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La alegría de morir

He comprendido que la muerte tiene muchas formas de interpretarse, de sentirla, hasta de vivirla.

Por: Karen Collazos Hernández

Hace un tiempo tuve un choque emocional que me dejó reflexionando sobre el concepto de la muerte y el sentido trágico que tiene o le interpretamos.

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Cada uno de mis 24 abriles los he vivido en Cali, por ende, mis costumbres pertenecen al contexto cultural en el que me encuentro, pero mi madre pertenece a un municipio que se posa ante el mar Pacifico y su espesa selva, gracias a esto y en sí a mi familia materna, sé que existe la papa de sabor dulce naturalmente, que el pescado de agua dulce es bastante diferente al de la ciudad (aunque este sea traído del mar) y que la muerte es una bendición. Aunque soy caleña, en mi interior también soy nariñense.

Pocos días antes fallecía la abuela de mi pareja, una señora que sufrió las dificultades de la presencia del ELN en la zona alta de Siloé en los años crudos de la violencia en Colombia y cómo no, en Cali. Afortunadamente elevó su espíritu hacia el mundo de las almas eternas en paz, en su casa y ya con las consecuencias de la vejez. Observa lo que te digo, para mí fue un hecho afortunado porque no hubo violencia en su padecer y es que al saber las anécdotas de mi familia que habita en Nariño, comprendo que el proceso del luto puede ser mediado por la guerra que tiene poco más de 60 años y que no abandona al Pacifico. Por estos motivos y desde mi experiencia, nunca he visto a mis familiares llorar por los adultos mayores, porque hay un sentido enorme de aceptación y agradecimiento con el Dios católico por haber brindado al ser humano que pasa a convertirse en parte del universo. Sobre todo, porque sus fallecimientos no fueron a causa de los grupos armados.

Cuando falleció mi bisabuela, a sus 101 años, hubo una reunión de sus hijas, nietos y bisnietos, todos se acercaron hacia la cama en la que permanecía doña Edita y con un beso le decían adiós, ella, con sus manitos entrecruzadas les dijo que Lorenzo, mi bisabuelo, estaba entrando por la puerta, cerró sus ojos y murió para vivir en la eternidad. De la misma manera aconteció con mi bisabuelo, quien vivió durante 106 años. Claramente se sintió tristeza, pero el proceso consiste en hacer una novena para garantizar el descanso del alma que parte, el luto se vive por 1 mes, y después la vida sigue. Estoy tan acostumbrada a ver el mismo proceder con los demás adultos mayores de mi familia, que no comprendo el dolor desgarrador que sienten algunas personas al perder a sus adultos mayores, pero es cuando reflexiono que, aunque llevo toda mi vida en Cali, hay una cultura aprendida que me hace ser y sentir distinto.

Mi pensamiento me trajo conflictos al hacerme parecer fría y poco empática ante el fallecimiento de la abuela de mi pareja, pero observándolo todo desde el punto de vista social y cultural, he comprendido que la muerte tiene muchas formas de interpretarse, de sentirla, hasta de vivirla. Respeto las formas de todos, pero entiendo que, para mí, morir en la vejez después de haber construido y luchado es una alegría, porque ya cumpliste la misión y el momento de descansar llegó. Por ello y por mis tradiciones he pensado constantemente en cuando llegue mi momento y tengo requerimientos que consisten en que nadie va a vestir de negro, porque no es una catástrofe, me van a adornar con flores naranjas, amarillas y azules porque me encanta el color y la vivacidad, pondrán una foto de mí en la que me vea inmensamente feliz con mis futuros hijos y nietos, la música no puede faltar y tiene que ser jazz afro latino. Pienso que soy una persona que vino con alegría al mundo y así debo irme.

Algunos pensarán que es un completo disparate mi pensar y que se pierde la esencia del luto, pero la vida, las circunstancias y lo que soy, me han enseñado que estamos tan acostumbrados al sufrimiento que lo incluimos en todo lo que podemos, tal vez, hasta buscamos excusas para sentir más dolor.

Concluyo invitándolos a pensar en el sentido que le ponen a la muerte y el miedo a este proceso porque será inevitable para todos, no sin antes hacer especial énfasis en la muerte por vejez y no por hechos traumáticos e inesperados que requieren un manejo bastante sensible de la situación.

| Nota del editor *

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