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El origen del Jazz

El jazz inició como un género musical icónico, que ha encantado a oyentes en todo el mundo por más de un siglo, se erige como una expresión artística singular y en constante evolución. Su origen que se remonta a finales del siglo XIX y principios del XX en Estados Unidos, marcó el inicio de una travesía musical fascinante, que hoy abarca diversos estilos y subgéneros, cada uno con su distintiva elegancia y singularidad.

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La esencia del jazz radica en su capacidad innata para la improvisación, una cualidad que lo distingue de otros géneros musicales. A diferencia de las estructuras rígidas y predecibles de muchos géneros, en el jazz, los músicos tienen la libertad de explorar nuevas melodías, armonías y ritmos en tiempo real, otorgando a cada interpretación un carácter efímero y único.

El núcleo del jazz es la improvisación, que se manifiesta de manera palpable en la típica formación de una banda de jazz. Esta suele incluir músicos virtuosos que dominan instrumentos como el saxofón, la trompeta, el contrabajo, la batería y el piano. En su colaboración en el escenario, estos músicos tejen una sinergia musical que es verdaderamente especial; cada uno aporta su estilo individual al conjunto, creando un diálogo musical en constante evolución y marcando una experiencia auditiva que nunca se repite de la misma manera.

El jazz de Nueva Orleans, uno de los subgéneros más emblemáticos, se originó en la ciudad homónima a principios del siglo XX. Con su ritmo animado, improvisación colectiva y el uso de instrumentos como el clarinete y el trombón, este estilo es un testimonio de la vitalidad y la diversidad del jazz. Conforme el jazz se propagó a lo largo de los Estados Unidos, emergieron otros subgéneros notables, como el jazz swing de las décadas de 1930 y 1940, con sus ritmos contagiosos y grandes orquestas, así como el virtuoso jazz bebop de la década de 1940, que introdujo ritmos más rápidos y complejos con figuras notables como Charlie Parker y Dizzy Gillespie.

Este subgénero, además de sus logros musicales, ha desempeñado un papel crucial en la lucha por los derechos civiles, por su capacidad de unir al público, rompiendo barreras de discriminación. Un ejemplo es su aporte contra la segregación racial estadounidense, pues los clubes de jazz se erigieron como espacios donde músicos de diferentes etnias podían colaborar y donde las audiencias se congregaban sin las barreras del prejuicio racial, contribuyendo al derribo de divisiones y promoviendo la igualdad.

El jazz, más que una corriente musical, se erige como una manifestación artística que celebra la improvisación, la colaboración y la diversidad. A lo largo de su ilustre historia, ha experimentado transformaciones y evoluciones, pero su espíritu creativo y su capacidad para conmover y emocionar a las personas se mantienen inquebrantables. Ya sea a través del virtuosismo de Louis Armstrong en su trompeta o la exploración musical de John Coltrane en su saxofón, el jazz sigue siendo una fuente perenne de inspiración y asombro para los amantes de la música en todo el mundo.

En Bogotá, como exponente máximo de esta expresión artística, tenemos Jazz al parque, que hace parte los festivales al parque, de los que Bogotá es privilegiada. La versión veintiséis del festival nos deja buena música.

Un buen ejemplo de estos grupos bogotanos son los ganadores de la convocatoria distrital, como el grupo de Siete Ríos; que combinan el sonido del Jazz con instrumentos como el palo de lluvia, que usan para narrar historias como la de un barco hundido en Buenaventura.

Otro de estos grupos que se dedica al Jazz Fusión es Guaita, que comparten la mezcla de sonidos de la música ancestral con el Jazz, con la música académica y las músicas del mundo.

Además, el Jazz le abre las puertas a proyectos de aspecto futurista, como lo hace Puerto Candelaria que trajo a Bogotá Secret of the Shadows, un proyecto basado en el concepto de meta verso, desarrollado durante la pandemia, en ese lapso raro, Puerto Candelaria aprovechó para crear una experiencia que puede transportarnos a otra realidad mediante imágenes mentales.

Algo que enseña el Jazz es que cada instrumento puede brillar mientras improvisa. Artistas como Yizzy García que hizo bailar a la audiencia y la maravilló con su batería. Trayendo una sabrosura, que tenía más caribe.

También hubo espacio para las coplas y la guitarra española de la mano de la agrupación de Martirio y Chano Domínguez, que combinan el Jazz con otro mundo quizá igual de apasionante y mágico como el flamenco.

Jazz y Flamenco fueron las pruebas que necesité para entender por qué el Jazz no es un género y por qué ese detalle, es tal vez lo mejor que le haya pasado, porque es darle la oportunidad de recibir aportes de cualquier género existente, de cualquier visión que sea representada por esos sonidos y apropiarlas para producir algo de manera respetuosa.

En un principio el Jazz era un género que recurría constantemente a la improvisación, por lo que cada performance es auténtico y único.
Hoy ya no se limita a variantes como el Bebop y el Swing, porque el Jazz Fusión hizo que este género que inició en New Orleans, esté lleno de sonidos que vienen de cada rincón del planeta, una muestra fehaciente de los sonidos que continúa trayendo el festival, que tomaron la belleza ancestral, la mística del futuro, la unión ante las causas difíciles, las imágenes mentales de naturaleza y familia, unidas a sonidos de saxofones, baterías movidas, clarinete, pianos alborotados, trompetas, sumatoria que hizo vibrar a Bogotá.

| Nota del editor *

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