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Cuando el ratón cuida del queso – primera parte

Hasta el pasado primero de junio, el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz registró 130 muertes de líderes sociales y defensores de derechos humanos en Colombia. En el municipio de Soacha, el panorama no dista mucho de la realidad que azota a nuestro país. Las vidas de estas personas se esfuman impunemente convirtiéndose en simples números de un conteo, al parecer, interminable.

Por: Lorena Reyes Araque

Suacha: Identidad y memoria

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Suacha es un municipio ubicado al sur de la sabana bogotana. Además de destacarse por sus exquisitas almojábanas, garullas y picadas, la riqueza de su territorio la enmarcan tres grandes categorías: historia, arqueología y medio ambiente. La habitamos quizás 600 mil o más de un millón de personas. La cifra exacta no existe hasta el momento porque, en el año 2019, la Alcaldía municipal manifestó su inconformidad con las cifras presentadas por el DANE, resultado del preconteo del Censo Nacional 2018. Las consecuencias parecen una operación matemática: entre menos sean los habitantes, menos recursos le asignan al municipio. ¿Y cuál es el resultado? Aumento de la pobreza e ineficiencia de la administración para atender las necesidades de todos sus sectores.

‘La ciudad del Dios varón’ remonta el origen de su nombre al idioma muisca, ‘Sua’, que significa sol, y ‘Cha’, varón. Los muiscas fueron los antepasados que habitaron nuestro territorio, y que sólo hasta 1539 mantuvieron su autonomía social por la llegada de los españoles a la sabana. Así como en siglos pasados fueron arrebatadas costumbres, creencias y tradiciones ancestrales, hoy por hoy, los recursos naturales de Suacha han sido devastados por la codicia, la corrupción y la politiquería.

Por supuesto, no es tarea fácil defender el medio ambiente de los intereses económicos que hoy por hoy rigen el mundo, donde todo, absolutamente todo, tiene un precio. Sin embargo, están aquellas personas que trabajan colectivamente disponiendo su conocimiento y entereza, arriesgando incluso hasta la vida para proteger los recursos naturales que aún sobreviven en el municipio de las garras del “hombre de negocios”.

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El Navío: “Nosotros no esperamos el dinero sino hacer educación popular

La tripulación de este barco la conforman aproximadamente 12 personas, y está al mando de dos genuinos líderes: su capitana María Paula y el capitán Ángel Vázquez. Esta embarcación viaja a través de las aguas del arte, la educación popular, la cultura y el medio ambiente. El propósito de todas sus aventuras: denunciar las malas prácticas ambientales que se llevan a cabo en el municipio soachuno y generar reflexiones en torno al cuidado del territorio y sus recursos naturales.

En tiempos de pandemia, conocí a Ángel por videollamada; tiene cabello largo, barba corta, lo noto delgado, pero, sobre todo, posee un sentido del humor especial. No titubea al hablar y asegura con convicción: “mi visión política siempre ha sido guiada a la defensa de los derechos humanos”. Es trabajador social y actualmente edil de la comuna 2, un loco apasionado – antes por su equipo del alma, Millonarios – pero ahora, por el trabajo comunitario. “A mi familia le ha servido positivamente el cambio que yo tuve, pasé de ser líder de barra brava a ser líder en la sociedad”.

Su labor en el municipio ha sido constante y pujante; ha liderado grandes procesos y, entre sus cuentas aproximadas, ha impactado unas 7.000 personas. Se ha enfocado en trabajar con comunidades vulnerables; intercambiando saberes y risas con niños, jóvenes, adultos mayores, campesinos, población LGBTI e indígenas.

Tiene mucho que agradecerle al sentimiento que lo convenció a trabajar en comunidad: “liderar procesos lo vuelve a uno más sensible y apto para convivir en sociedad, se deja de pensar sólo en uno y también se piensa en el otro”. Además, denota con mucha alegría la transformación que tuvo en su vida; dejó los excesos y disfruta no pensar en la plata: “el dinero me produce ganas de tener y el liderar me produce ganas de ser”.

Entre sus experiencias memorables, rápidamente destaca la historia de Juliancho, como le llama de cariño; un niño indígena de Puerto Boyacá que lamentablemente murió a causa de la leucemia que padecía. Luego de haber trabajado con esta comunidad, Ángel regresó a Soacha y, tiempo después, el padre de Julián se comunicó con él para darle la desalentadora noticia. Pero, además, le contó que el niño junto con otros miembros de la comunidad indígena, pintaron la escultura de su rostro que fue construida mientras él estuvo allí compartiendo con ellos: “fue algo totalmente fabuloso para mí saber que personas estaban haciendo arte con mi rostro, pero el motivo es muy triste por la pérdida de Juliancho que siempre lo llevaré en el corazón”.

