Por: Angie Vanessa Duarte Barios
La edición número XIV del festival fue posible gracias a la alianza con el British Council, que trajo a músicos internacionales, esto para cumplir la premisa del evento: los sonidos de la diferencia.
Además de las presentaciones tuvieron lugar diferentes actividades como una feria de emprendimientos, conversatorios y muestras gastronómicas. En la feria se vendieron varias artesanías para apoyar a la economía local. Los conversatorios giraron alrededor de la paridad de género, la existencia de espacios seguros y temas relacionados con la industria.
los eventos realizados en el marco del festival tenían como concepto la diversidad, que ayuda a resaltar la multiculturalidad del centro y de la ciudad, puesto que en los perfomances se vieron muchos géneros musicales y mezclas, destacando la fusión del Rap con otros estilos.
Desde que estamos en post-pandemia la música colombiana se ha reactivado, antes de eso el interés común estaba volcado en los artistas extranjeros; ahora con grandes conciertos es normal que los intérpretes colombianos tengan mayor público, incluso los independientes, algo que también se vio en este evento, pues hubo lugares que se quedaron cortos de aforo para las presentaciones; muchos espectadores tuvieron que quedarse fuera, un buen indicador para los músicos. Muchos asistentes consideran que en las siguientes ediciones del festival es necesario buscar sitios de más espacio.
Algo curioso es que las nuevas generaciones están bastante interesadas en la música colombiana, pues su presencia fue masiva, que además contó con una franja familiar en la que se podía llevar a los más pequeños para que disfrutaran de la escena independiente y el Hip Hop, que acumulan cada vez mayor popularidad.
En este festival la mezcla de Rap se dio a conocer en los actos de Rap Filarmónico y Motilonas Rap. El primero es una propuesta con la Orquesta Filarmónica Juvenil de Bogotá, con artistas de Rap del Bronx Distrito Creativo, en este caso la orquesta hace las bases rítmicas de acompañar la voz de raperos como Phantom Killa. Este espectáculo propone dignificar el género para reducir la estigmatización, además de conciliar dos mundos musicales que para algunas personas son irreconciliables, para quienes la música de cámara supone un entorno elitista.
También está la propuesta de Motilonas Rap, que mezcla el rap con sonidos de instrumentos nacionales, aunque sin dejar de lado las bases rítmicas típicas del género; estas dos propuestas revelan que esta es una de las escenas musicales más potentes del país, que va en ascenso con el freestyle, que en Colombia ha logrado posicionarse en eventos internacionales de alto nivel con buenos representantes.
Respecto a la experiencia de los artistas hablamos con Duplat, que estuvo encantado de tener esa cercanía con los amantes de su música, enfocada en la mezcla de pop de sintetizadores y piano, el instrumento que utiliza de base para componer y con el que inició su viaje artístico. Su formación clásica le ha dado herramientas para crear con base en sus experiencias de vida, según las cuáles por lo que narró tiene dos perspectivas del Festival Centro, ya que además de haberse presentado en él, había estado en la tribuna en versiones anteriores.
Recuerda con cariño las veces que asistió al festival, porque allí se han presentado músicos importantes de la esfera nacional, sobre todo a artistas de Bogotá, por lo que el festival musicalmente sirve para plantearnos el rol que ocupa ese sector de Bogotá como punto de acogida de múltiples sonidos y géneros musicales, en los que se puede encontrar gran parte de la cultura colombiana al caminar y escuchar por sus calles.
Bogotá es un lugar lleno de música, donde las melodías son omnipresentes, pueden estar en un restaurante ambientando un almuerzo, en un viaje largo en Transmilenio, en la noche después de una larga jornada de trabajo, en un teatro durante un festival, o con un estudiante de música que se está enamorando.
También permite replantearse cómo el ser músico en Bogotá puede llegar a ser sustentable. Otro concepto clave del Festival Centro es la humanidad del intérprete como sujeto activo de la sociedad. De ahí por ejemplo que brillara el Rap que muchas veces ha sido forma de protesta, porque el cantante le ha dado voz al ciudadano común que tiene dentro de sí y a los otros ciudadanos con los que convive, algo vital en momentos difíciles.
Para ayudarnos a hacerle frente a esos instantes están esas sonoridades, y así tal vez encontrar formas para que las dificultades no nos peguen tan duro y salir adelante, porque una de las funciones de la música es ser una compañía en nuestra vida, cuando la necesitemos.