guerrilla hoy en día?

V. G: Seguramente ha incrementado la participación de ellas en algunos ámbitos, respecto a mi experiencia, pero no podría hablar de esto desde lo que yo creo, porque son diferentes realidades.
Aspiro a que la mujer tenga un papel protagónico en los diálogos de paz y que en algún momento se dé para hablar de su participación.

¿Cómo ve el rol de la mujer en el conflicto armado?

V. G: Es claro que la mujer, los jóvenes y los niños son los más afectados en la confrontación armada; por ello desde el Observatorio hemos intentado que las mujeres víctimas del conflicto reconozcan el problema y busquen las herramientas, como la educación, para salir de esta condición, para asumir su rol como ciudadanas, como sujetos de paz, como mujeres que están dispuestas a rehacer sus proyectos de vida. En este proceso, el Estado y la sociedad tenemos una deuda inmensa, porque no sólo es el hecho de reconocerlas, sino de brindarles las herramientas para salir de esta situación.

¿De qué manera influyó la ideología del Movimiento en su paso por el Congreso de la República?

V. G: La lucha del M-19 fue por la justicia, la democracia y la paz, y eso se plasmó en la Constituyente y a nivel de los planteamientos de la agenda legislativa que buscaba el desarrollo de la Constitución; sobre todo en temas como los derechos, la renovación política, la paz, la participación democrática. Es parte del legado que dejó el movimiento y que se buscó desarrollar en el ámbito legal.


¿Por qué cree usted que la participación de la mujer en los cargos públicos aun es mínima?

V. G: Yo creo que hay una gran presencia de la mujer en los movimientos sociales, como los movimientos por la paz o por la construcción de comunidad, pero eso no se refleja a la hora de ocupar un cargo público o electoral. Primero, porque es un tema muy segmentado, muy patriarcal, además porque no hay formación política; y segundo, porque es necesario verificar cómo se está trabajando el discurso de género y política. Sé que en los cargos por nombramiento la mujer ha tenido más oportunidades; sin embargo, el panorama es distinto en los cargos electorales.

¿Considera usted que el rol de mujer y madre se adapta al ejercicio de la política en Colombia?

V. G: Pienso que la política debe adecuarse a las situaciones de las personas, debería estar al alcance de la gente y no ser un campo de competencias y exclusiones; por ende, yo creo que las mujeres pueden ejercer la política y también ser madres.


¿En qué falla la justicia colombiana frente a los casos de agresión contra la mujer?

V. G: Yo creo que el tema no es solamente de justicia, hay falencias, pero en Colombia existen leyes para todo, y hay condenas para todo. Pero más allá de la justicia, el problema radica en la educación, todas estas conductas extremas residen en cómo vemos a la mujer. Por ende, la solución no está en aumentar los castigos, sino en preguntaros qué tipo de seres humanos estamos produciendo, y para ello es fundamental revisar cómo está la educación.

Cuando me refiero al término no estoy hablando desde el concepto de saber leer y escribir, sino desde la formación de criterios y posturas frente a su realidad. No podemos seguir abarrotando las cárceles de este tipo de sujetos, ahí no está la solución, lo que sí podríamos hacer es identificar qué fenómenos están influyendo en estos comportamientos.

¿Considera usted que los movimientos feministas crean disensiones sociales que conllevan al conflicto?

V. G: Hay que hablar de feminismos en plural, ya que hay muchos feminismos. Existen diferentes tendencias, las cuales enriquecen mucho las reflexiones desde el feminismo: feminismo de la igualdad, de la diferencia. Creo que este tipo de movimientos ha puesto la lupa al tema de lo que pasa en las estructuras pequeñas de poder. Ha sido un movimiento muy importante porque demostró que los seres humanos somos seres culturales y que en la media del proceso nosotros sufrimos transformaciones.

Hay algunas posturas radicales que perpetúan en la confrontación, pero es una tendencia, mas no todo el feminismo en general; por eso le apuesto más un feminismo incluyente, en el que las transformaciones suceden tanto en hombres como en mujeres.

¿Cómo está trabajando el Observatorio para la Paz, la integración de la mujer en el tema de la paz?

V. G: Nos dedicamos a temas culturales y educativos en torno a la paz, trabajamos con familias y en este espacio la mujer está muy presente; de hecho, son ellas quienes más participan en el proceso que nosotros hacemos. Tratamos el tema de género desde la paz, intentando superar el problema de violencia en los hogares; por ende, el cambio no sólo radica en el pensamiento de la mujer sino en el conjunto, los espacios culturales. No podemos tratar la violencia contra la mujer y excluir al hombre del proceso educativo.

¿De dónde sale el término Pacicultura?

V. G: Pacicultura es una palabra que nos inventamos nosotros (Observatorio para la Paz), pero dándole un sentido cotidiano en la transformación de las comunidades. Existen los diálogos para la

paz, pero cómo construir paz si no empezamos por visibilizar y comprender el término desde el ejercicio mismo de ser ciudadanos y de integrar una sociedad. Es un pensar de cómo actuar frente a los conflictos, cómo hacer posible el diálogo entre nosotros mismos. Y de ahí surge la palabra paz como cultura.

¿Desde qué espacios trabajan la Pacicultura?

V. G: Tenemos varios programas, metodologías, herramientas, hemos construido un bachillerato para las personas desplazadas, tenemos un programa de alfabetización desde la paz y la cultura. Trabajamos educación inclusiva en las universidades para que las mismas se preparen para la etapa del post-conflicto. Diseñamos una metodología para prevenir el tema de violencia en la familia.
La Pacicultura se adapta a todos los contextos.

¿Cree usted que en Colombia tendremos una presidenta?

V. G: Ojalá. Espero que esa mujer tenga conciencia de género, pero que no reproduzca los esquemas de poder tradicionales, caudillistas o autoritarios; sino que realmente sea una posibilidad de generar inclusión, de tener mayor sensibilidad al tratar temas de violencia y poder, tratando los temas de otra manera.


| Nota del editor *

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