Resulta sumamente peligroso ser líder social, ambiental o defensor de derechos humanos en Colombia. Ángel no fue la excepción a esta realidad. Hablamos sobre el momento más álgido en el andar de su trabajo comunitario, y me cuenta que fue el secuestro de uno de sus compañeros luego de haber trabajado con la comunidad indígena del Arauca. “Lo tenían en el Córdoba. No le daban alimentación; solamente agua y sus pelas diarias. La retención de él tenía que ver con sacarle información de nuestro grupo comunitario y de estudio que se llamaba M-7”.

Le mencioné la escasez de datos sobre amenazas y muertes a líderes sociales en Suacha y la certeza de su respuesta fue sorprendente: “en noviembre 11 del año 2019, Eleazar González comenzó una investigación para develar estadísticas de líderes sociales muertos y amenazados, grupos al margen de la ley, etc. Pero el nuevo alcalde llegó como un Superman porque todo se borró”. El último registro lo hizo El Tiempo en el año 2018, donde hasta el mes de agosto de ese año se recibieron 67 denuncias en la personería de Soacha por amenazas a líderes comunitarios.

Vásquez, como líder social y edil de la comunidad, mantiene una postura crítica y contundente frente a las problemáticas administrativas que ha tenido el municipio: “acá el favor político es mucho más asequible que en realidad los proyectos de gestión”. Es un acérrimo estudioso, porque tiene clara la responsabilidad que carga en sus hombros. La aplicación de metodologías y un vasto conocimiento le permiten intervenir positivamente en las comunidades: “no se está trabajando con números sino con personas que sienten, ven y oyen, y desde allí se tiene que ser muy responsable”.

Antes de terminar nuestro encuentro, entre risas, le agradezco por su tiempo. Él, con una amabilidad innata, me brinda una última y la más sensata reflexión: “debemos cambiar nuestro pensamiento frente al territorio, apropiarnos de él y generarle propuestas e iniciativas de transformación para poder vivir en sociedad”.

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Pulmones verdes

Nuestros pulmones, aunque no podamos verlos, desarrollan múltiples tareas en el cuerpo durante la sencilla acción de inhalar y exhalar que nos permiten estar sanos y vivos. Pero, estos no son los únicos pulmones que nos permiten respirar; existen también los pulmones verdes. Estos son todos aquellos espacios ricos en vegetación, de gran importancia especialmente para las zonas urbanas, y que se les conoce de esta forma por brindarle beneficios a los citadinos; entre otras cosas, porque atenúan los efectos del cambio climático.

La cueva del indio, el ecosistema de bosques nativos, los humedales, el páramo, la piedra del infinito, las reservas naturales y hasta un museo arqueológico, son algunas de las zonas destacadas del patrimonio invaluable del municipio. Aproximadamente el 89,7 por ciento del territorio de Soacha es zona rural y, tan sólo el 10,3 es el área urbana donde habita la mayoría de su población. Es decir, el pulmón verde de Soacha es bastante amplio; un dato que es desconocido por la mayoría.

Los lujos del territorio suachuno se encuentran en la vegetación y los ecosistemas que posee: especies nativas, corredores biológicos de aves, especies en vías de extinción, yacimientos de agua, áreas de uso agropecuario, entre otros.

Arte rupestre, piezas arqueológicas, especies nativas, corredores biológicos de aves, especies en vías de extinción, yacimientos de agua que abastecen a los campesinos, áreas de uso agropecuario, entre muchos otros, son los favores que recibimos de nuestro territorio. Pero, entre más importante sea el ecosistema, parece ser más apetecido para la actividad minera que, en la mayoría del municipio, se ejerce de forma ilegal.

La mina caracolí es una muestra de ello. Es una de las pocas autorizadas por la CAR. Esta cantera pretende explotar 63 hectáreas del páramo, un subsuelo de conservación protegido por la normatividad colombiana debido a la importancia ecológica y social que representa.

Con el pasar de los años, Soacha se ha convertido en una zona para realizar actividad minera en alto grado. Nuestro municipio cuenta con las más grandes reservas para extraer materiales de construcción como lo son la arena, la arcilla y el recebo. Pero, para llevar a cabo esta actividad, es necesario remover toda la capa vegetal de los ecosistemas y realizar la explotación a cielo abierto. Veredas completas como la Fusungá y Panamá, han sido devastadas por la minería; los impactos sociales, paisajísticos y económicos han sido severos. Además, ha causado afectaciones en la salud de quienes residen cerca de las canteras, ocasionándoles principalmente infecciones respiratorias agudas.

Aunque no existen datos concretos de cuántas minas ilegales existen. En el año 2018, la investigación Problemática de empresas mineras en Soacha,realizada por cinco investigadoras de la Fundación Universitaria del Área Andina, registró 190 canteras, de las cuales solamente 12 contaban con el permiso de la Alcaldía municipal.

| Nota del editor *

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