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Ansiedad y depresión en aumento: la crisis silenciosa de los adultos en Colombia

Un estudio reciente muestra cómo la ansiedad y la depresión han afectado gravemente la salud mental de los adultos, sobre todo luego de la COVID-19, llevando a muchos al límite y exponiendo la urgencia de atender este problema creciente.

Por: Laura Sánchez y Valentina Prieto

En Colombia, la pandemia dejó huellas profundas en la salud mental de la población, en particular de sectores como los adultos. Con un aumento inesperado en los trastornos emocionales, como la ansiedad y la depresión, esta crisis desbordó los servicios de salud y expuso la necesidad urgente de medidas efectivas para apoyar a una población cada vez más afectada por el aislamiento y la incertidumbre económica.

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Antes de la pandemia, la salud mental en Colombia ya mostraba señales de alerta. La Encuesta Nacional de Salud Mental de 2015 indicaba que el 9.1% de los adultos enfrentaba trastornos como la ansiedad y la depresión, afectando no solo su bienestar personal, sino también sus relaciones familiares, su capacidad laboral y su participación en la vida social. Sin embargo, la llegada del COVID-19 y el aislamiento social empeoraron drásticamente esta situación, llevando la salud mental de muchos al límite y evidenciando una problemática que muchas veces pasa desapercibida.

El estudio “Salud mental durante la pandemia por Covid-19 en el 2020 en población adulta colombiana” –realizado por los investigadores Helena Johana Vélez-Botero, John Bohórquez-Buitrago, Felipe Agudelo-Hernández, Andrea Yanira Rodríguez-Rodríguez, y Abel Guerrero-González y publicado en 2023– evaluó los riesgos para la salud mental, la violencia, el consumo de drogas y la resiliencia de 18,779 adultos colombianos. Para ello, los investigadores utilizaron un muestreo incidental con el objetivo de identificar correlaciones entre estos factores durante la pandemia.

¿Qué encontraron los investigadores?

Durante la crisis sanitaria, los síntomas de ansiedad en la población adulta colombiana se dispararon en un 30%, y los casos de depresión aumentaron un 25%. Los efectos del confinamiento y la distancia social, sumados a la incertidumbre económica, la pérdida de seres queridos y el temor al contagio, crearon un ambiente propicio para que estos trastornos alcanzaran niveles alarmantes.

Y es que las rutinas diarias se transformaron y las personas se enfrentaron a la soledad, la falta de contacto con seres queridos y la incertidumbre sobre el futuro, factores que aumentaron la vulnerabilidad mental. Ante esta situación, los sistemas de salud se vieron desbordados, y muchas personas enfrentaron la falta de acceso a atención especializada justo cuando más lo necesitaban.

La pandemia afectó particularmente a aquellos que ya eran vulnerables, como las personas con antecedentes de salud mental, quienes experimentaron un empeoramiento en sus condiciones. Las limitaciones de acceso a terapias y medicamentos debido a las restricciones agravaron aún más su situación, dejando en evidencia las carencias en los recursos y servicios de salud mental en el país.

El impacto de esta crisis en la vida de los colombianos es innegable. Los problemas de salud mental representaron un 18% de los años de vida perdidos por discapacidad (AVPD) y un 35% de los años de vida ajustados por discapacidad (AVAD), lo cual implica que la salud mental de miles de colombianos ha tenido un impacto directo en su calidad de vida y en la productividad del país. Esta realidad también ha influido en el incremento de las tasas de suicidio, dejando en claro que la salud mental exige intervención inmediata y efectiva por parte del Estado y de la sociedad en general.

¿Qué se debe hacer ahora?

A medida que el país se recupera de los efectos visibles de la pandemia, queda claro que la atención a la salud mental debe ser una prioridad nacional. Invertir en servicios accesibles y efectivos no solo protegerá a los más afectados, sino que ayudará a construir un futuro en el que los colombianos puedan vivir sin la carga emocional que ha dejado esta crisis.

Lo anterior requiere de una planificación integral que incluya campañas de concientización, apoyo en salud mental en el lugar de trabajo y políticas públicas que faciliten el acceso a terapias y tratamientos. La recuperación del país no solo depende de la salud física y económica, sino también del bienestar emocional de su población.

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