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Cubriendo las Huellas

Otro relato que retrata la tragedia de los falsos positivos y el asesinato de quien se niega a cometerlos, contado por Ashley Díaz Caipa

Por: Ashley Díaz Caipa

A lo largo de la Avenida Jiménez con carrera séptima se encuentra ubicada la iglesia católica  de San Francisco una de las más antiguas de Bogotá, que se diferencia por conservar aun su estilo colonial y ser parte de la historia de la  ciudad. Durante dos semanas la  iglesia fue testigo de una camioneta blanca que se parqueaba todos los días desde las siete de la mañana hasta las diez de la noche, sobre ella se encontraban enormes letreros que decían “El gobierno de Álvaro Uribe Vélez  asesinos” y varias fotografías, algunas a color y otras a blanco y negro, acompañadas de un parlante que reproduce una larga lista de nombres.

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Al lado derecho de la camioneta se encontraba Raúl Antonio Carvajal de 73 años, un hombre que en su mirada refleja dolor y en  su cuerpo cansancio pero en su voz transmite un optimismo por buscar la justicia, algunos días se pone el uniforme del Ejército Nacional  en el cual se evidencia un deterioro notable puesto que el uniforme le pertenecía a su hijo, el cabo primero Raúl Antonio Carvajal Londoño, fue asesinado hace doce años por manos de sus propios compañeros.

-“El 8 de octubre del 2006 llamaron a mi hija y le dijeron que lo habían matado pero según los papeles, en esas fechas estaba enfermo en un batallón, así que me dirigí a la zona donde lo habían asesinado, los campesinos me dicen que durante ese tiempo no hubo combates. El 11 de octubre me entrega el cuerpo de mi hijo una persona del civil que no tenía ningún documento desde ese momento empiezo mi proceso de denuncia. Según los estudios de medicina legal el cuerpo se encontraba torturado, tenía señales de estar amarrado y tenía un golpe en la frente”.

Luego de dos años de investigación y varios resultados de la Procuraduría de Medellín se reúnen pruebas que afirman que su hijo lo mataron por negarse a asesinar a dos jóvenes y  hacerlos pasar por guerrilleros. Antonio en su camioneta vieja de pintura desgastada, carga dos fotografías de su hijo, en una él aparece con el uniforme y se percibe como un muchacho alto y delgado de cabello negro y con una mirada muy seria, con sus manos dentro de los bolsillos; en la otra foto se puede ver su rostro totalmente ensangrentado, su nariz y su boca  absolutamente desfiguradas, sus ojos entreabiertos, en la frente una herida profunda y en el  cuello una cortadora. 

En La Plaza de Bolívar, ubicada en el centro de Bogotá, Antonio realizó una de las primeras protestas que más llamó la atención de la mayoría de los medios. Aquel día, acompañado de un viejo camión de carga azul claro, se estacionó en  medio de la plaza con el cadáver exhumado de su hijo envuelto  sobre una tela amarilla, exclamando justicia y pidiendo una nueva necropsia, sobre él tenía la bandera de Colombia que  le había obsequiado el Ejército colombiano cuando su hijo fue asesinado; y también portaba una gorra verde que le pertenecía a su hijo, no obstante logró que la Fiscalía realizará de nuevo el examen, el  cual arrojó que en el cuerpo no había rasgos de cómo había entrado la bala.

Desde ese momento decidió que toda su vida se iba a dedicar a buscar justicia para su hijo, por esto mismo ha viajado por la mayoría de los municipios de Colombia en su camioneta repartiendo volantes y con una carpeta café donde guarda todos los documentos con evidencias sobre el asesinato de su hijo, en la mayoría de sus papeles aparecen nombres como el del teniente general Juan Carlos Gómez,  el ex presidente Álvaro Uribe Vélez y Juan Manuel Santos cuando era Ministro Defensa. 

Debido a esto, años atrás Antonio se metió a la brava en la finca del ex presidente Álvaro Uribe Vélez conocido como la hacienda “El ubérrimo”  ubicada en la sabana de Córdoba, allí al frente del ex presidente y antes de que lo sacaran tuvo la oportunidad de entregarle en las manos una carta en donde exigía justicia.

Con su voz melancólica, sus ojos llenos de lágrimas que empapaban los lentes de sus gafas y con la esperanza totalmente perdida, se arrojó a gritarle al entonces presidente Juan Manuel Santos en Montería: 

– Cuando usted era Ministro de Defensa y Álvaro Uribe Vélez presidente, me asesinaron a mi hijo en el norte de Santander por orden de ustedes. Quiero que me diga una cosa: ¿por qué usted no ha dejado que se investigue el asesinato de mi hijo que era el cabo primero del Ejército?.. -“usted era el Ministro de Defensa en el 2006  y asesinaron a mi hijo en el norte de Santander, usted con Álvaro Uribe Vélez”. 

Los medios de comunicación dieron a conocer días después el asesinato del cabo Raúl Antonio Carvajal Londoño y la desaparición de su  esposa Diana Marcela Peña Torres y su hija. Posteriormente Antonio a sus 73 años de edad continúa con los procesos judiciales, pero ya no solo lucha por su hijo sino por todos jóvenes identificados como falsos positivos, convirtiéndose en activista de los derechos humanos que ya ha sido amenazado más de una vez.

| Nota del editor *

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