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La Noche de la Bestia

Un viaje casi melancólico impulsado por la gasolina del metal.

Por: Daniel Rojas Chía

Sin duda en los últimos años el cine colombiano afronta cambios significativos gracias a los diferentes reconocimientos para sus aún escasas pero valiosas películas, que intentan abordar nuevas temáticas y darles un aire fresco con novedosas propuestas narrativas.

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Luego de la pandemia y en plena reactivación de la industria del cine en Colombia, van llegando de a poco las nuevas propuestas a la pantalla grande. Una de ellas es la ópera prima del director colombiano Mauricio Leiva-Cock “La noche de la bestia”.

Este largometraje discurre sobre dos adolescentes llamados Vargas y Chuki quienes deambulan por las calles de Bogotá luego que unos ladrones les roban las entradas para Iron Maiden que realizaban su primer concierto en el país hace 12 años.

Uno de los ganchos más relevantes de la cinta es que involucra a una de las agrupaciones más importantes en la historia del metal, la banda británica Iron Maiden, pero la cinta no es solo esa gran marca.

Desde el comienzo la película envuelve al espectador en una melancólica narración hacia la música y su pasión, desde ese sentimiento infantil de pertenencia a las bandas que perdura en muchas personas aun cuando de “crecer” se trata.

Los personajes se van identificando claramente como también sus espacios en la narración, a partir de una construcción simple en el desarrollo de la trama, que tiene lugar el 28 de febrero de 2008, cuando la banda británica de Heavy Metal Iron Maiden pisó por primera vez territorio colombiano.

Puede que no sorprenda lo simple que puede llegar a ser la historia, o el cómo utilizaron ese tipo de narración que en ocasiones parece repetitiva en el cine estadounidense como el recurso del “buddy film”, cuando dos amigos enfrentan diferentes retos y salen victoriosos de alguna manera.

Foto: Tomada de Colectivo Sonoro

Los muchos aspectos interesantes de esta cinta se basan en lo sorprendente que puede ser que una cinta colombiana retome esta temática en una escena local, naturalizándola para combinarla con una cotidianidad digna de Bogotá que prácticamente hace hablar a la ciudad. 

Los espacios, los paisajes de concreto y las vivencias que allí tienen lugar, son espejismos de paseos juveniles que hacen que el espectador se acerque a sentirla más de cerca y alimente de a poco esa melancolía que le ayuda al ritmo de la historia, acompañada de esas estrellas del metal tan familiares, que hicieron parte de la vida de muchos.

Vale la pena resaltar las convincentes actuaciones y el buen trabajo de casting que desarrolló la película para su rodaje, como lo comentó con Datéate su productor Juan Diago Villegas, efecto que se alcanzó mediante la compenetración de sus dos actores principales, que alcanzaron una química que resulta más impactante a partir de la emoción que transmite la música.

A medida que la historia se llenaba de más información, resulta pertinente el modo como se nutrió a estos dos personajes con información sobre sus familias y sus condiciones personales, hecho que posibilita un buen ritmo, que en ningún momento pierde el norte de la historia, que no solo se centra en la banda británica.

Sorprende ver que una película colombiana pueda contener en sus planos música del calibre de la de Iron Maiden, logro que se debe al trabajo de producción para contactar con la banda que dio su visto bueno para el rodaje una vez vieron parte de la cinta, que pusieron condiciones como que también se incluyeran bandas de su mismo género que participaran de la escena local.

De allí la aparición de bandas colombianas como Agony, IV dimención, Darkness, Vein, Masacre, Las Poker, Ataque de pánico, La pestilencia, Morgue, Montaña y Kraken, que hacen parte de la banda sonora, y de cierta manera, de la historia de “La noche de la bestia”.

Foto tomada de Cine vista Blog

Esta cinta no solo es Iron Maiden, también evoca de manera sencilla pero entretenida la amistad con algo de comedia, así como situaciones tan cotidianas como atracos en la ciudad, que también dieron cuenta del valor de la unión entre la comunidad “metalera”.

La película también evoca animaciones tipo “guitar hero”, un juego de video que invitaba a sentirse un “rock star” por unos minutos, a partir del rock y su cultura, que invita a la construcción continua de la esperanza de algo bueno y duradero alrededor de la música y la pasión que despierta entre sus seguidores.

No se puede negar que gracias a la aprobación de Iron Maiden, “La noche de la bestia” se abrirá a un mercado más amplio, más allá de uno que otro problema técnico en el sonido, y aunque parezca una historia local, es más universal de lo que se piensa. Es latente la pasión por la música, que gravita alrededor de una de las pocas agrupaciones en el mundo hoy en día, capaces de llenar estadios en cada una de sus presentaciones. 

‘La noche de la bestia’ es una refrescante excusa para recordar conciertos, vivencias y desempolvar los casettes que su familia no desapareció en una de esas redadas un domingo por la mañana. 

| Nota del editor *

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