Por: Daniel Rojas Chía
El ser humano produce consecuencias con sus actos que, con el tiempo, los recuerdos traen al presente. Esas sensaciones son las que hacen posible que con los años se recreen, lo que al parecer, son culpas añejas que transportan el presente al pasado.
En parte es lo que nos muestra la ópera prima de Maggie Gyllenhaal, la cual resulta intrigante y llena de sensibilidad desde donde se vea, llevando a su personaje protagónico, Lena Caruso, construido por una maravillosa Olivia Coleman, a un punto muy alto en las cintas del 2021, convirtiéndose de inmediato en una de las mejores películas de ese año.
La cinta nos muestra las vacaciones de una mujer madura en una playa griega, se complica cuando comienza a obsesionarse con otra mujer y su hija. Esta situación la obliga a enfrentarse a problemas de su pasado y de su primera maternidad, esta última manejada de manera fascinante por parte de la directora donde también hace el guión de la cinta.
No es gratuito que en la construcción de las imágenes se perciba una alta sensibilidad con respecto a un tema como la concepción. Su directora logra proyectar la imagen de mujer, su conflicto frente a las construcciones sociales, sus anhelos, sus intereses propios y sus decisiones.
El personaje de Lena Caruso es llevado a cabo en dos tiempos diferentes: el del presente de la historia llevado a cabo por la actriz inglesa Olivia Coleman, recordada por su anterior película The father del 2020 dirigida por el francés Florian Zeller y donde también fue notable; la otra etapa más joven del personaje fue construida por una versátil, conmovedora y apasionada Jessie Buckley, recordada por su gran trabajo en la película del 2020 dirigida por Charlie Kaufman I’m thinking of ending things.
La cinta va narrando de manera brillante lo que parece estar entretelones sobre esta maestra universitaria de literatura, allí se desglosan, de a poco, sus conflictos despertados por diferentes situaciones que se tornan familiares con respecto a sus recuerdos. La película tiende a parecer oscura y llena de intrigas por momentos, pero esto construye de manera maravillosa al personaje que va dejando pedazos de sí misma mientras avanza la película.
La historia toma visos inesperados continuamente, ofreciendo al espectador información que recrea su posición frente a temas tan interesantes y complejos como el de ser mujer (aún más complejo para mí por ser hombre y la educación que se me dio) y con ella, la intrincada mirada social del ser madre con todos los contratos afectivos, sociales y morales que eso conlleva.
Cabe la pena resaltar la experiencia de la directora delante de las cámaras como actriz durante muchos años y ahora poniendo toda su experiencia como directora, logrando captar momentos claves en las construcciones de los personajes y es notable el manejo de sus actrices, las cuales son el eje central de la historia.
No hay que olvidar, de igual manera, el notable trabajo de una Dakota Johnson que cumple con creces, mostrando la relación de la mujer desde otro frente afectivo dentro de la historia. Ella logra un gran trabajo lejos del encasillado personaje de Anastasia Steele en la franquicia de Fifty Shades of Grey.
The Lost Daughter logra desarrollar un relato muy bien construido lleno de cuestionamientos valiosos en donde no le sobra nada. Desde esa profunda mirada a la maternidad, cuestiona el sacrificio de lo que se supones es ser madre, proponiendo un debate sobre el sentido de ser egoísta, solo por querer y poder hacer lo que le apasiona, convirtiéndola en una conmovedora visión en donde esa especie de belleza imperfecta se transforma con el tiempo y siempre prevalece en la memoria entre claroscuros.
El primer largometraje de Maggie Gyllenhaal resulta ser una gran apuesta a una cineasta sensible y recursiva que, con los detalles suficientes, logra encarar temas de gran profundidad, con grandes momentos de tensión que construyen una cinta llena de emisiones y buenos alcances los cuales, desde ya, coloca un listón muy alto para la directora norteamericana.