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Un cambio en la agricultura, reacciones de la agroindustria y los economistas

Diez años se da Bruselas para reducir en un 50 por ciento el uso de plaguicidas químicos, con su estrategia “Farm to Fork” (F2F), o “De la Granja a la Mesa”. La misma meta de reducción se prevé para el uso plaguicidas de riesgo, el de antimicrobianos para animales de granja y de acuicultura, así como para la pérdida de nutrientes de los suelos. Para conseguir esto último, habrá que usar un 20 por ciento menos de fertilizantes.

La estrategia prevé lograr que el 25 por ciento de las tierras agrícolas de la Unión Europea (UE) se destinen a la agricultura ecológica. En caso que solamente la UE adopte estas medidas, según un estudio del Economic Research Service, encargado por el Gobierno de Estados Unidos, la producción europea se reduciría en un 12 por ciento, la de Estados Unidos no se alteraría y, en el total global, habría un descenso del 1 por ciento.

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Los precios subirán un 17 por ciento en la UE, un 5 por ciento en EE. UU y un 9 por ciento globalmente. Las exportaciones de la UE disminuirían un 20 por ciento, las de EE. UU aumentarán en un 6 por ciento y, a nivel global, habría una disminución del 2 por ciento.

El costo anual per cápita de la alimentación subiría en 153 dólares en la UE, en 59 en EE. UU. y en 51 en total mundial. Las pérdidas en el PBI serían de 71 mil millones de dólares para Europa, 2 mil millones para EE. UU. y de 94 mil millones globalmente. Esto significaría: inseguridad alimentaria para los 76 países más pobres del mundo.

Por su parte la Universidad de Wageningen, en Países Bajos, advierte que conseguir los objetivos del Pacto Verde propuesto por la Comisión Europea se traduciría en una reducción de la producción ganadera y agrícola, que oscilaría entre el 10 y el 15 por ciento.

Mirando hacia terceros países, la UE se convertiría en importador neto de maíz, colza y cítricos. Sus importaciones de soja aumentarían en un 100 por ciento. El impacto que esto tendría en los países productores de América Central y América del Sur, es evidente.

La eurodiputada luxemburguesa Tilly Metz, presidenta de la Comisión de Investigación para la Protección Animal durante el Transporte, manifestó que “no tienen en cuenta que tienen y que van a producirse cambios en el consumo de productos cárnicos. Y que la manera de producir se orientará más a lo local”, agrega. En su opinión, el lobby agroindustrial, que analiza solo desde lo económico y comercial, sin perspectiva de protección medioambiental ni de la salud, está detrás de estas campañas, para infundir temor.

“La agricultura intensiva de alta densidad ha sido clave para la aparición de enfermedades zoonóticas, para la polución y la destrucción de hábitats naturales”, recuerda, por su parte, Nora Hiller, del Instituto de Política Ambiental Europea (IEEP, por sus siglas en inglés), con sede en Bruselas y Londres. Las crisis, afirma la investigadora, conllevan impactos y disrupciones en la cadena de suministro y en los hábitos de consumo.

Por su parte, Pierre-Marie Aubert, investigador del IDDRI, un think tank francés para facilitar la transición hacia el desarrollo sustentable, recuerda que, “en el Pacto Verde europeo, la estrategia F2F y la de biodiversidad son ambiciosas. No pueden ser analizadas solamente con modelos de equilibrio de mercados. Estamos hablando de cambio en el sistema: de que habrá cambios en la dieta alimentaria, que habrá cambios en la demanda, que los suelos están agotados”. Y, aunque el cambio en el consumidor no se puede aún cuantificar, en el entorno global hay constantes que ayudan a predecir evoluciones, prevé Aubert.

En un debate en la Eurocámra, la Comisión Europea defendió su estrategia afirmando que las sequías, que se originan en el cambio climático, están costando 9 mil millones de euros anuales a la agricultura.

En este sentido, Metz plantea: “¿Cuánto cuesta a América Central y América del Sur el sistema tradicional europeo, que se basa en importaciones que llevan a la deforestación? ¿Cuánto cuesta la pérdida de biodiversidad? ¿Cuánto cuesta limpiar las aguas contaminadas de químicos y fertilizantes? ¿Cuánto cuesta que el 90 por ciento de esa proteína que importamos, soja o maíz, se dedique a la ganadería europea, que está en superproducción? ¿Cuánto cuesta que un animal nazca en un lugar, engorde en otro, sea sacrificado en un tercero y empacado en un cuarto, para que reciba el sello ‘jamón de Parma’?”.

Como sea, Metz, que integra la comisión de Medio Ambiente y Salud Pública, insiste en que la nueva estrategia de la UE es amplia y contempla un capítulo de comercio exterior, que incluye a sus socios comerciales. En ese sentido va la también esperada directiva para que sus empresas actúen con la diligencia debida en cuanto a derechos humanos y ambientales. En cuanto a la estrategia “De la Granja y la Mesa”, es inminente una propuesta para convertirla en legislación comunitaria.

Y, como presidenta de la Delegación para las Relaciones con América Central, Metz concluye apuntando hacia los cambios que será necesario promover en la cadena de distribución: “No es solamente una cuestión de cantidad y productividad. Es un escándalo que el productor se quede con menos del 14 por ciento del precio final. Y cuando se trata del café y el banano de Centroamérica es peor aún. Cuando uno aprieta un tornillo en un sistema, hay que reajustar todos los otros”.

Fuente: DW news

| Nota del editor *

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