Por: Shalom Salamanca. 5.° semestre
Una familia tradicional: una madre, un padre, dos hijos, la parejita como le llaman. Una familia tradicional: el que mantiene la casa va al trabajo, el que se encarga del hogar se queda cumpliendo sus labores, los hijos van a la escuela. Una familia tradicional: casa limpia, comida hecha, ropa lavada y doblada perfectamente. ¿Qué lo hace tan diferente? En esta casa de familia, no tan tradicional, al parecer, la mujer trabaja todo el día, el hombre se encarga del hogar.
Pero ¿por qué resulta tan diferente? Si es la misma rutina a la que como sociedad estamos acostumbrados. Levantarse entre 3:30 a 4:00 de la mañana, preparar desayunos, levantarlos a todos, lavar la loza, organizar ropa y acompañarlos a sus respectivos lugares. Luego se hacen los quehaceres de la casa en el transcurso del día, preparar el almuerzo y dejar las responsabilidades listas antes de salir a recoger a los hijos, ayudar con las tareas, preparar la cena, atender a la esposa que llega del trabajo y acostarse a dormir para empezar la misma rutina al día siguiente.
La gran diferencia en esta rutina, comparada con la de una familia tradicional, es la identidad de quien asume el rol principal del hogar. Es un hombre que decidió romper los estereotipos de género establecidos. Un hombre que decidió, o en su defecto, fue obligado, a no trabajar, sino a cuidar de sus hijos y de su casa.
Historias como estas están escondidas, pero no son tan difíciles de encontrar, una de ellas, es la historia de mi padre. Un hombre que, en una charla con su esposa, con un hijo de dos años y una hija en camino, decidieron que lo mejor sería que alguien se quedara en el hogar cuidando de los pequeños. Ella tenía un mejor trabajo que no valía la pena perder, fue una decisión mutua, que, sin embargo, con el tiempo le traería a él problemas y comentarios malintencionados por parte de una sociedad que no está preparada para los cambios.
Cuando empecé a tener uso de razón me di cuenta del rol de mi padre en mi casa, y aprendería a destruir con ello todo tipo de estigmas y estereotipos sobre lo que significaba ser hombre. Ese es mi padre, Jaime Enrique Salamanca Rojas, un hombre que desde que tengo memoria ha sido, y sigue siendo el encargado de las responsabilidades de la casa.
Cuando Jaime Salamanca tomó esta decisión no la vio tan mala, porque no creía en eso de que es el hombre quien tiene que entregarse en alma y cuerpo a mantener su hogar.
Por el contrario, lo entendió como una forma de pasar tiempo con sus hijos, de conocer y explorar esa parte oculta de sí mismo, de aprovechar sus conocimientos y su pasión por la cocina. Era una gran idea. Pero le duró muy poco: primero se vio en el colegio, los mismos padres y maestros lo empezaron a rechazar, era muy raro ver a un hombre interesado en asuntos domésticos: “¿Dónde está la mamá?”, preguntaban siempre que lo veían. Luego fue en la iglesia, los comentarios empezaron siendo pasivos agresivos: “Qué valiente, yo no podría”. “Qué lujo ser mantenido por tu esposa”. “Tu mujer te manda, ¿cierto?”. Se suponía que ese era un lugar serio, pero no fue el refugio que esperaba.
En un inicio los comentarios no le afectaban, solo los ignoraba: “pero cuando ves a tu esposa crecer en el trabajo, a tus hijos avanzar académicamente y a ti quedándote en el mismo lugar, con la misma rutina de siempre, es difícil que no llegue a tocar fibras muy íntimas del ser”, señala Jaime Salamanca.
Jaime tiene 68 años, ama su vida, a su esposa y a sus hijos, pero no niega que se siente arrepentido, que los comentarios que escucha le duelen, que llegó un punto en el que se sintió inútil en su propia casa, sumado al hecho que por su edad ya le es difícil conseguir empleo. Desearía no sentirse así, porque claro que le encanta ser el mal llamado amo de casa, pero su mente le juega en contra muchas veces, porque a la sociedad le cuesta ver a un hombre liberado de esos estereotipos.
