Dicen que 1985 no fue un año, sino “una semana que cambió a Colombia”, al menos así lo concluyó la Revista Semana en una edición especial que publicó, con crónicas de hechos que ocurrieron del 6 al 14 de noviembre de ese lapso.
También ese año incursionó Carlos Donoso a la televisión colombiana, así nos lo dijo en una entrevista que concedió a esta emisora en febrero de 2018. En aquellos días yo conducía el programa de radio ‘Aquí y Ahora‘, eran tres horas al aire con Helda Martínez, Carlos Cantor y Jaime Carvajal, en las que conversábamos sobre hechos y desechos del país, acompañados de estudiantes de periodismo y algo de música.
Al señor Carlos Donoso siempre le vi en televisión con algo de resistencia e ingenuidad, no por él sino por sus muñecos que me producían miedo, pero claro, otra gente carcajeaba con su espectáculo. A mi nunca me han gustado los peluches, no obstante, me parecía llamativo que él los hiciera hablar.
De hecho, ese sigue siendo un hermoso misterio, y tengo en la lista de mi vida aprender ese arte curioso, un interés que Donoso despertó en mi, porque fue el primer ventrílocuo que vi en la vida.
Vuelvo a la entrevista. Antes de que Donoso presentara al famoso Kini, fue extraño ver a ese mono metido en una especie de cofre, sin la viveza y atrevimiento que le caracteriza, estaba lleno de polvo y ajado por el tiempo y el trasnocho de la vida del entretenimiento y el espectáculo. El costo de la fama.
Metió su mano en el títere y se hizo existencia. Kini ya me caía mal por el hecho de ser un peluche y porque de niño nunca lo entendí, también me cayó mal en la entrevista porque me respondió en dos oportunidades: “A ti qué te importa”. Como que ese mico sabía que a mi no me caía bien.
Entonces la conversación fluyó en otra orilla, Kini tuvo más afinidad con mi compañero de mesa Carlos Cantor y juntos conversaron sobre el espíritu colombo-venezolano, la hermandad de los pueblos, de la música que nos une, incluso hasta del origen de nuestras banderas. Por supuesto que el mono también habló de mujeres, esa es su especialidad.
Pero yo, yo estaba anonadado, no podía creer cómo el señor Donoso tenía respuestas para él y para ese mono, y las tenía de inmediato. Así que me perdí en su boca, buscando el quiebre de los labios para develar el secreto del arte de la ventriloquía.
La entrevista terminó y subimos con el humorista al tercer piso de la casa donde queda la emisora. Comprobé que yo le caía mal a Kini pero no a su dueño. Conversé con Carlos Donoso sobre política mientras se fumaba un cigarrillo, creo que fueron dos de seguido. En aquellos días estábamos en el fragor de la campaña presidencial y sin duda ese era el tema. Tomamos café, creo que Helda también nos acompañó un rato en la conversación. Y en silencio, identificamos el sujeto político de Donoso.
Cuando terminó de fumar sacó nuevamente el muñeco y lo encendió para grabar en video algo más que le pedimos.
Comprobé que Donoso era capaz de hacer hablar a sus muñecos de temas espinosos, complejos y, sobre todo, humanos. Las respuestas doble o triple sentido, tenían un significado especial en su show, pero la velocidad mental que poseía, hacía que sus muñecos hablaran desparpajados, sin libretos y sin filtros.
Hasta ese día comprendí que nunca me había reído del humor de Carlos Donoso porque yo era un niño, y el mico con sus ojos color cielo y apariencia inofensiva, no lo era.
Me habría gustado conversar nuevamente con Kini, a ver si nos la llevábamos mejor. Pero hoy ese mono, también se ha ido.
Descanse señor Donoso.