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La bomba de Quirigua: 30 años del fatídico día de la madre – primera parte

Por: Mónica Tatiana Rodríguez Aponte

Para don Carlos Julio Fonseca y su esposa Doris María Figueredo, la llegada del mes de la madre cada año, significa también la inminente aparición de recuerdos que los marcarán por siempre y más aún cuando está a punto de cumplirse 30 años de la explosión de un carro bomba en el barrio el Quirigua. Ellos dos son víctimas sobrevivientes.

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Carlos Fonseca se remonta a los inicios de la década de los 90 donde era profesor de Ciencias Naturales en el centro educativo Liceo Integral La Granja, en esta época tenia 32 años y era el tercer hermano de cinco. Tenía ya a su hija Johana de 7 años y a Laura Milena de 4. Oriundo de Jenesano, un municipio colombiano ubicado en la Provincia de Márquez del departamento de Boyacá, a de 30 km de distancia de Tunja. Con 8 años Carlos y su familia se trasladaron a la ciudad de Bogotá. Llegaron al barrio Quirigua, al noroccidente de la ciudad. Después de 3 años de estar viviendo en Bogotá, Carlos y su familia despidieron a Augusto, él fue el primero en salir de la casa y así lo hicieron el resto de los hermanos a excepción de Carlos, quien fue el único en terminar estudios superiores.

Después de haber conocido a Doris María y tener a sus dos hijas, Carlos vivía en el tercer piso de la casa con su nueva familia, sus padres vivian en el segundo y en el primero tenían un supermercado. Marta Patricia, quien era su mamá, atendía un supermercado con ayudas ocasionales de Aura, la hija que seguía después de Carlos y quien fue la primera de los hermanos en tener hijos, Aura vivía con su familia sobre la calle 90, a 7 minutos aproximadamente de la casa de sus papás.

La cotidianidad de la familia Fonseca se desarrollaba así: Carlos trabajaba entre semana en el colegio del barrio La Granja. Doris cuidaba a las niñas y trabajaba con su suegra y su cuñada en el autoservicio, cuando llegaba del colegio su sobrino Hernán, hijo de Aura, lo llevaba al tercer piso para que almorzara, el papá de Carlos, don Luis Eladio, ya presentaba problemas de salud, por eso este se la pasaba en el segundo piso leyendo el periódico o viendo noticias, era tradición escucharlo en las noches hablar sobre los temas de coyuntura que presentaban los medios de comunicación y por esta época de narcotráfico y ataques terroristas, don Luis Eladio los analizaba y luego esperaba a su familia para informarles lo que había pasado en x o y sitio.

En la mañana del sábado 12 de mayo de 1990, Carlos recuerda que se levantó, sus hijas ya estaban despiertas, Doris estaba a punto de bajar al supermercado en donde ya trabajaban Aura, su hijo y doña Marta. Recuerda Carlos que su papá ese sábado se levantó quejándose de un fuerte dolor de espalda, cosa que le preocupó menormente, pues era normal que su papá se quejara, pero no de manera tan vehemente como lo hacía ese día. Sobre las dos de la tarde, Carlos subió al tercer piso a almorzar, detrás de él subió su sobrino y almorzaron juntos. Carlos le preguntó a Hernán si ya le había comprado algún detalle a Aura, este le dijo que no, Carlos lo mando a que se arreglara y lo acompañara a conseguir algo para su mamá y para Doris con motivo del día de la madre.

Salieron de la casa sin despedirse, solo Aura los vio salir, le preguntó a Hernán a dónde iba y este le respondió que a acompañar a su tío a hacer una vuelta. En vísperas de la celebración del día de la madre, todo el corredor comercial del barrio estaba abarrotado de personas que al igual que Carlos y Hernán, buscaban cualquier detalle para el día siguiente, Carlos recuerda que lo que él buscaba puntualmente para su mamá era un abrigo que había visto al otro extremo de la calle del comercio del barrio.

Y con respecto al regalo de Doris, no tenía ni la menor idea, cuando salió de la casa, salió pensando en que, si no veía nada que le llamara la atención, lo buscaría al otro día. Hernán de igual manera, entre sus bolsillos tenía lo ahorrado de su trabajando en el supermercado, pero sin la menor idea de que comprar. Caminaron lentamente frente al asadero reconocido en el sector llamado “Brasa Roja”, Carlos calcula que transcurrieron alrededor de 4 minutos, mientras que se alejaban, miraban lo que les ofrecían los vendedores, era difícil abrirse paso entre los ciudadanos que caminaban sobre y fuera del andén, su sobrino lo llevaba agarro de la chaqueta para no perderse.

Iban más o menos pasando al frente de un local en donde vendían, entre otras cosas, uniformes para colegio, cuando se escuchó una explosión y a partir de este sonido, el panorama era totalmente gris y lleno de humo, la explosión los tumbó a ambos, recuerda que abrazó a Hernán y desde el piso intentaba descifrar lo que estaba pasando, la gente corría en medio del polvo y saltaban por encima de ellos, el sonido que se ha mantenido en su memoria durante 30 años es el de vidrios cayendo, el tropel de personas corriendo en diferentes direcciones, niños y personas emitiendo gritos desgarradores.

Casa de la familia Fonseca

| Nota del editor *

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