La definición de hacer el bien “es actuar de manera positiva y bondadosa hacia los demás, e implica apoyar a quienes han ayudado y tratar bien a las personas”, que, aunque desconocidas, o que tal vez nunca se conozcan, son el reflejo de ayudar o hacer el bien por alguien. Es precisamente lo que Unidos por la música (En Fanfare) propone dentro de uno de los hilos conductores más bellos de su narrativa, que, además, está impulsada por uno de los estímulos más importantes de la humanidad: la música.
El actor de teatro, cine, guionista y director de cine francés Emmanuel Courcol, narra la historia de dos hermanos separados desde su nacimiento que logran conocerse y ayudarse siendo adultos. Gracias a una desafortunada enfermedad sufrida por el Thibaut (Benjamin Lavernhe), conoce a su hermano Jimmy (Pierre Lottin), que finalmente siente compasión por él y quiere ayudarlo a quien considera hasta ese momento un desconocido.

Desde que inicia, la cinta le propone al espectador una poderosa motivación: la música, pero en ese momento no revela de qué forma lo será. Unidos por la música encuentra por medio de sus personajes, su humor y sus destacables actuaciones, una reconfortante forma de ver lo que puede ser una nueva oportunidad para saber cómo una persona es capaz de cambiar el mundo que lo rodea, que muchas veces solo se limita a ver el propio.

Thibaut es un renombrado director de orquesta que ha conquistado escenarios alrededor del mundo, y la presentación de los personajes de parte del director, es tan acertada como coherente, ya que si bien, propone una diferencia de clases sociales, quiere formar paralelos que puedan dividir esta relación de hermanos, para revalidar la importancia de la música y su capacidad de mejorar el mundo y a cada persona.

Courcol logra con Unidos por la música un buen montaje, por medio de sus secuencias que, trasladando las sensaciones de sus personajes y su pasión al espectador, llevan esa luz que cada ser humano puede percibir con la música y sus representaciones, ya que muchas personas son capaces de sentir lo que un compás, una armonía o un allegro les propone estas formas musicales, sin siquiera saber el nombre de cada una, porque la música tiene la capacidad de hacer sentir el alma de un ser humano, y gracias a eso, cambiar su percepción del mundo.

La cinta logra un equilibrio entre el humor y el drama, siempre de la mano de su banda sonora que incluye desde canciones clásicas de Verdi y Mozart, hasta populares de Charles Aznavour, pasando por maravillas del jazz y la música original de Michel Petrossian, interpretada por la Orchestre national d’Île-de-France y la Festiva Banda de Marcha de Lallaing que aparece en la película, talentosos músicos que actúan naturalmente.

Gracias a que estos elementos funcionan, la película en su hora y cuarenta y tres minutos de duración, se siente fresca, y nunca se encuentra con dilemas moralistas ni dramas desmedidos que opaquen la relación de los hermanos, logrando la idea fluida de cómo la música es capaz de transformar. Aunque a mi parecer tiene problemas de continuidad y uno que otro bache en el guion, Unidos por la música es una película hecha con corazón y emoción que se le entrega al espectador como un bello regalo en la sala de cine, que vale la pena ver en medio de tanto producto genérico y sin gracia, que afortunadamente, como en este caso, las artes son capaces de construir.