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Hace 52 años Paulo VI estuvo entre nosotros

La austera figura del gran Papa del Concilio, que cruzó por primera vez el Atlántico para llegar a América Latina, ya en el gesto del beso dado en el suelo de Bogotá se hizo tan familiar como la de un viejo amigo. A partir de entonces habrá tres días de multitudes ininterrumpidas – dos millones de personas solamente – a lo largo de la avenida entre el aeropuerto El Dorado y la Catedral Basílica Metropolitana y Primada de la Inmaculada Concepción y San Pedro en la Plaza de Bolívar. Y de entusiasmo y gratitud por ese hombre que vino a llevar con gran humildad el mensaje evangélico de paz al continente rehén de las dictaduras militares.

El denso programa en sólo 72 horas incluye unas veinte citas. No todos ellos acompañados de largos discursos, pero algunos son muy esperados, considerando los interlocutores. Porque Pablo VI se encontrará con los “grandes” de la sociedad, pero también con los pequeños, los campesinos. Y lo que dirá será poderoso, la habitual elegancia del lenguaje nunca a expensas de la claridad. Por ejemplo, cuando a los primeros, “a los hombres de las clases dominantes”, la oligarquía de la riqueza, les pide explícitamente que se desprendan de la “posición estática, que puede ser o parecer privilegiada, para ponerse al servicio de los que necesitan su riqueza”.

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Con los campesinos, durante la histórica misa celebrada con 300.000 de ellos, el Papa Montini pronunció una obra maestra de solidaridad que conmovió a todos. Porque nunca los trabajadores de la tierra han escuchado palabras como estas pronunciadas directamente por un Papa: “Conocemos sus condiciones de vida: son para muchos de ustedes condiciones miserables, a menudo inferiores a las necesidades normales de la vida humana. Ahora nos escuchas en silencio: pero nosotros escuchamos más bien el grito que se eleva de sus sufrimientos y los de la mayoría de la humanidad”.

En tres días el Papa Montini deja una marca que durará años. Inauguró el Congreso Eucarístico Internacional y sobre todo la Segunda Asamblea General de los Obispos de América Latina. Y a los pastores del continente, en el que los vientos de 1968 son diferentes a los de Europa, pero siguen estando llenos de tensión, Pablo VI indica la trayectoria de la caridad sin desviaciones. “Nosotros – les decía – repetimos una vez más a este respecto: ni el odio, ni la violencia son la fuerza de nuestra caridad”.

Tres días bastarán para transformar al formal El Soberano Pontífice de la llegada, en el más afectuoso Papa de la despedida.

Discurso de despedida del papa Paulo VI

Al dejar esta tierra bendita y querida de Colombia, sube de Nuestro corazón, cargado de emociones, un himno de gratitud al Altísimo que Nos ha permitido vivir horas intensas e inolvidables bajo la luz radiante del Misterio Eucarístico.

En Nuestra memoria quedan imborrablemente grabadas las manifestaciones de entusiasmo y de honda piedad dirigidas a Cristo Sacramentado. Hemos visto una Iglesia palpitante, católica en sus dimensiones universales, unificada en la comunión de fe y de caridad.

La visión de multitudes enardecidas, que tanto gozo han procurado a nuestro ministerio de Pastor Universal, rebasaba los confines de Bogotá y abrazaba todas las latitudes de América Latina, del mundo, permitiendo a nuestro espíritu vibrar con las necesidades, con los anhelos, pensamientos y esfuerzos de Nuestros Hijos y Hermanos esparcidos por este privilegiado Continente y por el orbe entero.

Nuestro saludo final de gratitud va al Señor Presidente, al Gobierno y a todas las Autoridades de la Nación Colombiana que tantas pruebas de cortesía Nos han dispensado. Que el Señor premie los esfuerzos que realizan por el creciente bienestar de su Patria.

Gracias también a los Miembros del Cuerpo Diplomático cuya presencia en diversos actos del Congreso ha atestiguado la participación de sus Naciones a Nuestra peregrinación.

Nuestro recuerdo entrañable se dirige, con profundo reconocimiento a los queridísimos Hijos los Señores Cardenales, a los Venerables Hermanos en el Episcopado, a los Sacerdotes, Religiosos y Religiosas – gozosamente empeñados en un testimonio generoso de Evangelio -, a los Organizadores del Congreso, a cuantos a él han asistido, al pueblo entero de Colombia.

Todos han contribuido al suave y místico esplendor de estas jornadas eucarístico-eclesiales y a que volvamos a Nuestra Sede Apostólica lleno de consuelos y de esperanzas; y con una serena confianza puesta en la constante fidelidad de Colombia y de América Latina a su vocación cristiana e histórica.

Esa fidelidad, acrisolada en el pasado y que pide plasmarse en nuevas realidades humanas, la requieren el ideal de Cristo y el signo de los tiempos actuales tan necesitados de verdad, de justicia y de amor; y la reclaman, con exigencia de perpetuidad, las horas de unidad y de paz que juntos hemos trascurrido.

No te decimos adiós, Colombia! Porque te llevamos más que nunca en el corazón, de donde Nos brota la Bendición que te impartimos y que extendemos a todos los Pueblos de América Latina, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Fuente Vaticano News

| Nota del editor *

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