El 23 de junio de 2016 se realizó el referendo que definiría el futuro de Reino Unido frente a la Unión Europea. Esta decisión política del pueblo británico, denominado Brexit, significaba la salida del país de una comunidad que cambió las relaciones económicas, culturales y hasta geográficas de los integrantes de este acuerdo multilateral.
Hoy se hace vigente la salida de los británicos y las voces aún se escuchan entre los que comentan las ventajas y los que ven solo desventajas. El periodista irlandés Rob Mudge afirma en el portal de la DW, que los partidarios del SI, apoyan la idea de un Reino Unido estancado en el pasado, una nación que alguna vez se jactó de ser un imperio más grande del siglo XIX y de la primera parte del Siglo XX, y que hoy necesita liberarse de las cadenas de la Unión Europea, lo que considera como una idea ridícula.
Entre las consecuencias de esta nueva realidad esta el tema de la mano de obra calificada, que provenía de otros países comunitarios y que ahora buscan abandonar la Isla. Temas tan simples como el trabajo de restaurantes y cafés, según la Patronal, necesitará contratar a unos 60.000 británicos más cada año para cubrir el hueco que dejen los continentales cuando acabe el periodo de transición.
Por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud (NHS por sus siglas en inglés) ya tenía un problema de escasez de mano de obra especializada antes que se celebrara el referéndum del 2016. Hoy enfrenta el sistema la renuncia de más de 10.000 trabajadores europeos que decidieron irse del país según informe de la BBC.
Entre las razones esgrimidas por los que favorecen el Brexit, está el tema de la migración. Para los latinoamericanos se han cambiado algunas normas. Antes solo se tenían cuatro meses para conseguir trabajo, ahora son dos años, lo que podría aumentar el número de migrantes de esta parte del mundo y la posibilidad de quedarse frente a la diáspora de europeos continentales.
El primer ministro, Boris Johnson aseguró que “Al poner a la gente antes que a los pasaportes, tendremos la capacidad de atraer a los mejores talentos de todo el mundo, estén donde estén”, afirmó cuando anunciaba una visa exprés para científicos que entrará en vigor el próximo 20 de febrero.
Esta medida ha sido criticada por los empresarios británicos y por Matthew Fell, director principal de políticas del Reino Unido, al asegurar que hace falta mano de obra, personas que manejen maquinaria, que se encarguen de la agricultura una tarea que realizaban los rumanos, pero que desde el 2016 ha bajado el número de migrantes que hacen los oficios que no quieren los isleños.
Otro de los temas cruciales es la economía, al dejar de ser de la UE las condiciones arancelarias cambiaran para los productos que exporta o importa la Isla. Entre medio se presentan las declaraciones del gobierno estadounidense y se recuerda la reunión que tuvo el presidente Donald Trump con Theresa May, la exprimera ministra británica, en donde se plateó un nuevo acuerdo comercial preferencial entre las partes.
Más recientemente el ministro estadounidense Wilbur Ross aseguró en el Foro Económico Mundial que se celebró en Davos, que “Hay menos problemas entre el Reino Unido y Estados Unidos que entre el Reino Unido y la Unión Europea. Nuestras economías son bastante similares. Ambas están muy orientadas hacia los servicios, con abundantes servicios financieros y ya existe un alto grado de integración y coordinación. Esto debería ser más fácil” frente al compromiso de Estados Unidos que prometió desde el año pasado a Theresa May.
Se abre entonces un nuevo camino en la historia de una Inglaterra que busca no pagar por estar en un compromiso multinacional, considerar que no recibe lo justo y que prefiere tomar sus propias decisiones frente a la migración, los TLC, su economía e independencia para tomar las riendas del destino. Queda por solucionar el tema de Irlanda y de Escocia que prefieren estar bajo la bandera azul y de estrellas doradas.