Últimamente el cine y sus producciones, además de lidiar con pormenores como la producción, montaje, utilería, vestuario, etc., ahora, tiene que lidiar con sistematizadas olas de “odio virtual” para que sus productos no caduquen antes de estar expuestos al público sin conocerlos, y los señale con calificativos que, gracias a las redes y sus usuarios, se convierten en armas destructivas que se “repostean” y se repite como un eco sin color que se vuelve viral, pues como si fuera poco, con la indiferencia de los gobiernos en las guerras que sufre el planeta, la falta de empatía en la sociedad y la polarización mundial, ahora las películas y sus lanzamientos, se convirtieron en otra plataforma de odio.
Desde hace más de una década, de la mano de la corporación del ratón, la cual ha cambiado varios aspectos en la industria del entretenimiento masivo, Disney cambió sus audiencias y con ellas el negocio del entretenimiento con películas de grandes producciones, retomando marcas consolidadas, exprimiéndoles hasta el último dólar, como al legado de George Lucas con Star Wars, por solo un ejemplo.
En 2025, luego de varios aplazamientos, se estrenó en el mundo otro remake que nadie pidió, y que en mi opinión nadie necesita, de uno de los cuentos de la literatura universal más conocidos, Blanca Nieves (Snow White), con el que buscan nuevas audiencias, impulsadas por el recuerdo y el factor melancólico de los cuentos clásicos, pues la primera cinta de dibujos animados fue estrenada en 1937, y en adelante vinieron numerosas adaptaciones de este cuento escrito por los Hermanos Grimm.
En esta ocasión, con la dirección del estadounidense Marc Webb, conocido por películas como: 500 days of summer (2009); la trilogía de The Amazing Spider-Man que arrancó en 2012, cuya segunda parte se estrenó en 2014 y culminó en 2017, entre otras, esta adaptación sorteó varias dificultades, como refirmar varias tomas, hacer SGI de los 7 enanos por complicaciones externas a la cinta, la huelga en Hollywood y un desmedido presupuesto final de 209 millones de dólares, entre muchas otras, se estrenó finalmente con algo más ajeno a la cinta como la crítica voraz hacia su protagonista, la actriz de ascendencia colombiana Rachel Zegler.
La película es una nueva versión en imagen real de la clásica. Rachel Zegler interpreta a Blanca Nieves y Gal Gadot a su madrastra, la Malvada Reina. Esta aventura trae de vuelta al cuento y sus personajes icónicos de los enanos como Tímido, Sabio, Mudito, Gruñón, Feliz, Dormilón y Mocoso.
La cinta es un musical familiar con toda la estética clásica de Disney enfocado a esa audiencia, con adaptaciones como la del príncipe y su trasfondo social, una cinta alejada por completo de toda violencia, centrada en las secuencias musicales con canciones originales de Benj Pasek y Justin Paul.
Blanca Nieves, como la mayoría de los títulos de Disney de los últimos años, no brilla por su originalidad ni por su riesgo, pues esta tendencia de remakes es una apuesta casi segura a la falta de iniciativas sobre lograr nuevas ganancias y sorprender con narrativas distintas, fenómeno que ocurre por la misma audiencia, puesto que grandes películas como Lightyear (2022), o la maravillosa Un mundo extraño (2022), arriesgadas y con narrativas interesantes, se convirtieron en fracasos para esa casa productora, en razón a aspectos externos a su calidad, con moralismos nocivos que acabaron por perjudicarlas, gracias a una desafortunada crítica sin fundamentos que termina por destruir esta versión de Blanca Nieves.
En ningún momento la cinta intentó sustentar la estrategia de uno de los gigantes de la industria del cine, pero al abarcar tanto, debería evitar que el cine continúe cayendo en una narrativa efectista. En mi opinión, este remake de Blancanieves logra lo que se propuso, y las secuencias centradas en la muy buena interpretación de Zegler, son de buena calidad, al igual que el montaje de una película de 1 hora y 49 minutos, enfocada netamente a un público infantil y dirigida a revitalizar este cuento clásico para las nuevas generaciones con respeto.
La película no quiere ser otra cosa que responder a ese estándar de lo familiar, y seguro no quedará en la historia del cine por su impacto, pero no merecía ese odio que se le atribuye a una actriz que lo hace muy bien solo por no ser “blanca”, un ejemplo más de que ahora en adelante, las películas tendrán algo más con que lidiar, además de la hipocresía de una sociedad escondida en las redes sociales y blindada muchas veces en el anonimato, cuando una película es simplemente eso, una película.
