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Todo en todas partes al mismo tiempo

El como algo absurdo, se vuelve maravilloso.

Por: Daniel Rojas Chía

Muchas son las historias que el cine en los últimos años ha revelado sobre los múltiples universos. Unas mejores que otras, pero como es evidente, marcaron una fuerte tendencia sobre el tema y todas las temáticas posibles sobre esta herramienta narrativa.  

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Desde la valiosa, siniestra y mal vendida para un público infantil, Coraline y la puerta secreta (2003) hasta la sorprendente Spider-Man: Into the Spider-Verse (2018) la temática de los multiversos ha sido explorada en numerosas ocasiones, logrando ciertos alcances y dejando en deuda muchas otras bajo el encanto de los mundos paralelos. 

En esta ocasión los directores estadounidenses Dan Kwan y Daniel Scheinert llevan muchos pasos adelante las historias de los multiversos hasta donde se había visto en ese momento. Además de producir y escribir el guion de esta cinta, embarcan al espectador a algo para lo cual ni siquiera estaba preparado, ya que se introduce casi de inmediato a la historia y desde allí, quien la está viendo no le es posible dejar de poner atención, ya sea por temor a no entender todo lo que puede tener en frente o porque el impacto generado por la narrativa, simplemente no deja de darle bofetadas de todo tipo. 

La historia en su sinopsis trata de Evelyn (Michelle Yeoh) es una mujer china migrante en Estados Unidos cuya relación consigo misma y con su familia está constantemente pendiendo de un hilo. Con una hija de la cual se avergüenza, un matrimonio al borde del fracaso, un padre que la subestima y un negocio de lavandería a punto de hundirse, ella vive frenéticamente intentando hacerse cargo de todo. Sin embargo, sus problemas pasan a un segundo plano tras su encuentro con Alpha Waymond (Ke Huy Quan), una versión de otra dimensión de su esposo que le suplica su ayuda para detener a una amenaza que planea acabar con el cosmos. Lo que sucede de aquí en adelante es una locura que explota las posibilidades del multiverso como pocas veces se ha visto.

Cortesía de: Diamond Pictures Colombia

Desde las muchas cosas para señalar de esta película, es el tono que se le quiere imprimir desde el principio, ya que desde los mismos conflictos familiares ya se definen muy eficientemente los perfiles de los personajes y esto le imprime aún más desenfreno en su rápida narrativa, creando arcos complejos que se desenvuelven brillantemente por parte del desarrollo de la historia, acompañado de innumerables puntos de giro que nunca cansan, es más, sorprenden con una muy buena fluidez y son elocuentes bajo imágenes que parecen absurdas, pero que son vitales a la hora de construir la historia. 

Cortesía de: Diamond Pictures Colombia

También cabe resaltar que es admirable como desde lo absurdo se construyen tantos buenos momentos en la película. Utilizar ese recurso en exceso es muy peligroso, ya que puede pasar al terreno de lo ridículo y con eso, perder la intensidad y ese poder de atención que además de entretener, impacta. Ese no es el caso de Todo en todas partes al mismo tiempo que está repleta de esos momentos, pero que de manera maravillosa hacen que sean parte de la trama e irónicamente nunca parezcan fuera de lugar ya que encuentra el equilibrio de lo absurdo con lo intrigante, mezclado con altas dosis de humor. 

Al mismo tiempo la cinta goza de personajes que se vuelven entrañables con el desarrollo, como el actor vietnamita Jonathan Ke Quan (Waymond Wang) que recrea esa amabilidad y le inyecta esa dosis de bondad a la historia como tal cual lo hizo en The Goonies (1985).  

Igualmente, las actuaciones de los demás personajes son memorables y eso también le da mucha calidad al desarrollo de la historia ya que, desde la primera secuencia con la asesora de impuestos con una Jamie Lee Curtis genial, se construye hábilmente lo incómodo de una vida apocada por la rutina y olvidada por la cotidianidad. También es imposible negar la calidad de actriz nacida en Malasia Michelle Yeoh (Evelyn) que carga con buena parte del peso dramático de la historia con Stephanie Hsu (Joy).

También, sería un error olvidar el maravilloso diseño de producción que tiene la cinta para lograr ensamblar todas las imágenes y los acontecimientos de la historia, acompañados de un diseño de vestuario notable que es clave a la hora de crear las realidades y un buen ejemplo, que no siempre son necesarios varios millones de presupuesto para hacer algo lleno de versatilidad y creatividad, además de lo que al parecer es un homenaje a la maravillosa in the mood for love (2000) del maravilloso director chino Wong Kar-wai.

Cortesía: Diamond Pictures Colombia

Probablemente es allí cuando la película encuentra su punto más alto, ya que no está solamente en su humor o desarrollo narrativo su éxito, sino en su poderoso mensaje de volver a encontrar la magia en la belleza de lo siempre (como hacer de una piedra un personaje encantador)  y cómo eso hace que la fascinación por existir no nos haga ni más ni menos que el mismo universo. Solamente somos seres que pretendemos darle razón a las cosas y estar en nuestro propio universo lleno de virtudes y defectos que nos hacen ser honestos con nosotros mismos.

En definitiva, vale la pena aclarar que es difícil de encasillar en un género a esta cinta que tantas buenas sorpresas da y que se cataloga como la mejor película del año hasta ahora. Y puede que sea así, tiene de todo y lo hace de muy buena manera, pero lo más importante como siempre que cada persona pueda verla y sacar sus propias conclusiones ya que todos somos un universo aparte. 

| Nota del editor *

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