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Amor prohibido por suicidio – primera parte

Por: Luisa María Contreras Ospina

Estación de Servicios La Paz, Zipaquirá. 13 de mayo de 2015

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César emprendió su viaje rumbo a Medellín como de costumbre, pues llevaba más de 5 años manejando un camión de carga pesada o mula, como se le conoce coloquialmente. Llamó a Patricia, su esposa, y saludó a sus hijos Nicole y Alex, les dijo que cuando llegara los llevaría por fin a San Andrés, que tuvieran todo listo y que no se les olvidará que ellos eran su amor. Ese mismo día lo llamó su padre con quién llevaba más de 20 días disgustado, sin embargo, decidió contestar.

-No se le olvide que el sábado cumple años su mamá, si es que todavía le importa. Y colgó.

César decidió no devolverle la llamada, siempre había sido muy orgulloso.

Emprendió su camino sin saber que ese mismo día también sería su final. Después de tres horas de gran trayectoria, a una velocidad considerable y con un sol radiante, César recibe una segunda llamada; era Oscar, un amigo que había conocido hace años, él manejaba una mula igual a la de César, una Kenworth, siempre habían soñado con poder correr algún día en el Autódromo de Tocancipá, esa era su gran apuesta.

-¿Burro dónde viene? Apúrele no me diga que la línea me lo tiene pasando factura; le dijo Oscar.

César con una carcajada le contestó: -Tranquilo burro, vaya pidiendo unas frías que en una hora llego, ¡ah! Y dígale a Doña Juana que yo veré ese almuerzo que me va a tener.

Doña Juana era la señora que atendía y cocinaba en aquel hostal dónde a mitad de viaje, se reunían todos los muleros. Dicen que cocina como los dioses, que su sazón y sus raíces chocoanas hablan por ella.

Faltando treinta minutos para llegar a la sazón de Juana, lo llama José; él sólo era un conocido o al menos eso decía César.

-Aló, ¿Burro dónde viene? Lo estamos esperando. César, era orgulloso y muchas veces impaciente.

-Cuál es su maricada, llego en media hora o una hora, parecen novias feas.

Dónde Juana a un kilómetro de la Calipsa, todo parecía normal, inclusive habían más personas que de costumbre, los muleros estaban pidiendo más cerveza de lo común y los Diomedazos como ella los llamaba sonaban cada vez más duro.

Una hora después se escuchó el freno de un auto, pero por la intensidad de su sonido y el olor a caucho quemado sabían que era una mula.

Era César, luego de parquear y esperar que el motor de su Kenworth se enfriara una poco, decide apagar su mula y bajarse.

  • ¿Cuál era su llamadera?, grita.

Oscar lo escucha y sale del hostal. Lo primero que responde es: -Usted sabe que yo solo no tomo, además sin el burro, la fría no sabe igual. César suelta la carcajada y con un estrellón de mano y un abrazo brusco saluda a Oscar.

Entra a la tienda y pregunta. – ¿Qué hizo mi vieja hoy de almuerzo?; Juana le contesta: -Viudo de capaz, y le pica un ojo.

César saluda al resto de hombres que estaban en esa mesa. José, William y Ricardo; los mellizos, a ellos al igual que a José los consideraba simples conocidos. A mano izquierda de la silla de José estaba Armando, primo de César.

Hacía unos meses César había conocido una mujer, de cabello largo y cintura pequeña. Con el tiempo habrían empezado a sostener una relación amorosa, aunque César llevaba 8 años de matrimonio con Patricia. Aun así, César decidió tener una aventura con aquella mujer; Lo que él no sabía, era que, Armando, su primo, también tendría al mismo tiempo una relación con esa mujer. Armando hacía una semana se había dado cuenta que César estaba con ella, pero él nunca dijo nada.

Ese día, el 13 de mayo, luego de varias cervezas frías, Armando pregunta: – ¿Quién tiene un minuto a celular?

César entre risas bota el celular a la mesa y le dice: – Minutos es lo que hay acá.

Armando ya ebrio se levanta de la mesa y le pregunta a César que donde conoció a aquella mujer, él sorprendido le responde que en el Parque de la Independencia, en Zipaquirá. Armando enfurecido le dice que ellos llevan más de un año juntos, que se había enterado de todo y que no iba a permitir que César se quedara con ella.

Es ese preciso instante César suelta un puño a la cara de Armando iniciando así la pelea.

Luego de varios puños, patadas e insultos, César se le lanza tirándolo al suelo y golpeándolo más. Los hombres presentes nunca los detuvieron hasta ese momento donde José le dice que ya no le pegue más a Armando, que lo suelte. César se levanta de encima del pecho de Armando y es ahí cuando Armando corre hacia su mula, César pensando en seguir la pelea, se va detrás.

Cuando llega a la mula, Armando se voltea y saca un cuchillo propinándole 14 puñaladas a César, unas fueron superficiales, pero hubo una mortal que le costó la vida. En ese momento, entre la gritería de Juanita y la angustia de los otros hombres, Armando prende la mula y se va.

Enlace para continuar con la segunda parte: https://www.uniminutoradio.com.co/amor-prohibido-por-suicidio-segunda-parte/

| Nota del editor *

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