Está claro que en la sociedad actual una parte de esos estereotipos han caído y hoy hay más hombres que ayudan con las tareas del hogar, como indica la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo, realizada por el Departamento Nacional de Estadísticas (DANE) entre 2020 y 2021, que indica que el 63,0% de los hombres realizan trabajos no remunerados en el hogar, con un promedio de 3 horas al día. Pero esta responsabilidad mutua no es reconocida por la sociedad, pues el rol de encargarse del hogar, como amo o ama de casa sigue estando desapercibida, en particular, porque dedicarse todo el día a cuidar de la familia y del hogar no se ve como un trabajo, que no es remunerado, pues es entendido por la cultura como responsabilidad de las mujeres, razón por la cual la sociedad desprestigia a los hombres que han tomado esta decisión, al punto de cuestionar su masculinidad, como el caso de Jaime Salamanca.
Un ejemplo de esta situación fue la serie de televisión colombiana Amo de casa, estrenada en 2013 por el Canal RCN. En esta historia, el protagonista, Francisco López, pierde su empleo y se ve obligado, por la poca falta de oportunidades, a tomar las riendas del cuidado de su hogar, de sus hijos y de su perro, mientras su esposa sale a trabajar. Aunque en su momento, esta novela obtuvo los primeros lugares en el ranking de sintonía y fue apreciada por el público, no pasó de ser un simple guion de comedia y burla completa hacia el papel del amo de casa. En muchas escenas Francisco se veía obligado a convivir con otras amas de casa y vecinas de su edificio, enfrentando problemas que por lo general no viven los hombres, y por supuesto, los libretistas decidieron que las hiciera de forma fatal, mostrándolo como un hombre torpe que dejaba caos a su paso.
Para muchos esta serie fue una burla hacia los hombres, con un discurso que les dice que sería mejor morir antes que realizar labores que tradicionalmente les han sido asignadas a las mujeres. Según un estudio de la Secretaría de Cultura de Bogotá de 2021, el 50% de los hombres que residen en la ciudad creen que no es su responsabilidad ayudar en la casa. La Secretaría, en busca de disminuir este porcentaje en los hogares bogotanos, creó en 2021 la Escuela Virtual Hombres al Cuidado, donde mediante una serie de videos de YouTube se les enseña tareas básicas como lavar baños, cambiar pañales, reciclar, planchar, así como lecciones valiosas sobre cómo gestionar las emociones o cómo pasar una decepción amorosa. Esta escuela busca enseñar a desaprender la falsa y arraigada creencia de que las mujeres son las que tienen mayores habilidades y paciencia para las labores del hogar, para que de esta manera los hombres entiendan y comiencen a darle un significado a su papel en sus hogares.
“Nos hemos preocupado por crear espacios que transformen los roles de género y distribuyan equitativamente las labores de cuidado”, mencionó Catalina Valencia, secretaria del Instituto de Cultura, Recreación y Deporte en 2023, cuando la escuela estaba en pleno auge. Esta iniciativa busca empoderar a los hombres para que se sientan cómodos asumiendo el rol de cuidadores, y para fomentar un diálogo en las familias sobre la importancia de compartir las responsabilidades del hogar. Al integrar a más hombres en estas labores, se pretende desmantelar las creencias tradicionales que han perpetuado la desigualdad.
El caso de Jaime Enrique Salamanca Rojas, como el de muchos hombres, demuestra que el rol de amo de casa desafía los estereotipos tradicionales. Aunque más hombres asumen estas responsabilidades, el trabajo doméstico sigue siendo subvalorado y ligado a las mujeres. Sin embargo, programas como Hombres al Cuidado muestran cambios lentos pero firmes hacia la equidad. Estos programas son fundamentales para crear una nueva narrativa, donde el cuidado del hogar se vea como un esfuerzo conjunto y valioso. Romper con estos estigmas es esencial para construir una sociedad donde el cuidado del hogar sea una responsabilidad compartida, y donde los roles de género dejen de limitar el desarrollo personal de hombres y mujeres.