En la televisión en vivo que se hacía en Estados Unidos con sus famosos american talk shows en 1977, algo no salió bien, que desató el mal en los televidentes del país, y que los directores australianos Cameron Cairnes y Colin Cairnes traen al presente con De noche con el diablo (Late Night with the Devil), donde recrean una noche maldita que está muy bien actuada y que al tiempo resulta interesante y tenebrosa.
Los Cairnes construyen una imagen que se remonta a los 70’s desde el momento cuando la película comienza a rodar, con comerciales de la época e impulsada por la fascinación de lo oculto en ese país para entonces, y lo meticulosos que fueron desde la imagen granulada de la pantalla, hasta su tamaño de proyección y la textura tan particular de la época.

Los apartados de televisión, el vestuario, y como dijeron los directores: “El propósito fue combinar la idea de dos elementos tabú de la televisión nocturna, los programas peligrosos para los niños, junto al cine de terror, otro contenido prohibido, pero en un contexto político y social concretos, relacionados con el caso Watergate, Nixon, la crisis del petróleo y varios hitos a los que se alude en el prólogo, no demasiado lejos de lo que vivimos hoy con la crisis en Oriente Medio, la desconfianza en los políticos y una nueva era de paranoia que existía en los años setenta”.

En De noche con el diablo, Jack Delroy (David Dastmalchian) está desesperado por detener la caída de audiencia de su programa, e invita a una adolescente que parece estar poseída por el Diablo, Lilly (Ingrid Torelli), así como a la parapsicóloga que la cuida (Laura Gordon), y al vidente Christou (Fayssal Bazzi) para hacer una de las emisiones más inolvidables de la historia de la televisión, y al parecer lo logró.

Es encantador para el cine de terror, y para el cine en general, cómo los directores Cairnes mantienen la estética de los 80’s que continuamente alimentan con detalles que no pasan desapercibidos como las cámaras, la imagen granulada, el vestuario, el tipo de planos del programa, las presentaciones y los cortes para comerciales, y cómo se van acentuando las pistas para construir el último acto que sorprende gratamente.

Otro aspecto resaltable son las contundentes actuaciones de todos los personajes. Cada uno realiza puestas en escena tan convincentes que proyectan el momento del programa y su particular suspenso alrededor de algún demonio, que va sumándole a la intensidad, con la maravillosa actuación de David Dastmalchian (Jack Delroy), que conduce el programa, convirtiéndose en el eje narrativo y argumental de la película.

De noche con el diablo es visualmente interesante y atractiva como The holdovers (2023) que, aunque con temáticas diferentes, las dos cuidan la construcción de la imagen, que al final les da un tono especial a estas películas.

La cinta de los Cairnes al parecer no romperá récords de taquilla, pero para mí es una de las mejores películas del año en su género y montaje. No importa si no se asusta lo suficiente, pero igual que en la bellísima La primera profecía (2024), se disfruta mucho más su dirección y dirección de arte que el miedo que pueda infundir. Juzguen ustedes.